El alto costo de la educación, agravado por salarios insuficientes y un gasto escolar que supera 10 mil pesos por alumno, ha llevado a miles de familias a depender de proyectos colectivos que permitan a sus hijos seguir en las aulas
En México, donde más del 40 % de los trabajadores apenas ganan un salario mínimo mensual (alrededor de 8 mil 364 pesos al mes, según datos de la Enigh 2024), costear una vida con lo indispensable se vuelve inalcanzable y hablar de educación media superior y superior para los hijos del pueblo se ha convertido en un tema de angustia, sacrificio e incertidumbre. La educación, que debería ser un derecho, hoy es percibida como un lujo inaccesible.
Sin embargo, en medio de este panorama adverso, el Movimiento Antorchista y la FNERRR (Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez) han emergido como respuesta a miles de familias, casas del estudiante, como bastiones de resistencia y espacios de esperanza para miles de jóvenes que, de otra manera, no podrían continuar sus estudios.
La desigualdad marca la realidad
Las familias mexicanas están enfrentando gastos que superan con creces sus ingresos. Para el ciclo escolar 2025-2026, el gasto promedio por alumno es de 10 mil 916 pesos, lo cual representa hasta 40 % del ingreso mensual en hogares con bajos recursos. A esto se suman alzas en útiles escolares (16.6 %), uniformes (10 %) y cuotas escolares (12 %), según datos de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec).
Esta crisis ha provocado que 61 % de los padres de familia reduzcan sus compras escolares, dejando a muchos jóvenes sin el material necesario para estudiar. En Tlaxcala no es la excepción: los gastos educativos en las familias han crecido, y la deserción escolar en el estado es crítica: nueve de cada cien estudiantes abandonan la educación media superior y más del 6 % la educación superior, según datos del Inegi. Las razones principales: falta de recursos, violencia, problemas familiares, rezago educativo y lejanía de las instituciones educativas.
Casa del Estudiante “Tlahuicole”, victoria del pueblo organizado
En este contexto tan adverso, nace en Tlaxcala una respuesta concreta y organizada: la Casa del Estudiante “Tlahuicole”, un proyecto impulsado por la FNERRR y el Movimiento Antorchista que se convirtió en realidad gracias a la lucha de miles de jóvenes y líderes sociales comprometidos con la educación.
Su historia no es sencilla. De acuerdo con María Fernanda Vázquez Hernández, actual dirigente estatal de la FNERRR, la casa fue el resultado de una intensa lucha estudiantil. Durante años, los jóvenes vivieron en casas rentadas, en condiciones precarias, sin servicios, a merced de desalojos constantes por falta de pago. “Llegamos a dormir hasta tres estudiantes en un mismo colchón”, recuerda.
La verdadera transformación inició en 2018, cuando más de 10 mil estudiantes se movilizaron en varias jornadas de protesta. El punto culminante fue un plantón de 95 días frente al Palacio de Gobierno, en el que los jóvenes se manifestaban diariamente y tomaban clases a la intemperie. Esta movilización masiva logró liberar 34 millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Federación, gestionados por diputados antorchistas.
Uno de los líderes clave en esta lucha fue Isaías Chanona Hernández, quien es actualmente dirigente estatal en Tlaxcala, antes dirigente nacional de la FNERRR, quien encabezó las negociaciones políticas y respaldó cada paso de los estudiantes. Junto con María Fernanda y otros líderes como el maestro Yorvelín y el ingeniero Carlos Noé Sánchez Rodríguez, lograron concretar uno de los proyectos estudiantiles más importantes de la región.
Más que un albergue
Inaugurada en noviembre de 2021, la Casa del Estudiante “Tlahuicole” no sólo ofrece techo, alimento y cercanía a los centros educativos. Es también una escuela de formación integral donde los estudiantes acceden a talleres culturales, círculos de estudio, danza, poesía, música y formación política.
“Hoy contamos con dormitorios dignos, salas de estudio, espacios culturales, agua caliente y servicios básicos. Aquí los jóvenes no sólo terminan su carrera, sino que salen con una conciencia crítica y un compromiso social real”, afirma María Fernanda.
La casa es un “pie de lucha” permanente, un símbolo de que la organización del pueblo puede transformar realidades. Es un espacio que demuestra que la juventud mexicana no sólo necesita becas, sino también estructuras y comunidades de apoyo que los sostengan en su camino académico y social.
La educación transforma la sociedad
El Movimiento Antorchista y la FNERRR no buscan simplemente graduar estudiantes. Su objetivo es formar líderes comprometidos con las causas justas del pueblo trabajador. La Casa del Estudiante “Tlahuicole” representa esa visión: un refugio para la juventud empobrecida, pero también un semillero de transformación social.
Hoy, cuando el sistema reduce a los jóvenes a mano de obra barata, estas casas demuestran que otra educación es posible: una educación popular, crítica, solidaria y profundamente humana.
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