MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La liberación del pueblo debe ser obra del pueblo mismo

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Con el triunfo arrollador de la candidata impulsada por el presidente López Obrador desde Palacio Nacional, cuando menos desde el último tercio de su Gobierno, se puede decir que marcó el arranque informal de lo que ellos mismos bautizaron como “Segundo piso de la Cuarta Transformación”.

Pero, para quienes estamos mínimamente informados de lo que ha sido del país en materia de verdadero desarrollo social, esto resulta sumamente contradictorio, pues, nunca jamás, que se sepa con seriedad, se ha demostrado tangiblemente con verdadero bienestar social para todos, en los hechos, qué fue o qué es lo que constituyó el primer piso de su dicho, antecedente de lo que hablan.

Además, se ha insinuado por muchos propagandistas seudoizquierdistas a sueldo que, dado el supuesto arrastre popular del presidente y su presidenta electa, quienes se desmarcan del “conservadurismo” o del “neoliberalismo”, este Gobierno y el que viene se sitúan como algo inédito para el país (¿y el mundo?), en materia de lucha y conquistas sociales para la inmensa mayoría de los mexicanos; algo así como un moderno y nunca visto socialismo a la mexicana.

Pero esta idea no es más que una aberración manipulante que pretende inducir aún más al sometimiento ideológico, que ya hoy padecemos por doquier.

Para intentar un poco de claridad en esto que parece ser el inicio de una oscura época en nuestra historia, dejaré aquí algunas ideas que espero contribuyan cuando menos un poco a nuestro entendimiento, y nos predispongan a la lucha por la búsqueda del verdadero Gobierno y país que necesitamos las mayorías. Si no lograse hoy el cometido que me propongo, ya el sexenio que viene seguro que nos dará oportunidad.

Para las ideas de hoy me apoyaré en uno de los genios creadores de lo que se ha llamado “socialismo científico”; me refiero a Federico Engels, en su inigualable obra que lleva por título “Anti-Dühring”.

Dice así el genio alemán en su introducción:

“El socialismo moderno es, ante todo, por su contenido, el producto de la percepción de las contraposiciones de clase entre poseedores y desposeídos, asalariados y burgueses, por una parte, y de la anarquía reinante en la producción, por otra. Pero, por su forma teórica, se presenta inicialmente como una ulterior continuación, en apariencia más consecuente, de los principios sentados por los grandes ilustrados franceses del siglo XVIII”.

Y aquí tenemos ya un primer cuestionamiento: ¿Lo que proponen para México López Obrador y su presidenta electa, cualquiera que eso sea, es producto de la percepción de las contradicciones de clase entre asalariados y burgueses mexicanos? Porque, si así fuera, las inmensas fortunas incrementadas durante su Gobierno por los Slim, Larrea y otros tantos, dicen claramente lo contrario.

Luego destaca el autor el carácter sumamente revolucionario de los ilustrados que sustentaron ideológicamente la Revolución francesa de 1789, y dice así: 

“No reconocieron ninguna autoridad externa del tipo que fuera. Lo sometieron todo a la crítica más despiadada: religión, concepción de la naturaleza, sociedad, orden estatal; todo tenía que justificar su existencia ante el tribunal de la razón, o renunciar a esa existencia (…) Todas las anteriores formas de sociedad y Estado, todas las representaciones de antigua tradición, se remitieron como irracionales al desván de los trastos; el mundo se había regido hasta entonces por meros prejuicios; lo pasado no merecía más que compasión y desprecio. Ahora irrumpía finalmente la luz del día; a partir de aquel momento, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión iban a ser expulsados por la verdad eterna, la justicia eterna, la igualdad fundada en la naturaleza y los inalienables derechos del hombre.”

Pero, concluye el autor:

“Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era más que el Reino de la burguesía idealizado, que la justicia eterna encontró su realización en los tribunales de la burguesía, que la igualdad desembocó en la igualdad burguesa ante la ley, que como uno de los derechos del hombre más esenciales se proclamó la propiedad burguesa y que el Estado de la Razón, el contrato social roussoniano, tomó vida, y solo pudo cobrarla, como república burguesa democrática […].”

Aquí, otro cuestionamiento: ¿Encuentra usted amable lector, alguna similitud entre el antiguo discurso de los ilustrados del siglo XVIII y sus hechos, con el discurso cual grotesco remedo, del presidente López Obrador y sus panegiristas a sueldo, y sus hechos? Yo también.

Otro ejemplo que nos sirve para entender un poco acerca de lo que el presidente pretende grotescamente remedar en México, con sus empresas estatales en su “Segundo Piso de la Cuarta Transformación”, nos lo da la obra ya registrada por la historia universal de los tres grandes socialistas utópicos: Saint-Simon, Fourier y Robert Owen. En relación a ellos dice Engels así:

“Común a los tres es el hecho de que no se presentan como representantes de los intereses del proletariado, mientras tanto ya producido históricamente. Como aquellos [los ilustrados], quieren implantar el Reino de la Razón y de la justicia eterna; pero su reino es abismalmente diverso del de los ilustrados. También el mundo burgués instituido según los principios de aquellos ilustrados ha resultado irracional e injusto, y por eso acaba en la olla de las cosas recusables, exactamente igual que el feudalismo y que todos los anteriores estadios sociales”.

Y luego remata así nuestro autor:

“El hecho de que no hayan dominado aún en el mundo la verdadera razón y la verdadera justicia, se debe simplemente a que no se las ha conocido rectamente”.

Y así fue; por lo menos hasta que hizo su aparición pública en el pensamiento de la humanidad las geniales aportaciones de otro alemán: Carlos Marx, cuyas ideas dieron origen a la teoría científica que constituye el baluarte de batalla de las luchas revolucionarias de todos los pobres del mundo: el marxismo.

Para hablar aquí con detalle sobre Marx, el marxismo y de todo lo que significa para la humanidad más desamparada el socialismo científico, haría falta mucho más espacio y tiempo del que dispongo en este sencillo trabajo semanal. 

Por tanto, nos remitiremos hoy a las palabras de Engels cuando, al sintetizar la obra de Marx con la que superó a los ilustrados del siglo XVIII y los socialistas utópicos posteriores, remató así: 

“Debemos a Marx […] dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la develación de los secretos de la producción capitalista. Con ellos se convirtió el socialismo en una ciencia; la tarea ahora es desarrollarla en todos sus detalles y todas sus conexiones.”

¿Corresponderá a López Obrador y Claudia Sheinbaum llevar a cabo para los mexicanos tan semejante tarea? Ya veremos.

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