En 2014, Aquiles Córdova Morán, líder nacional del Movimiento Antorchista, publicó un análisis profundo titulado “¿Qué es la paz?”, una reflexión que, una década después, no sólo mantiene su vigencia, sino que resulta dolorosamente profética para el México actual. Su planteamiento sobre la paz resuena con fuerza en un país que registró 30 mil 523 homicidios dolosos durante 2023 (Sesnsp), evidenciando que estamos más lejos que nunca de alcanzar esa “paz social” que Aquiles Córdova describía.
La paz en México no será posible mientras la impunidad supere el 90 % y la violencia siga siendo el lenguaje cotidiano en vastas regiones del país.
La “zozobra respecto al futuro” que mencionaba el ingeniero se ha intensificado dramáticamente. Hoy, el 38.3 % de la población mexicana vive en pobreza (Coneval, 2022), mientras que el 1 % más rico del país concentra el 32.3 % de la riqueza total (OXFAM, 2023). Esta desigualdad abismal no solo persiste, sino que se ha agudizado.
Los “satisfactores necesarios” que el autor considera fundamentales para la paz social siguen siendo una quimera para millones. La inflación ha erosionado el poder adquisitivo del salario mínimo; el 56.2 % de los trabajadores permanece en la informalidad (Inegi, 2024), y 28.8 millones de mexicanos experimentan carencia alimentaria.
¿Cómo hablar de paz cuando el hambre toca a tantas puertas?
Aquella “paz de los sepulcros” se ha materializado de la forma más literal: más de 110 mil personas permanecen desaparecidas en México, mientras que la violencia ha convertido a ciudades enteras en zonas fantasma.
La “política del garrote” que criticaba se ha transformado en una estrategia de “abrazos, no balazos” que, paradójicamente, coincide con uno de los períodos más violentos de nuestra historia.
La “ostentación insultante” que mencionaba el dirigente del Movimiento Antorchista no sólo continúa, sino que se ha digitalizado: mientras las redes sociales exhiben la opulencia de una minoría, el 55.7 % de los hogares mexicanos carece de acceso a internet (Inegi, 2023). La brecha digital es sólo un nuevo rostro de la desigualdad como enemiga de la paz.
Pero quizás lo más preocupante es que aquella “plena satisfacción” que el autor consideraba elusiva se ha vuelto prácticamente inalcanzable. En 2024, el 68.5 % de los mexicanos reporta sentir inseguridad en su ciudad (ENSU), y el índice de paz en México ha caído por sexto año consecutivo (Instituto para la Economía y la Paz, 2023).
La “fraternidad humana universal” vislumbrada como un futuro imprevisible parece hoy más distante que nunca. México se debate entre la violencia del crimen organizado –que controla territorios enteros–, la desigualdad económica que fragmenta comunidades y una polarización social que amenaza el tejido mismo de nuestra sociedad.
El llamado del maestro Aquiles a “hacer menos aguda la desigualdad” resuena hoy con urgencia renovada. La paz en México no será posible mientras 52.8 millones de personas vivan en pobreza, mientras la impunidad supere el 90 % y mientras la violencia siga siendo el lenguaje cotidiano en vastas regiones del país.
La paz que México necesita requiere más que estrategias de seguridad: demanda una transformación profunda de nuestras estructuras sociales, económicas y políticas. Mientras ese cambio no ocurra, la paz seguirá siendo lo que es hoy: un anhelo cada vez más distante en el horizonte de los mexicanos.
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