El sistema capitalista ha perfeccionado durante siglos sus mecanismos de adoctrinamiento; herramientas que le han permitido aplazar su caída inminente. Con ello, frenan el espíritu de rebeldía y unidad de la clase trabajadora, pierden a las juventudes en la ignorancia y minan de forma severa la educación.
Hoy, las tendencias mundiales están regidas por las grandes industrias que defienden férreamente sus intereses monopólicos, mercantiles y, por supuesto, de clase. La música, el entretenimiento, la moda: la producción “cultural” y la reproducción de valores para las grandes masas no tiene otro objetivo más que la perpetuidad de un sistema económico-social dirigido por las élites de la burguesía.
La perpetuidad del sistema capitalista se manifiesta a través de la ignorancia y la desinformación en la industria cultural, ahogando el espíritu crítico y rebelde de las nuevas generaciones.
Carlos Marx, filósofo, economista e historiador alemán, hablaba ya de un concepto clave para entender esta situación desde el punto de vista del materialismo histórico: la superestructura.
De acuerdo con el teórico alemán y precursor del socialismo científico, la composición del sistema capitalista es, por una parte, todo el andamiaje económico, las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, lo que definió como estructura. Por otra parte, está la superestructura, que se refiere a las instituciones emanadas de la propia estructura, que determinan las prácticas culturales, sociales y políticas, las cuales, en términos de la lucha de clases, están alineadas ideológicamente como un instrumento de dominación para la clase trabajadora.
Federico Engels, revolucionario y cofundador de la teoría marxista, daba luz sobre este tema tan importante de entender en la actualidad. En sus cartas dirigidas a José Bloch, textos incluidos en sus Obras escogidas Tomo III (1970), sentenciaba:
“Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real (…) La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etcétera, las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma”.
Este control de las instituciones para el sometimiento del pueblo trabajador y la protección y resguardo de los intereses de la burguesía extiende su mano a la educación, los medios de comunicación, las redes sociales y, prácticamente, toda la producción de mensajes generados en la industria del entretenimiento y la información.
Actualmente, los valores que enaltece el sistema y su industria “cultural” están lejos de formar ciudadanos críticos y cultos. En su lugar, hunden cada vez más en la ignorancia a las nuevas generaciones.
Apología del crimen, violencia contra las mujeres, sexo, drogas y dinero fácil son los temas tendencia que encabezan las listas de popularidad en los medios de comunicación masiva. Los artistas que acumulan millones de oyentes y miden su fama a través de las redes sociales son el claro ejemplo de la descomposición social que fomenta el sistema.
Estas “modas” trascienden fronteras, mediante la globalización creada por el libre mercado, con el objetivo de generar mayores utilidades y enterrar, cada vez más, a la humanidad en una ignorancia abismal, una narcotización mental que le ha robado en absoluto el espíritu contestatario y rebelde a las sociedades y, más lamentable aún, a los jóvenes que están ahora más preocupados por emular comportamientos criminales, hacer retos en redes sociales o seguir tendencias sin sentido.
De acuerdo con datos de la industria musical, México aportó 52 millones de usuarios en plataformas digitales en el año 2022 y tuvo como artistas más escuchados a: Bad Bunny, Grupo Firme, Luis R. Conriquez, Karol G y Natanael Cano, todos ellos impulsores de la cultura banal que va en detrimento del despertar social.
La proliferación de estos “artistas” que surgen de la nada es una necesidad de la burguesía para garantizar su perpetuidad como clase dominante; sólo así se entiende el éxito fácil y rápido que tienen, un éxito impulsado por el sistema mismo.
Daré tres ejemplos de la letra de los “éxitos musicales” que están en boga y que tienen eufóricos a niños y jóvenes. Infinidad de composiciones como estas se pueden encontrar en el mercado, una verdadera ofensa a la inteligencia humana.
“Tití me preguntó” de Bad Bunny: “Ey, Tití me preguntó si tengo mucha novia, mucha novia. Hoy tengo a una, mañana otra, ey, pero no hay boda… Me las vo’ a llevar a toa, pa un VIP, un VIP… Quisiera mudarme con toas pa una mansión… Mucha’ quieren tener mi primogénito, ey, y llevarse el crédito…”.
“PRC” de Peso Pluma y Natanael Cano: “Me levanto, un baño y me pongo a forjar (¿?). Es veneno, da pa’rriba, de muy buena calidad… Bien forrados los paquetes van, no hay pendiente, no puedo fallar, siempre estoy listo para cruzar. Polvo, ruedas y también cristal, aquí el papelito viene y va…”.
“B de bellako”, de El Malilla, Yeyo, Dj Rockwel: “Bdebellako y c de chacalón, chakalón, chakalón… Tanga de peluche, a mí me dicen el dedotes, quiere que la frote, la peine y la trote. La subo a OnlyFans porque yo soy su padrote… No sabe que en las noches yo le doy pam pam… Tú eres golosa, golosa, golosa, me gusta que todita te cabe en la boca, me gusta que en la cama seas una loba, me gusta que ese culo a mí me lo roza…”
Es indudable que los gobiernos capitalistas, incluyendo México, contribuyen a esta crisis y no les interesa la formación de ciudadanos críticos a través de la educación y la cultura de altos vuelos. Claramente, el sistema educativo está al servicio de la clase en el poder.
En nuestro país, 27 millones de personas se encuentran en situación de rezago educativo, de acuerdo con el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). A este dato se suman más de 4 millones que no saben leer ni escribir, más de 7 millones que no han terminado la primaria y 15 millones 600 mil más que no han concluido la educación secundaria.
Este panorama evidencia, a todas luces, el desinterés gubernamental por la educación. Nos enfrentamos, en conclusión, a una enorme barrera: la ignorancia, generada por las condiciones mismas del sistema que mantiene a la población en la miseria y el atraso.
En México, de acuerdo con estimaciones del Consejo de Evaluación de la Ciudad de México, hasta 2022 se estimaba que 100 millones de ciudadanos estaban en situación de pobreza, una condición lamentable que, incluso, ha sido maquillada por el Gobierno federal mediante métodos de evaluación estadística que únicamente reconocen a 47 millones de pobres.
Ante esta situación, el camino a seguir es claro: la educación política debe fomentarse con mayor ahínco como una necesidad básica para despertar al pueblo, para abrirle los ojos a las juventudes y romper con ese letargo fomentado por las élites de la burguesía de manera intencional.
En el Movimiento Antorchista tenemos la claridad de esta realidad social que se dirige, sin contemplaciones, a embrutecer al pueblo; y sabemos que la alternativa es educarnos políticamente, organizarnos y luchar.
Avancemos con paso firme y contundente hacia una sociedad con un pensamiento elevado, que cuestione las causas de su miseria y transforme su realidad mediante la acción revolucionaria.
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