Las diferencias entre el campo y la ciudad pueden ser muchas: en la ciudad hay mejores servicios y más a la mano de la población; centros educativos públicos y privados, desde jardín de niños hasta universidad, de tal manera que quienes deseen y tengan las posibilidades pueden terminar una carrera profesional; en la ciudad hay centros médicos un poco más equipados; las avenidas −al menos las importantes− están en condiciones regulares para ser transitadas por miles de automovilistas al día. Parece que vivir en la ciudad es la mejor opción para la población.
Las similitudes que hay entre el campo y la ciudad se pueden encontrar más que en las mejores condiciones, en las malas. En la ciudad de Tepic las calles están en mal estado, basta con dar un recorrido en auto por las diferentes zonas o a pie por calles cercanas a nuestra casa para reconocer que la ciudad no es tan diferente al campo; quienes viven en las zonas rurales saben con mayor razón que sus caminos tienen meses o años en que no se ha invertido dinero para rehabilitarlos.
Ejemplos de esta dificultad hay muchos en el país. Los activistas de Antorcha Campesina que recorremos las comunidades y colonias desde hace 22 años, conocemos a detalles qué camino o calle ha sido arreglada por el gobierno; por ejemplo, en El Floreño, una pequeña localidad de Tepic, ubicada por la rivera de la presa de Aguamilpa donde el camino está en pésimas condiciones, en tiempo de secas es difícil caminarlo y en tiempo de lluvias es simplemente imposible entrar o salir al pueblo de manera terrestre por lo cual hay que hacer uso de las lanchas como única forma de entrar y salir, así que si alguien enferma o tiene que realizar compras se ve en la necesidad de gastar lo poco que tiene en gasolina −que además es más cara comprarla allá− para poder transportarse en lancha.
En las comunidades y colonias las calles son el claro ejemplo de que los gobernantes anteriores y los actuales no han hecho un plan que verdaderamente resuelva este problema que, en no pocos casos, ha cobrado la vida de la gente.
Las denuncias por parte de la población para hacerle saber al gobierno que es necesario que se arregle el camino no se han detenido, pero los habitantes de El Floreño no han visto cambios; sucede lo mismo en comunidades de la sierra Del Nayar donde se necesita caminar por horas para llegar a los hogares; otro ejemplo es Santa Rosa, ahí sus habitantes, que son mayormente de origen indígena, son los que sufren porque sus caminos no corresponden al siglo en que estamos viviendo, parece que ahí el tiempo se detuvo y no llegó el progreso ni el avance de la tecnología.
En las comunidades y colonias las calles son el claro ejemplo de que los gobernantes anteriores y los actuales no han hecho un plan que verdaderamente resuelva este problema que, en no pocos casos, ha cobrado la vida de la gente.
A los gobernantes les corresponde hacer obras de infraestructura carretera, caminos rurales, avenidas y calles dignas de ser transitadas por la población, que haya justicia para el pueblo, que se disminuya la diferencia entre el campo y la ciudad y sobre todo que la gente pueda acceder a una mejor calidad de vida.
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