La noche del 1° de julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) alcanzó por fin su sueño por el que había trabajado toda su vida política, ser presidente de México. En su discurso de la victoria dijo ante la multitud de frenéticos seguidores que atestaban el zócalo: "Quiero pasar a la historia como un buen presidente de México”. Prometió entonces transformar el país y lo cierto es que lo ha conseguido; México ha dado un salto que muchos califican de 50 años atrás. Prometió erradicar la pobreza, la corrupción y la violencia, como eje de su mandato; pero en los tres años que lleva al frente del ejecutivo los resultados han sido desastrosos para el país.
Con la llegada de la covid-19 y su negativa a tomar acciones contundentes para reducir las infecciones, nos tiene ahora como el tercer país con más contagios en el mundo y los decesos han superado las 200 mil personas. Al igual que en 2019 donde se registraron arriba de 34 mil homicidios, el 2020 termina con 31,781, siendo los dos años más violentos; la técnica de "abrazos y no balazos” no ha funcionado, tampoco "acusarlos con su mamá”. La inseguridad prevalece y aumenta, basta oír de los recientes hechos de Zapopan, Jalisco y los restos hallados en Guadalajara. La economía se ha contraído un 8.5% según especialistas; los pronósticos de crecimiento para este año son muy dudosos y en cambio hemos empezado con aumentos en las tarifas de los energéticos, como la gasolina, que AMLO prometía en 10 pesos durante su mandato. Su eslogan de campaña de "combatir la corrupción” es otro de sus fracasos. Todos hemos sido testigos de la asignación directa e indiscriminada de contratos a los amigos de la 4T como en el caso de Felipa Obrador Olán con Pemex, de los sobornos de Pío López, por mencionar algunos casos. La Encuesta Nacional de Calidad de Impacto Gubernamental del Inegi reveló que las víctimas de actos de corrupción en la prestación de servicios básicos creció 7.5%.
Pero a AMLO las cifras le dan igual, ya ha contestado varias veces que él tiene otras cuando no le gustan las que le proponen, y se aferra a un mandato ético en el que él ejerce de padre ejemplar de la nación: "No mentir, no robar y no traicionar al pueblo”. ¿Cuál ha sido el resultado de esa revolución de valores prometida por el presidente? Solo uno: partir el país en dos. Los que están a favor de AMLO, los buenos, y los que están contra AMLO, los malos. "Nada de medias tintas, que cada quien se ubique en el lugar que corresponde… o se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país, manifestó López Obrador.
No es una frase baladí, ni un golpe en el pecho, es un aviso a navegantes de un presidente que ha tomado el timón de un país que maneja desde un púlpito en el que él reparte las órdenes. Las ruedas de prensa que cada día a las siete de la mañana da ante los medios, y donde los periodistas afines piden la palabra para felicitar al preguntado, se han convertido en una herramienta eficaz para marcar la agenda política del día.
Autoritario, mesiánico, personalista, benefactor… el país regresa a las fórmulas viejas del caciquismo desde una izquierda extraña que prefiere no pisar charcos sociales como el matrimonio gay, el aborto o, incluso, ciertas luchas de movimientos feministas. El peligro no es AMLO, que puede acertar o no en sus decisiones, ya lo juzgará su anhelada historia; sino los pasos atrás en fortalecimiento de instituciones y estado de derecho que ha dado el país en estos dos años de presidencialismo absolutista.
La obscena pobreza mexicana, que afecta a alrededor del 80% de la población, es una necesaria lucha que AMLO ha abanderado; los numerosos programas de ayudas y las becas a jóvenes, una población a la que durante décadas se la ha relegado del futuro y a la que el PIB o las grandes obras de infraestructuras le importan poco, han sido el caldo de cultivo de esta actitud manipuladora, que ha caracterizado a la actual presidencia de la República.
Manipular es sembrar en la conciencia y en la mente de la gente ideas, actitudes, conceptos y aspiraciones -incluso falsas e inmorales- que sirvan a los objetivos de sus manipuladores y sea deliberadamente o por coincidencia; López Obrador ha aplicado la estrategia de aprovechar el pedestal mañanero que le permite decir barbaridades a diestra y siniestra; hablar de temas absurdos como la rifa sin avión o de una pista de aterrizaje sin aeropuerto; y al mismo tiempo tomas decisiones políticas o económicas que pueden afectar gravemente al país; ha logrado que sus críticos ponderen las primeras porque representan victorias fáciles y no un trabajo serio de investigación sobre los temas torales.
Su estrategia de señalar de un lado a un supuesto pueblo bueno y sabio, de otro lado denostar a sus críticos con epítetos como "fifís, ha generado que exista un linchamiento de grupos de choque que amedrentan a quien se opone a las decisiones de la presidencia y como todo un manipulador profesional, de sus yerros como el desabasto de vacunas para la covid-19 culpa a sus antecesores neoliberales; a los que hoy se manifiestan contra su política y seguramente a los invisibles que aún no surgen.
Para la política, las campañas electorales y el ejercicio de gobierno; comunicar, convencer, persuadir y manipular; suelen ser sinónimos; distinguir que es una y que es la otra resulta muy difícil. De hecho, la manipulación es una parte imprescindible y fundamental del quehacer político desde los orígenes de la humanidad.
El plan polarizador de la autodenominada Cuarta Transformación no es nuevo, original ni distintivo. Forma parte de las jugadas que se utilizan en países como Estados Unidos, Hungría, Turquía, Filipinas y Brasil, gobernados por líderes que usan a la democracia para estar en el gobierno y, una vez ahí, buscan desmantelarla.
Para que exista un manipulador, debe haber una base de ciudadanos indefensos, dóciles, desinformados, reclutados, pagados o simplemente indiferentes a la política para quienes mantenerse dependientes, es muchos más simple que reflexionar, participar, criticar o luchar para cambiar las cosas. Los apoyos del gobierno, el bajo nivel de la educación, los medios de comunicación y la propaganda permanente, son usados como instrumentos de soporte a la manipulación.
Es necesaria la acción urgente de la parte revolucionaria de la sociedad; que eduque y enseñe a pensar de manera crítica a los pobres de nuestro país, para evitar estas dictaduras disfrazadas de democracia.
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