MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CRÓNICA | Teatro “Aquiles Córdova Morán”, un sueño hecho realidad

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Tecomatlán, Pue. El sol apenas alcanzaba el cenit cuando en el corazón de la Mixteca poblana comenzaba a latir, una vez más, la más grande fiesta cultural del país: la XXI Espartaqueada Cultural Nacional.

Eran las 11:00 a.m. y en la plaza de toros de Tecomatlán se desbordaba la alegría, los colores y la identidad de un México profundo, orgulloso de sus raíces.

Un desfile marcó el inicio del evento. Uno a uno, los estados de la república fueron anunciados con firmeza y orgullo. Una pequeña representación de cada uno cruzaba la arena con un estandarte al frente, seguido por una pareja ataviada con el traje típico de su región. La escena era un mosaico vivo del país entero, reunido en un solo pueblo.

Después del desfile, las miradas se centraron en la figura del ingeniero Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista, quien subió al estrado para dirigir unas palabras que tocaron fibras profundas.

“Las Espartaqueadas son un esfuerzo de Antorcha para educar al pueblo, para despertar en él el orgullo de ser mexicanos”, expresó con voz firme, con esa convicción que solo nace del compromiso real con el pueblo.

Pero el día guardaba aún un momento especial. A las 5:30 p. m., la multitud comenzó a movilizarse hacia un punto clave: la inauguración del nuevo Teatro Aquiles Córdova Morán. A medida que me acercaba al lugar, algo dentro de mí se estremecía.

La magnitud del edificio, su arquitectura imponente y su presencia majestuosa me hicieron sentir pequeña, no en espíritu, sino en estatura, frente a una obra tan grandiosa.

A mi lado caminaba un niño de unos siete años, de la mano de su madre. Sus ojos brillaban como si contuvieran constelaciones enteras. Cuando por fin tuvo frente a sí el teatro, dijo, sin apartar la vista: “Parece mágico.” Y tenía toda la razón.

Días antes, algunos lo habían bautizado como El Partenón, comparándolo con aquel templo griego erigido en honor a Atenea, símbolo de sabiduría y belleza. Pero para mí, ese nombre se queda corto.

Este teatro no sólo es un homenaje a la cultura y al arte; lleva el nombre de un gigante: el maestro Aquiles Córdova Morán. Un revolucionario cuya obra y pensamiento han formado a generaciones enteras, y cuya huella se plasma ahora en piedra, acero y voluntad popular.

Este no es un teatro construido para las élites, para compañías cuyos boletos resultan inalcanzables. Es un teatro para el pueblo y del pueblo. Está en Tecomatlán, municipio de campesinos y obreros, de gente honrada y trabajadora, que ha sabido levantar escuelas, hospitales, servicios… y ahora, un auditorio que no le pide nada a los grandes centros culturales del país.

Ya había alrededor de 25 mil personas reunidas, esperando la llegada del maestro Aquiles. Entre ellos estaba don Julio, uno de los primeros antorchistas en Tecomatlán. De pie, junto a sus compañeros, formaban una valla humana, bien organizada, lista para recibir con aplausos a quien ha sido guía y faro durante más de medio siglo.

Y entonces ocurrió: aplausos a lo lejos, miradas que giran al unísono, emoción contenida. El maestro había llegado. Con su paso sereno, su sonrisa cálida y su saludo sencillo, fue saludando a los presentes. Su sola presencia despertó alegría y esperanza.

El corte del listón fue mucho más que un acto protocolario. Fue símbolo de unidad, de lucha compartida, de sueños convertidos en realidad. Ese listón fue sostenido, metafóricamente, por manos de albañiles, amas de casa, estudiantes, campesinos, niños… todos aquellos que pusieron un tabique, un granito de esfuerzo, un pedazo de corazón.

Como decía José Martí: “Los cimientos de una revolución verdadera son el alma del pueblo”. Y eso es el Movimiento Antorchista: un baluarte indestructible hecho de pueblo y para el pueblo.

Más de 25 mil artistas pisarán este escenario. Aquí se recitará, se cantará, se bailará y se actuará con la pasión que nace de los barrios humildes y los campos fértiles de esta patria que quiere florecer en justicia.

Desde esta pequeña gran tierra, yo invito a todos a conocerlo, a vivirlo. Vengan a ver con sus propios ojos el Auditorio del Pueblo, un lugar donde el arte no es privilegio, sino derecho.

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