MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Organizarse y luchar

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“El trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privación para el trabajador”.

-Carlos Marx (“Manuscritos de 1844”)

 

Echemos una mirada a nuestro alrededor. Todo lo que existe, todo lo que tienen ante sus ojos, fue creado por el trabajo de hombres y mujeres como ustedes. El pan que comemos, las casas que habitamos, las calles que recorremos, hasta el teléfono que llevan en el bolsillo. Nada de esto cayó del cielo: lo construyó el obrero. Pero hay una gran mentira que nos han hecho creer. Nos dicen que vivimos en una sociedad de iguales, donde todos tienen las mismas oportunidades. ¡Qué farsa más grande! Vivimos en un sistema que nos vende mentiras para que no veamos nuestra propia explotación. Nos repiten que somos “emprendedores”, “consumidores” o “clase media”, pero ocultan la verdad fundamental: somos trabajadores que vendemos nuestro tiempo y esfuerzo para que otros se enriquezcan.

Marx nos enseñó que el trabajo es lo que nos hace humanos: es creatividad, es dignidad. Pero el capitalismo lo ha convertido en una mercancía. No decidimos qué hacemos, ni cómo, ni para quién. Solo obedecemos, mientras los de arriba acumulan riquezas con nuestro sudor. La realidad es que esta sociedad está dividida en clases, y esa división no es natural: es un robo organizado.

Primero están los parásitos, los que llamamos burguesía. Esos señores elegantes que nunca han levantado un ladrillo ni han sudado en una jornada de doce horas. Viven en sus torres de cristal, mirándonos desde arriba con desprecio o con una sonrisa de lástima. Son dueños de fábricas, de bancos, de tierras, pero no han creado nada: solo son dueños de lo que otros producimos.

Luego estamos nosotros, el proletariado. Los que sí sabemos lo que vale un día de trabajo. Los que con las manos calladas levantamos ciudades enteras. Nos pagan por nuestro tiempo, no por lo que realmente valemos. Nos dicen “asalariados” como si fuera un privilegio, cuando en realidad es un insulto: nos roban la mayor parte de lo que producimos.

Y en medio está la clase media, esos que creen que por tener un título o un traje están más cerca de los ricos que de nosotros. Se avergüenzan del obrero, imitan a los patrones, pero no se dan cuenta de una cosa: cuando la crisis llega, los patrones los tiran a la calle igual que a cualquier obrero. Son los tontos útiles del sistema, los que creen en el cuento del “esfuérzate y llegarás lejos”, mientras los de arriba se ríen y cuentan el dinero que ganan apropiándose del trabajo ajeno.

No nos engañemos, a la clase media también la tienen atrapada en un cuento de hadas. Les dicen que con "echarle ganas" saldrán adelante, pero existen infinidad de mecanismos para que nunca dejen de ser parte de la aristocracia proletaria. Por ejemplo, los endeudan con créditos e hipotecas, haciéndoles creer que son libres cuando en realidad trabajan para pagarle intereses a los bancos.

Pero hay una salida: reconocernos como lo que somos. No somos individuos aislados compitiendo por migajas. Somos una clase explotada, y nuestra fuerza está en la unidad. Cuando la mal llamada clase media y los obreros se unan, dejarán de robar nuestro futuro. Por eso hoy les digo claramente: la clase media debe despertar. Debe entender que su enemigo no es el obrero que lucha por un salario digno, sino el patrón que les paga migajas mientras se compra su tercer yate. O se unen a nosotros, o seguirán siendo esclavos con corbata.

El cambio no vendrá de arriba. Vendrá cuando rompamos el engaño y entendamos que nuestra pobreza no es culpa nuestra, sino de un sistema diseñado para que unos pocos vivan a costa de todos. La lucha no es por salir adelante solos, sino por cambiar un mundo donde trabajar no signifique sobrevivir, sino vivir con dignidad. La solución no está en pedir limosnas al sistema. Está en organizarnos. En entender que somos millones contra unos pocos. Que si un día todos los trabajadores –los de overol y los de oficina– deciden parar, el mundo se detiene.

El obrero que piensa como obrero ya no es un engranaje del sistema, sino un soldado en la lucha por su emancipación. La clase media que despierta deja de ser cómplice para volverse aliada. Juntos, pueden hacer añicos los mitos del capitalismo y construir un mundo donde el trabajo nos libere, en lugar de esclavizarnos. ¡Que no nos dividan más! ¡Que no nos sigan robando! ¡El futuro no es de los parásitos, es de los que trabajamos! ¡Trabajadores del mundo, uníos!

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