Hoy, todos somos testigos del alto incremento de los precios de la canasta básica, pues es tan evidente que en 2018, el kilo de frijol estaba en 21 pesos y ahora cuesta 48 pesos; el kilo de arroz costaba 22 pesos ahora 33 y la tortilla costaba 12 pesos, ahora 23 pesos.
Es necesario precisar que esta ola inflacionaria, es decir, la elevación generalizada de los precios de bienes y servicios que se compran y se venden en los mercados nacionales y en el mercado mundial, se trata, dicen los eruditos, de una crisis universal de los precios como no se veía hace mucho tiempo.
Sin embargo, en la realidad, los impactos no afectan a todos del mismo modo. Los hogares de bajos y medianos ingresos tienden a ser más vulnerables a una inflación elevada, que la de los hogares más ricos, pues sus condiciones son distintas. Veamos.
El informe de Oxfam señala que:
“… la desigualdad extrema de la riqueza en México no deja de aumentar. Los catorce ultrarricos en México —aquellos que poseen fortunas de más de mil millones de dólares— concentran 8.18 de cada 100 pesos de la riqueza privada nacional.
En particular, uno solo de ellos acumula 4.48 de esos 100 pesos: Carlos Slim Helú, lo que no solo lo hace la persona más rica de México o de toda América Latina y el Caribe, sino que hace que concentre casi tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mexicana, alrededor de 63.8 millones de personas”.
Además, en México fueron catorce los que concentran más de 180 mil millones de dólares de la riqueza nacional; lo que pueden reunir 64 millones de mexicanos, es decir, la mitad de la población de nuestro país.
En contraste, los trabajadores formales e informales, los de empleo temporal y los que padecen desempleo en Oaxaca ven cómo sus ingresos se encogen, pierden valor y compran menos cada día, ejemplo de ello, en la entidad para adquirir la canasta básica diaria; una familia de cuatro personas necesita 701 pesos y el salario diario apenas es de 249 pesos.
Es evidente que actualmente no se está adquiriendo, siquiera, lo necesario para vivir, que los oaxaqueños apenas sobreviven y para lograrlo buscan otras alternativas como emplear su fuerza de trabajo en otras actividades que le generen un poco más de dinero.
Como demuestran los datos estadísticos, esta ola inflacionaria, desde luego, no pega a todos los estados por igual, como lo detalla la tabla de “Inflación anual por entidad federativa, tasa anual marzo 2024”, del informe: México ¿cómo vamos? del Inegi.
A diferencia de estados como Guerrero, Estado de México y Tabasco que presentaron una menor inflación de 2.5 % y 3.3 %, respectivamente, estados como Yucatán, Oaxaca y Colima registraron una mayor inflación de 5.9 %, 5 % y 4.9 %, incluso por encima del promedio nacional del 4.42 %.
Debido a que la 4T decía que tras ganar la Presidencia “todos los mexicanos serían felices y acabarían con la pobreza erradicando a los intermediarios y la corrupción”, con el argumento de “ayudar a quienes más sufren los efectos de la inflación”, el presidente López Obrador dio a conocer el 4 de mayo del 2022, el llamado Paquete de Acciones Contra la Inflación y la Carestía (Pacic).
El Pacic está integrado por una serie de medidas que entró en vigor de inmediato y su objetivo era mantener estables los precios de 24 productos básicos; los de mayor demanda. Se trata de productos alimenticios como arroz, sopa de pasta, aceite, frijol, pollo, leche, carne de cerdo y de res, frutas y verduras.
Desde su publicación, el plan antiinflacionario del presidente despertó dudas sobre su eficacia, aunque por razones diferentes: por un lado, hay quienes lo criticaron por su falta de fundamentación económica y el consiguiente carácter errado de las medidas de contención que proponía; por otro, hubo quienes aseguraron que era ingenuo creer que los grandes empresarios y comerciantes aceptarían reducir sus utilidades a favor del bienestar de los trabajadores.
Entre las medidas recicladas, mencionó Valeria Moy, directora general del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), estaba la continuación de Sembrando Vida y Producción para el Bienestar, que no atacaría de raíz la inflación y que, en cambio, provocaría significativas distorsiones en el mercado.
A esto se añadió otra medida reciclada desaconsejable en un entorno inflacionario: “los precios de garantía”, que según aseguraban a los productores un precio mayor para sus productos que el que reina en el mercado. Ello obliga a los comerciantes libres a ofrecer un precio igual o mayor al de garantía, es decir, esta política proteccionista presiona los precios al alza, al revés de lo que se necesita en un periodo de inflación.
Por otra parte, sin tomar partido anticipado respecto al éxito o fracaso del Pacic, la opinión del Banco de México, fue que el programa tenía la imposibilidad de que las empresas y las grandes cadenas comerciales cumplieran su palabra de renunciar a una parte de sus utilidades para mantener los precios de los productos de la canasta básica, entonces y sólo entonces podría ser una buena medida de contención del alza de precios, si el presidente lograba que se aplicara correctamente y se cumpliera con toda puntualidad.
Pero… ¿qué pasa hoy en día? En una revisión rápida de los medios y análisis podemos encontrar que la mayoría de los 24 productos enlistados por el presidente, lejos de haberse mantenido estable, han subido de precio. La mayoría de informadores reporta alzas en los precios de alimentos tan básicos.
Comerciantes experimentados de abarrotes, relatan significativos cambios en la conducta de sus clientes, que delatan el poco dinero con que cuentan y el penoso esfuerzo que hacen por ahorrar y estirar el gasto.
Por ejemplo, hay una renuncia generalizada a adquirir productos empaquetados por kilo y más en las de marcas conocidas; los consumidores optan por comprar a granel o por pieza, aunque corran el riesgo de obtener productos de mala calidad.
Huevo, aguacate, jitomate, fruta, o cebolla por pieza, ya no por kilo y de por reja, mejor ni hablar; ya no compran arroz, frijol, pasta para sopa o azúcar en paquetes con sello de marca, adquieren cantidades menores a granel.
Lo mismo ocurre con productos no alimenticios, como los de limpieza del hogar, garrafones de agua y productos para el aseo personal como cremas, jabones y perfumes.
Los comerciantes de tales productos se quejan de que todo esto se traduce en menores ventas que, además, deben ofrecer a precios fijos, lo cual reduce sus ganancias, que nunca fueron muy grandes. Algunos aseguran:
“Abrimos el negocio desde temprano y cerramos muy noche, pero a veces por deber de trabajar, porque la verdad es que hay días en que nos vamos en blanco, es decir, con cero ganancias”.
Por su parte, los clientes, señalan que los precios más altos son los de las cadenas de autoservicio y los de grandes negocios en los centros urbanos, éstos justamente son aquellos que, según el Presidente, se comprometieron de muy buena voluntad a mantener precios fijos.
A la vista de los hechos, la opinión más difundida es que el Pacic es un fracaso rotundo, uno más de los inventos distractores de la Cuarta Transformación, no era para menos pues se trató de un plan elaborado sin base científica y sin un conocimiento a fondo de la naturaleza de la inflación actual.
Así, desde 2022, Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista, con su claridad e inteligencia se declaró como de los que señalaban que el Pacic sería un fracaso rotundo por una razón evidente: “ni el presidente ni quienes lo asesoran en estas materias han dado muestras de estar conscientes del carácter excepcional, muy complejo y difícil de explicar, de la inflación mundial actual, al grado de que tiene desconcertada a la nata de los economistas del capital global, al Foro Económico de Davos. Ellos y todos los expertos en la globalización neoliberal han sostenido, al menos desde la década de 1980, que la inflación es un fenómeno puramente monetario y que, cuando se presenta, es consecuencia siempre de un descontrolado exceso de circulante en la economía que provoca una demanda excesiva de bienes y servicios, demanda excesiva que los productores no pueden satisfacer y a la que responden elevando los precios de sus productos. El remedio clásico es elevar la llamada tasa de interés referencial, responsabilidad del Banco Central de cada país, con objeto de retirar dinero de la circulación. Esto provoca el empobrecimiento de los consumidores, que disminuyen su demanda y, por tanto, los precios, aunque también provoca un menor crecimiento de la economía” (La inflación es un efecto de la globalización neoliberal, Aquiles Córdova Morán, 28 de septiembre 2022).
En resumidas cuentas, lo que se ha puesto al descubierto es que la inflación no es un fenómeno monetario, sino estructural, inherente al hambre de ganancia del capital. En este sentido, compañeros y amigos, la única solución posible es la lucha de los obreros por mayores salarios y mejores niveles de vida; una lucha no contra los patrones, sino contra el capital. No hay de otra.
Estamos llamados a transformar la lucha espontánea contra los opresores en una lucha de toda la clase, en la lucha de un partido político con ideales concretos, para lograr acabar con esta política que tiene a los pobres más pobres y a los ricos más ricos; una concentración brutal de la riqueza y en el otro extremo más pobreza y marginación lacerantes.
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