Hasta ahora, aun es muy difícil vislumbrar si los tiempos que vienen para Colima serán mejores, pero es eso, precisamente, lo que esperan miles de colimenses entre los que me incluyo. Nunca antes como ahora, se había visto tanta compulsión social por lo que se tiene derecho en materia salarial, y yo creo que es muy justificada. Todo esto, sin contar el evidente abandono social en la tangible ingobernabilidad que hoy vivimos. La que sigue, será una semana muy difícil para todos los colimenses que, como yo, esperan que cese el caos a partir del primero de noviembre, tal como ha prometido reiteradamente la gobernadora electa.
Hoy, luego de leer sobre las multitudinarias manifestaciones que protagonizaron el día de ayer los trabajadores al servicio del Estado, clamando por su salario, leí también que la gobernadora pide paciencia a los trabajadores: “Les he insistido mucho en que tengamos un poco de paciencia, y comprendamos que en este momento es sencillo hasta desconfiar del recurso que podría llegar en los últimos días al Gobierno estatal”. Así dijo a los medios. Creo que es comprensible y natural que los trabajadores desconfíen, pero, ella, que es ahora la interlocutora directa ante el presidente de la república, ¿por qué dice que es sencillo desconfiar, “del recurso que podría llegar”? No encuentro aliento, por ningún lado, en esto que dice, y esto es precisamente lo que preocupa.
Mientras se invoca a la paciencia, el enojo y el reclamo de los burócratas, maestros del SNTE 39, policías estatales, trabajadores del Poder Judicial, de la Fiscalía, y de los organismos descentralizados, ya no tiene comparación alguna en la historia del Estado. Y esto es así, porque no se trata ya de una cuestión puramente de voluntad. Se lee en los medios, y yo solamente lo repito aquí, que es una cuestión de elemental justicia para los trabajadores, pues, muchos ya tienen más de un mes sin que les paguen sus quincenas y la situación se torna desesperante. Ya no tienen para cubrir sus necesidades de alimentación, salud y transporte; han dejado de pagar créditos de autos, de sus casas, en bancos y tiendas comerciales. Y las consecuencias en la economía local ya están a la vista de todos. Urge pues, medidas extrema e inmediatas.
De las necesidades de la población en general ya mejor ni hablamos. Los antorchistas clamamos por más de dos meses, apostados hasta dos días por semana frente a Casa de Gobierno en espera de despensas, fertilizantes y mejoramiento a la vivienda, ademas de servicios público, apoyos a la salud, la educación y para la adquisición de vivienda popular; pero nada. Nada obtuvimos hasta ahora para nuestros humildes compañeros y sus familias. Tuvimos que arriar nuestras banderas temporalmente, ante la insensibilidad que es toda la respuesta que se obtiene ya ante las puertas de la residencia oficial.
Y en las Secretarías ya nada hay que hacer. Los secretarios que no han renunciado al cargo, conservando así alguna dignidad, ya sólo miran cabizbajos el reclamo ciudadano con la única respuesta que pueden y les es dado ofrecer: ¡no hay dinero¡; dicen a cada petición. Y el Congreso, el nuevo y emblemático Congreso estatal de mayoría moranista, este que es la representación única por ahora, del nuevo gobierno que viene, sólo responde inquiriendo y enjuiciando con severos discursos y fruncido ceño a los secretarios, citándolos a comparecer para que den explicaciones, ¡sólo explicaciones!, del desastre financiero gubernamental en que nos han sumido.
Ayer, en el discurso de su movilización, el líder del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado (STSGE), dijo así ante sus representados: “Le pedimos a la gobernadora electa, Indira Vizcaíno, escuche la voz de los trabajadores, hemos sido muy pacientes, la paciencia la tenemos, lo único que nos falta es el salario para sobrevivir”. Y yo suscribo sus palabras; sólo que, como yo hablo en nombre de todo el pueblo, dado que me honro al representar una parte importante de él con todos mis compañeros antorchistas, digo que, la gobernadora electa debe escuchar la voz de todos, es decir, todos los colimenses que también han sido pacientes, y también les hace falta lo necesario para sobrevivir.
Como ya dije en las primeras líneas de este trabajo, es indudable que a partir del primero de noviembre comenzará un cambio importante en la gobernabilidad del Estado. Pero no lo olvidemos, un cambio no necesariamente significa que será mejor. Hay quienes dicen que será un cambio de régimen político, con una nueva generación de políticos, como ya lo estamos mirando en el nombramiento del nuevo gabinete estatal; pero eso tampoco es garantía de justicia social. “La prueba o la demostración del pudding está en comérselo”, dijo Federico Engels en alguna de sus obras, y yo así lo creo. “Vienen nuevos tiempos para nuestra Colima”, dijo la gobernadora electa en campaña. Muy bien. Pero mientras no demuestre que las familias viven mejor en su gobierno, los nuevos tiempos no cobrarán significado alguno.
Finalizo este trabajo de opinión, haciendo un llamado a la unidad a todos mis compañeros de lucha, en campaña por una vida mejor. En materia de justicia social para todos, todo está por hacerse y depende de la batalla contante. No hay, porque la historia ya lo ha demostrado con abundantes creces, gobiernos bueno sin gobernados atentos y vigilantes. Es muy cierto que todos los colimenses ya pedimos un cambio para mejorar. Pero aún no está demostrado que lo que viene, sea lo que el pueblo colimense verdaderamente necesita. La atención y el respeto a las organizaciones sociales, que el pueblo se ha dado por ser este su derecho constitucional, será la mejor prueba de que el cambio que se nos promete, será mejor. Pero como dije: ya veremos.
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