MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La Nueva Canción Latinoamericana

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La Nueva Canción Latinoamericana fue el nombre que se le dio al movimiento musical que se desplegó desde la década de los años 70 a lo largo de los países de América Latina. A través del uso y la profundización en los ritmos nativos y populares de cada país, el movimiento intentaba estimular el espíritu crítico de los pueblos y acompañar a las nuevas ideas sociales de tipo antiimperialista que surgían en la región. Si bien el carácter original y principal de la Nueva Canción Latinoamericana fue político, de hecho, desde su origen estuvo estrechamente ligado con el movimiento de la Canción Protesta, también fue un espacio que impulsó la innovación, la poesía y el tratamiento de temas no políticos en las letras de sus composiciones.

El contexto en el que se desarrolló el movimiento fue el de la disputa entre las dos grandes ideologías del siglo XX: el comunismo y el capitalismo se encontraban en su fase de lucha más recrudecida. Aunque esta disputa, denominada Guerra Fría, empezó originalmente a inicios de siglo con la Revolución de Octubre en Rusia, no fue hasta los años 50 y 60 cuando esta alcanzó su punto más álgido como consecuencia de la adopción del comunismo por otros países del mundo. Los casos más conocidos son la conformación de la República Popular China, en 1949, bajo la dirección del Partido Comunista Chino; la división de Corea en 1953, donde la parte norte quedó a cargo del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte; y la Revolución cubana de 1959, que terminó con décadas de dominio estadounidense.

Dentro de este marco, Latinoamérica también sintió las consecuencias de la Guerra Fría. Sobre todo, fue víctima de las políticas imperialistas de Estados Unidos, que tenían por objetivo detener la propagación de las ideas comunistas en la región. Estas medidas fueron, desde apoyos económicos para comprar la ideología de los gobiernos locales, como fue el caso de la Alianza para el Progreso, hasta represiones sociales directas por parte de las dictaduras militares que fueron diseñadas en lo que se conoce como el Plan Condor.

Antes de que las políticas de Estados Unidos provocaran convencimiento o sumisión en la región, sirvieron para que el pueblo latinoamericano se volcara contra los abusos que desde el siglo anterior (XIX) venía sufriendo. Tal es el caso de México que en 1848 perdió más de la mitad de su territorio original a manos de los Estados Unidos, o la forma esclavizante en que sus empresas (United Fruit Company, por ejemplo) explotaban las materias primas de los países de la región.
En ese sentido, gran parte de la América Latina de los años sesenta, setenta y ochenta se convirtió en un núcleo de desarrollo teórico y cultural en favor de las ideas comunistas.

Ejemplo de esto es el surgimiento de teorías sociales que intentaban dar explicación a los problemas particulares de la región, como es La Teoría Marxista de la Dependencia, o movimientos culturales como la ya mencionada Nueva Canción Latinoamericana. Es decir, impulsados por el horizonte de libertad que ofrecía el mundo comunista y por la descolonización de algunos países africanos y asiáticos, el sentimiento del pueblo latinoamericano de esos años no era otro que el de lograr la verdadera independencia; independencia política, económica y cultural.

Si bien la Nueva Canción Latinoamericana tuvo una ideología compartida entre los países integrantes, esta tuvo un desarrollo particular en cada uno de ellos; el alcance y su evolución estuvieron determinados, sobre todo, por el grado en que se encontraban las contradicciones sociales de cada nación. En este sentido, las secciones del movimiento que más sobresalieron fueron las de los países que por entonces atravesaban acontecimientos sociales convulsos, como fue el caso cubano con su revolución de 1959, y aquellos donde se implantaron las dictaduras militares, destacándose el caso brasileño en 1964 y el de Chile y Argentina posteriormente.

En el primer caso, por ejemplo, no solo se profundizaron sobre los viejos ritmos tradicionales (son cubano, punto cubano, danzón, guaguancó, etc.) sino que, además, se desarrollaron nuevos géneros como fue el caso de la Nueva Trova Cubana, donde se destacan cantautores como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, entre otros. En Brasil, además de la samba, ritmo tradicional por excelencia, se crearon otros nuevos como la Bossa Nova, que es un subgénero de la samba y el jazz. En este país sobresalieron compositores como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque y Vinicius de Moraes. El caso chileno es particular, porque antes de ser representantes específicos de su cultura, recuperaron y rediseñaron ritmos nativos de toda la región, sobre todo de los países con menos divulgación musical, como Ecuador o Bolivia.

Tal es el caso de Inti-Illimani, Illapu y Quilapayun, que hicieron del San Juanito, el Albazo y los Caporales (ritmos tradicionales de Ecuador y Bolivia) parte de la base rítmica de su repertorio. No obstante, también destacan otros cantautores como Violeta Parra y Víctor Jara, que, aunque también hicieron uso de ritmos latinoamericanos, representaron la cultura de su país a través de la Cueca y otros ritmos chilenos. Argentina es tal vez el caso más prolífico, no sólo por la cantidad de autores que incorporó al movimiento, sino por la infinidad de grandes ritmos musicales, donde destacan la zamba, el tango, la chacarera, el chamamé, el gato, entre otros. Los compositores y cantantes más sobresalientes son Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, Horacio Guaraní, Jorge Cafrune y Facundo Cabral.

Aunque estos son los países donde más destacó el movimiento, hubo otros que también aportaron con grandes artistas, tal es el caso de Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños en Uruguay; Soledad Bravo en Venezuela; y Amparo Ochoa y Oscar Chávez en México.

En la actualidad, La Nueva Canción ha perdido vigencia; para ser más precisos, lo ha hecho desde la década de los 90. El declive del movimiento está estrechamente ligado con la caída del bloque soviético y, por lo tanto, con el desplome del espíritu revolucionario que su existencia emanaba. Los presidentes latinoamericanos que han gobernado desde entonces se han encargado de echar abajo los logros económicos, sociales y culturales que se habían construido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En el caso económico y político, por ejemplo, se tiró por la borda el desarrollo industrial que se había alcanzado con la Industrialización por Sustitución de Importaciones, que, si bien tuvo errores de diseño y aplicación, las políticas económicas posteriores no justifican su eliminación.

Lo mismo ha sucedido con el aspecto cultural. A través de los Tratados de Libre Comercio que Estados Unidos ha convenido con algunos países de la región, dónde se destaca México, la pintura, el cine, la danza y sobre todo la música tradicional latinoamericana, ha sido sustituida por la simple y escasa cultura gringa. Hasta hace poco, que era común asistir a las tiendas para comprar CD´s, se podían observar estantes abarrotados de discos de música estadounidense o europea. Hoy, con las plataformas digitales, aun cuando el algoritmo de búsqueda guarda un perfil de tus preferencias musicales, te inundan con recomendaciones de música gringa o apoyada por la industria musical de dicho país (reguetón, trap, hip hop, etc.).

A pesar de este intento por sustituir las raíces de la música tradicional latinoamericana por esa que es representada por las grandes disqueras del mundo, lo cierto es que como todo lo bueno en la vida, aquello bien hecho, nunca pasa de moda. Guardando las diferencias de tipo artístico, el David de Miguel Ángel, por ejemplo, ayer hoy y siempre seguirá asombrando la pupila del espectador; de igual forma, la música de La Nueva Canción Latinoamericana, de alto nivel rítmico, armónico y melódico, perdurará a lo largo del tiempo. Así lo demuestra el paso de los años. Generación tras generación siguen escuchando y cantando temas icónicos de este movimiento como Ojalá, La era está pariendo un corazón, Gracias a la Vida, Macondo, La muralla, etc. Todo esto sin el apoyo económico y propagandístico que llevan detrás los otros géneros musicales ya mencionados.

Aunque oficialmente La Nueva Canción Latinoamericana no ha muerto como movimiento, es innegable que su influencia sobre la cultura latinoamericana ha disminuido considerablemente. Si bien no corre el riesgo de desaparecer, como no desaparece el verdadero arte, si es importante que más gente escuche sus composiciones. Pero ¿por qué es importante volver a ella? Porque esas canciones son parte de la raíz cultural latinoamericana a la que pertenecen esta y las futuras generaciones de la región. Aunque los individuos no sean conscientes, son víctimas de la herencia cultural de los lugares que habitan, donde crecen, y el pueblo de América Latina tiene su propio pasado cultural en la Nueva Canción Latinoamericana.

En ese sentido, es mejor conocer que solo ser víctima de un legado cultural, más cuando esa herencia artística refleja una realidad que poco ha cambiado y no necesariamente para mejor. Esas canciones narran la pobreza, el despojo y las injusticias de las que históricamente ha sido víctima el pueblo latinoamericano, ya sea por el imperialismo extranjero o por los mismos políticos locales; por esa misma razón, esas canciones vienen preñadas de cambio, de sed de justicia, de ganas de un mejor porvenir. Ese es el papel que antes y ahora ha tenido La Nueva Canción Latinoamericana: sembrar la semilla revolucionaria en el corazón de la juventud.

Christian Damián Jaramillo Reinoso y Ollin Vázquez son economistas por la UNAM.

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