* Don Aure cuenta cómo la vida de los olintecos no es la misma desde la llegada del Movimiento Antorchista, que los impulsa a trabajar por un futuro más próspero
Considerando la amenaza con fusiles, acordaron temerle más que a la muerte, a seguir con esa vida amarga, como dice la poesía. “Decidimos luchar; luchamos solos, sin decirle a nadie, pero vimos que no podíamos resolver el problema del maltrato que sufríamos, porque nadie nos hacía caso”.
El frío aún no cala en los huesos, pero ha refrescado la tarde; las nubes grises anuncian que habrá lluvia, mientras un leve viento arrebola los rostros. Don Aure mira hacia el horizonte y es el primer recuerdo que le llega: “cuando nos decidimos a luchar, el gobierno no nos hizo caso, entonces, vimos que no podíamos solos”.
Era el año de 1985 cuando un profesor les comentó que había llegado a Zacapoaxtla una organización que sí apoyaba a los humildes: Antorcha Campesina. Decidieron buscarla y, desde entonces, se convirtió en el faro que ilumina su camino y en la única organización que ayudó a cambiar el rumbo de la historia de un pueblo maltratado.
Ante la injusticia, la organización del pueblo
Para conocer la historia de lucha del pueblo olinteco entrevistamos a don Aureliano Gómez Sotero, un destacado antorchista, actor importante en esta historia de liberación del yugo caciquil. Don Aure, como le conocen, lleva casi tres décadas haciendo activismo político en la lucha por una sociedad más justa.
Antes de 1985, relató, los presidentes municipales eran puestos por el cacicazgo, no había elecciones. Los alcaldes no trabajaban por el progreso del pueblo, pero sí exigían trabajos forzados y cobro excesivo de impuestos; si no cumplían con la exigencia eran maltratados o se les llevaba a la cárcel.
Esta situación se agravó en el 85, cuando el gobierno federal realizó una obra de electrificación que benefició a varios municipios de la zona, entre ellos Olintla.
Al respecto explicó: “había mucho atraso y nos enteramos que sí recibía participaciones, pero no había obras. Además, cobró por la electrificación, tuvimos que dar como de a 20 mil pesos en aquel tiempo; nos estaba cobrando, pero nos enteramos que para ese proyecto el gobierno ya había mandado dinero.
Tardamos como medio año, pero no nos hacían caso, tuvimos que buscar ayuda. Un profesor dijo que había una organización recién llegada en Zacapoaxtla que sí apoyaba a los campesinos; sacamos comisiones para ir a buscarla, ya teníamos un buen grupo”.
La comisión en la que iba don Aure se entrevistó con el dirigente antorchista Fernando Figueroa. Durante la reunión, el líder social destacó la necesidad de que el pueblo se organice y luche, no sólo por la solución de la problemática del momento, sino por un futuro mejor para el pueblo olinteco.
El Movimiento Antorchista envió a un responsable a dirigir el trabajo político en el municipio, quien encabezó las reuniones y, junto con el antorchismo que estaba creciendo en el país, se realizaron las gestiones y actividades necesarias para pedir la intervención del gobierno.
“Nos reunimos donde ahora está el mercadito, éramos como 400… Sí le vamos a entrar, estuvimos de acuerdo”, narró.
Un gobierno antorchista
“Se cerró la presidencia por parte de gobernación; destituyeron al presidente por los problemas de maltrato a la gente; decían que en unos 20 o 25 días iban a arreglar el problema. ¡Qué van a venir! Tardaron ocho meses”, describió don Aure.
Gobernación puso un presidente interno por los cuatro meses que le restaban a la administración. También llegó el periodo de elecciones y acordaron participar, pues sabían que, si el presidente no era un representante de las familias humildes, la situación en Olintla no cambiaría.
Decidieron participar en la campaña, pero no tenían candidato; buscaron a varias personas que los representaran, pero no aceptaron: “no quiso nadie, porque dijeron que es un problema muy grande”.
Entonces fue cuando el grupo eligió a don Aure, no solo por su lucha decidida para liberar a Olintla del yugo del cacicazgo, sino por el compromiso que ya había mostrado por su pueblo.
Un día antes de la elección estaba programada, a las 6:00 pm, la llegada del delegado político con el que las planillas se pondrían de acuerdo sobre el mecanismo de votación, pero no llegó. Fue hasta las 11 de la noche cuando mandaron a traer solo a don Aure, a una reunión en la que ya estaba el candidato de oposición Jerónimo Arroyo y el delegado.
“En esa reunión, un familiar del doctor me dijo: mira Aureliano, en primer lugar, dinos ¿qué profesión tienes? No tengo nada, le dije, pero nadie nace sabiendo, voy a aprender”. El familiar resaltó: “no se trata de aprender después, aquí ya debes ir aprendido, o sea que usted no puede. Lo que estamos pensando es que te ofrecemos algo y de ahí te desapareces”.
Este se comprometió con darle el equivalente a tres meses de participaciones del ayuntamiento, con la condición de que se fuera del municipio y se llevara a su familia.
“Esa no es la forma, porque pienso que debemos jugar bien. Yo no estoy discutiendo por dinero, yo vengo a trabajar por el pueblo”, les dijo.
El candidato antorchista ganó la elección y su administración fue de tres años. Entre las obras más destacadas en su periodo fue la introducción del agua potable en las comunidades de Zaragoza, Bibiano y en la 4ta sección de Vicente Guerrero, la construcción de cinco aulas en Dimas López y seis en Vicente Guerrero, la compra del terreno para la primaria de Chipahuatlán, electrificaciones y el empedrado del centro de Olintla y otras.
11 de diciembre de 1990, la agresión
De 1987 a 1990 encabezó el ayuntamiento don Aureliano, tiempo en el que el cacicazgo trabajó arduamente para azuzar la campaña de desprestigio en contra del Movimiento Antorchista y la administración en turno.
Fue también cuando se intensificó en la zona la presencia de grupos sedicentemente “revolucionarios”, de “izquierda” y “organizaciones campesinas” que, como en los municipios de Huitzilan y Tecomatlán, donde el cacicazgo lastimó sus intereses ante la toma del poder por parte del pueblo trabajador, lanzaron lodo, enturbiaron los hechos ocurridos en Olintla y culparon de todas las desgracias a la organización de Antorcha Campesina. Echaron las culpas del cacicazgo sobre espaldas ajenas.
Para la siguiente elección, el cacicazgo operó para garantizar su retorno al palacio municipal.
“Nos ganaron, ¿cómo nos ganaron? No nos dejaron que llegaran varios de sus compañeros a votar. Fue a través de plebiscito, pero muchos no llegaron porque los detuvieron en el camino, ahí estaba la gente de los caciques, te paraban y si eras del grupo de Fermín Jiménez Lecona -el candidato de los caciques- te dejaban pasar; si eres del grupo de Antorcha, empezaban a disparar sus escopetas”, narró.
No ganaron la elección, pero el trabajo como grupo organizado continuó; realizaban faenas, gestiones y reuniones para politizar y educar a los pobladores.
Uno de los trabajos que encabezaron fue la rehabilitación de la tubería del agua potable en la comunidad de Chipahuatlán, una demanda muy sentida por la población; sin embargo, el ayuntamiento de Fermín Jiménez detuvo los trabajos durante una de las faenas, en la que su gente agredió a los asistentes y encarcelaron a varios.
En esos días difundieron el rumor de que correrían a los antorchistas, tanto dirigentes como a los mismos olintecos organizados. El cacicazgo en alianza con los de los municipios vecinos, trabajaron durante varios días, estuvieron enviando armas a la cabecera municipal de Olintla, porque tenían planeado expulsar a los antorchistas el 12 de diciembre de 1990.
“Nosotros nos enteramos y llegamos al acuerdo, con los compañeros, de que era necesario manifestarse para defender nuestro derecho y para exigir la intervención del gobierno del estado. Se programó juntar a los antorchistas del municipio para mostrar la fuerza, y también llegarían compañeros de Huitzilan, Hueytlalpan, Jopala y otros lugares en respaldo de nuestra protesta. El punto de concentración era el mercado”, reseñó.
La mañana del 11 de diciembre, cuando los antorchistas llegaban a las entradas de la cabecera municipal caminando, los pistoleros del cacicazgo de la región y de Olintla detonaron sus armas en contra de mujeres, niños, hombres, personas de la tercera edad.
En la agresión cayeron dos antorchistas del municipio de Jopala: Manuel Agustín Romero y Francisco García, así como uno de Olintla Manuel Marceliano Sotero; hubo 20 lastimados de bala, más de 70 golpeados con palos y puños, entre ellos muchas mujeres y niños, también encarcelados.
No sólo fue la agresión, tanto el personal que envió el gobierno del estado como el del ayuntamiento, insistieron a los líderes que se fueran de Olintla para dejar libres a los encarcelados y terminar el problema, pero el pueblo organizado sabe que ceder ante sus enemigos de clase, es regresar no solo al pasado, sino a una vida miserable y amarga.
Los olintecos, considerando las circunstancias, acordaron no rendirse, no correr, no temerle a la muerte, sino a esa vida amarga. Y desde entonces, dieron la lucha para liberar a sus presos y para cambiar la historia de Olintla, a través de la lucha, la gestión y el trabajo en colectivo.
La vida en Olintla no es la misma desde la llegada del Movimiento Antorchista: para muchas familias ha representado progreso y la entereza de trabajar por un futuro más próspero para sus hijos. En ese camino están.
“Aquí estamos gracias a Antorcha; logramos muchas cosas, gracias a Antorcha. Por eso llevo más de 30 años sirviendo a mi pueblo, estudiando y trabajando con ellos. Tengo en mi cabecita que tengo que hacer trabajo, ir a invitar y que yo debo estar aquí. Tengo 72 años, ahora ya voy despacito, porque ya estoy grande, pero yo sigo invitando, asistiendo a las reuniones. Aquí seguiré, porque sabemos que gracias a Antorcha se solucionó el problema”, finalizó.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario