Tlaxcala enfrenta una crisis que, aunque silenciosa, afecta profundamente la calidad de vida de sus habitantes: la falta de vivienda digna. Este problema, que se entrelaza con el aumento de la pobreza, está creando un panorama preocupante que merece nuestra atención inmediata.
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la pobreza en Tlaxcala aumentó del 57.9 % en 2018 al 59.3 % en 2020. Esto significa que más de 800 mil tlaxcaltecas viven en condiciones de pobreza, una situación que inevitablemente impacta en su capacidad para acceder a una vivienda propia y digna.
Según datos del Inegi, mientras el precio promedio de la vivienda en Tlaxcala ha aumentado cerca de un 30 % en los últimos cinco años, los salarios apenas han crecido un 15 % en el mismo periodo.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revela que el déficit habitacional en Tlaxcala es alarmante. En 2020, se estimó que alrededor del 30 % de las familias tlaxcaltecas no contaban con una vivienda propia.
Esta cifra no sólo representa un número, sino historias de familias que luchan diariamente por tener un espacio al que puedan llamar hogar.
La situación se agrava cuando observamos que, en muchos casos, más de dos familias se ven obligadas a compartir una sola vivienda.
El Inegi reporta que aproximadamente el 15 % de las viviendas en Tlaxcala albergan a familias extendidas o múltiples núcleos familiares. Esta realidad no sólo afecta la privacidad y el desarrollo personal de los individuos, sino que también genera tensiones sociales y familiares.
El sueño de tener un patrimonio propio se está volviendo cada vez más inalcanzable para los tlaxcaltecas. Los factores que contribuyen a esta difícil situación son múltiples y complejos.
En primer lugar, el aumento del costo de la vivienda supera con creces el crecimiento de los salarios. Según datos del Inegi, mientras el precio promedio de la vivienda en Tlaxcala ha aumentado cerca de un 30 % en los últimos cinco años, los salarios apenas han crecido un 15 % en el mismo periodo.
Además, la falta de acceso a créditos hipotecarios es otro obstáculo significativo. Las instituciones financieras a menudo imponen requisitos estrictos que muchos trabajadores, especialmente aquellos en el sector informal, no pueden cumplir. Esto deja a un gran segmento de la población sin opciones viables para financiar la compra de una vivienda.
La especulación inmobiliaria y el aumento del costo de los materiales de construcción también juegan un papel crucial en esta crisis. Los terrenos urbanizables se han encarecido, y el costo de construir una vivienda se ha incrementado significativamente, poniendo la autoconstrucción fuera del alcance de muchas familias.
Esta crisis de vivienda no discrimina; afecta a jóvenes que buscan independizarse, a familias en crecimiento, a adultos mayores que nunca lograron adquirir una propiedad, y a todos los sectores socioeconómicos, aunque con mayor dureza a los más vulnerables.
La falta de vivienda digna en Tlaxcala no es solo un problema de infraestructura; es un síntoma de desigualdades más profundas y un obstáculo para el desarrollo integral del estado.
Sin un hogar estable, las familias enfrentan dificultades para acceder a servicios básicos, mantener empleos estables y proporcionar un ambiente adecuado para la educación de sus hijos.
La vivienda digna no es un lujo; es un derecho humano fundamental y un pilar para el desarrollo social y económico de cualquier comunidad.
Como sociedad, debemos exigir políticas integrales que aborden no solo la construcción de viviendas, sino también el acceso a créditos justos, la regulación del mercado inmobiliario y el fomento de empleos bien remunerados que permitan a las familias tlaxcaltecas aspirar a un patrimonio propio. La crisis de vivienda en Tlaxcala es un llamado a la acción.
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