La humanidad vive una de las peores crisis de su historia, que azota al mundo entero. Esto se refleja en la salud, la economía y lo social. Todo lo anterior provocado por la pandemia del coronavirus, escenario que indudablemente desnuda que la sociedad no está preparada para enfrentar a un enemigo de tal magnitud.
En los países más desarrolladas ha dejado miles de muertos y nuestro país no es la excepción. Nos ha llevado a desafiar uno de los problemas de salud más difíciles que hemos enfrentado en los últimos años, evidenciando la poca capacidad del gobierno mexicano para enfrentar una situación como esta, dejando a la vista de todos la carencia de infraestructura médica adecuada, la ausencia de material acorde a las necesidades de nuestros médicos para salvaguardar su salud y que así estos puedan hacerle frente y combatir mejor esta terrible enfermedad, demostrando a todas luces que no estábamos lo mínimamente preparados ni capacitados para una crisis sanitaria de este tipo.
Esto pasa en las ciudades más desarrolladas, pero en las zonas rurales las cosas están peor: tal es el caso de Huauchinango y los municipios serranos en la zona norte del estado de Puebla. En esta zona faltan hospitales con lo necesario para atender problemas de salud de todo tipo y los pobladores saben que, de ocurrir un brote de esta enfermedad en la región, la mayoría de la población quedaría a la deriva de ser atendida, pues se requiere de más y mejor infraestructura hospitalaria. Ya conocemos la precariedad del sistema de salud mexicano.
Volviendo al panorama nacional, el problema no termina aquí, esta pandemia ha provocado que la economía del país se paralice casi en su totalidad, dando como resultado el despido de millones de personas. Cifras del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (Cemees) dicen que el 70 por ciento de la población económicamente activa está sin empleo y de ellos el 61 por ciento (que equivale a 21 millones de personas) lo perdió a causa de la contingencia sanitaria y ahora por órdenes del gobierno federal, estatal y municipal, de todo nivel tienen que "quedarse en casa" para evitar la propagación de dicho virus. La realidad de inmediato se hizo notar al ver que esos millones que se quedaban sin empleo no podían quedarse en casa, porque a partir de ese momento ya no tendrían ingreso económico para poder comprar los suministros necesarios para soportar una cuarentena con sus familia y menos aún aquellos que vivían del mal llamado "comercio informal", que dependen cien por ciento de vender sus productos en plazas públicas o calles, y que ahora con el cierre de estas y la vigilancia cada vez más estricta ha llevado a que 6 de cada 10 familias del país pasen hambre e incertidumbre, y que lleguen a cuestionarse de lo qué harán al día siguiente, pues no tienen dinero ni comida, mucho menos trabajo, ni la certeza de que su gobierno les ayudará a sobrevivir por lo menos en estos días crisis.
El lema de campaña de la Cuarta Transformación decía que: "por el bien de México, primero los pobres", que mejoraría la situación económica de todas las familias mexicanas y que generaría millones de empleos y mejor pagados; pero hasta el momento no ha habido nuevos empleos y el incremento que reflejó el salario mínimo comparado con el alza de los precios de la canasta básica es insignificante y miserable. El lema de campaña y las promesas de la 4T se han desdibujado y por consiguiente cada vez más son los arrepentidos de votar por la 4T que por datos del mismo centro de investigación, son el 49 por ciento de la población que no ven en su gobierno la posibilidad de ser apoyados con despensas o víveres para mantenerse en casa durante los días de cuarentena y menos en lo sucesivo para poder encontrar un empleo que les garantice una vida digna y justa como la merece todo ser que desempeñe un trabajo práctico.
En pleno 1º de Mayo -fecha en que se conmemora una lucha encarnizada en la que se logró un cambio por mejorar las condiciones de trabajo, con una jornada de ocho horas, por un salario digno que alcance para alimentar al obrero y a su familia, para vestir, calzar, educar a los integrantes de esta, de poder tener la posibilidad de recrearse asistiendo a lugares donde se imparte cultura y arte o incluso de poder disfrutar de unas vacaciones y poder recuperar la fuerza de trabajo, para desempeñarse mejor en la producción-, es necesario redoblar y unir esfuerzos entre toda la sociedad para lograr que todo lo anterior se cumpla y que los verdaderos creadores de la riqueza disfruten de esos derechos.
Es por ello que, a través de este escrito, llamo a aquellos que estamos siendo afectados por estas políticas que han acrecentado los índices de pobreza y que cada vez nos hunden más, que nos dejan con menos posibilidades de salir de ese bache. Hoy será más complicado por el miedo que causa esta enfermedad, pero la enfermedad de la injusta distribución de la riqueza, que se manifiesta en el hambre del pueblo, debe obligarnos a luchar y sobrevivir para cambiar este modelo económico e implantar un modelo donde los trabajadores de nuestra patria sean los que dicten las leyes y hacer que estas se cumplan para beneficiar a las mayorías, que son todos los pobres de estas tierras. De no ser así, estamos condenados a morir de Coronavirus o hambre con todos los nuestros encerrados en nuestras casas, sin protestar ni alzar la voz lo suficiente para enjuiciar a los verdugos que nos condujeron a este ruin destino.
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