La tradición marxista ha estado ligada, desde sus orígenes, a la lucha feminista. En la década de 1850, la socialista pionera Flora Tristán defendía la unión obrera, destacando la organización de las mujeres trabajadoras y luchando por su emancipación. Marx, y Engels también, retomó las ideas de los socialistas utópicos -como Fourier- en “La Sagrada Familia”, para afirmar que los progresos sociales, los cambios de periodos operan en razón directa del progreso de las mujeres hacia la libertad, y que las decadencias de orden social ocurren en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres.
Las elaboraciones de Marx y Engels sobre el tema, sistematizadas por este último en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, fueron retomadas por numerosas feministas socialistas como Eleanor Marx, Clara Zetkin, Aleksandra Kollontai, Inessa Armand y Sylvia Pankhurst.
La obra de Engels desarrolla un análisis materialista sobre los cambios en las formas de parentesco, la familia patriarcal, la institución del matrimonio y la monogamia. A pesar de algunos aspectos superados por estudios posteriores, esta obra sigue siendo una referencia fundamental para el feminismo socialista. En primer lugar, porque sitúa históricamente la opresión de las mujeres, pero, sobre todo, cuestiona el orden natural o “biológico” de la opresión contra las mujeres. Por otro lado, establece una relación entre la abolición de la propiedad privada, el fin de la división clasista de la sociedad y la superación de los estrechos marcos de la familia patriarcal. También destaca las críticas a la institución del matrimonio y a la monogamia, como el hecho de que la monogamia solo sea obligatoria para las mujeres.
Frente al crecimiento de posiciones conservadoras que, frente a la crisis social provocada por el capitalismo, revalorizan acríticamente el papel de la familia patriarcal, Engels nos recuerda que esta institución no es un “oasis”, sino que está basada en la dependencia económica y atravesada por relaciones jerárquicas y de poder. La violencia de género no se puede entender por fuera de los contornos de esta institución patriarcal y ese sentido de propiedad sobre las mujeres. Engels expone cómo el capitalismo degrada las condiciones de existencia de la familia trabajadora y que al mantener a la institución familiar como una de las bases de esta sociedad se generan desgarradoras contradicciones.
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