Durante estos meses de emergencia sanitaria en los cuales se estableció el aislamiento social de toda la población debido a la pandemia por la covid-19, se ha hablado en cuantiosas ocasiones de los estragos que se han suscitado en diferentes sectores de la población. Los titulares en prensa escrita, televisión, radio e incluso plataformas virtuales dejan al descubierto la ruina de pequeñas y medianas empresas, la pérdida de empleos formales, la incertidumbre educativa por la desigualdad de oportunidades en el acceso a la internet, el estrés del "home-office&rdquo, etc.; poco se podría leer en cuanto a la situación de desamparo que sufre una parte de población llamada: adultos mayores.
Pero, ¿qué es este sector olvidado? ¿A quiénes se les conoce como un adulto mayor? Dentro del desarrollo humano, conocido como una serie de cambios biológicos, físicos, emocionales, psicológicos y sociales, que atraviesa una persona a lo largo del trayecto de vida, encontramos siete etapas: fase prenatal, infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez y ancianidad. Cada una de estas fases acarrea consigo una serie de cambios que son indispensables para la evolución del individuo. La vejez es la etapa cuyo inicio es determinado por cada sociedad y en países en desarrollo como el nuestro, se acepta como inicio de la vejez los 60 años, mientras que en países desarrollados es a los 65 años. En México esta etapa se refiere a un estado en el que se suman todas las experiencias de la vida marcando el inicio de una fase en el que las personas presentan condiciones de vulnerabilidad física, social y económica.
Si recurrimos a la historia podremos rememorar que desde las antiguas civilizaciones a esta parte de la población se le reconocía por la experiencia y sabiduría que podían aportar al pueblo. En culturas como la griega o la hebrea, los ancianos ocupaban un lugar privilegiado y de gran estima en la toma de decisiones, de ahí que la mayoría de ellos formaran parte de los llamados Consejos de Ancianos. Otro ejemplo lo encontramos en el Imperio Romano, donde el "pater familias&rdquo, que era la figura de los ancianos, fue tan sobresaliente que decidía sobre toda la familia.
En el México prehispánico los ancianos eran muy respetados en cualquier civilización, a ellos se les encomendaba realizar distintas ceremonias religiosas. Sus consejos se tomaban en cuenta para organizar a la familia, en la toma de decisiones para la guerra y hasta en la imposición de sanciones. Hoy en día estamos lejos de estas prácticas y en gran parte de nuestro territorio la condición de vida de un adulto mayor se convierte difícil debido a la pérdida de oportunidades de trabajo, actividad social y en el peor de los casos son excluidos o rechazados por su familia o sociedad, siendo condenados a vivir en la indigencia.
En marzo del 2020, en El Financiero se leía: "El dolor de ser anciano en México”. En el preámbulo de una pandemia se ponía de manifiesto la carencia de salud y seguridad financiera para los adultos mayores en nuestro país, al mismo tiempo que se anunciaba que su situación se tornaría cada vez más difícil. Según este portal, para el año 2019, en Estados Unidos se determinó el ingreso promedio que tendría que pagar por año una persona anciana para vivir en casa propia: US $25,416 ($507,049 pesos) y en casa rentada US $36,208 ($722,349 pesos). En la lista de necesidades de un adulto mayor, deben estar presentes los gastos del hogar, cuidados de salud (tratamientos y medicamentos), alimentación, vestido, calzado y, claro, esparcimiento. En México estas cifras son inalcanzables para un porcentaje muy alto de ancianos, sobre todo para aquellas mayores de 70 y 80 años, quienes carecen de recursos para proporcionarse una salud y bienestar aceptables.
En nuestro país la mayoría de los adultos mayores sobreviven en condiciones precarias con mala alimentación, servicios médicos en instituciones públicas congestionadas donde falta el medicamento que se requiere. Unos sobreviviendo con alguna pensión que lograron obtener en sus años laborales, la cual oscila en los tres mil doscientos pesos mensuales, otros tantos empleándose en pequeños trabajos, como por ejemplo los empacadores en supermercados, quienes trabajan seis días a la semana, en jornadas de seis horas diarias por un aproximado de 200 pesos diarios en temporadas buenas, es decir, un aproximado de 4 mil 800 pesos al mes. También existe la otra parte que sobrelleva sus gastos con los apoyos que el gobierno federal le otorga, que equivalen a 2 mil 600 pesos bimestrales ($1, 300 pesos por mes). El gobierno ha fracasado por completo al no crear un soporte básico para los más ancianos, que, en México ya son 15.4 millones de personas, de las cuales 1.7 millones viven solas. Solo el 41.4% son económicamente activos, y el 69.4% presentan algún tipo de discapacidad, de acuerdo con la última encuesta del Inegi.
Ahora entendemos el por qué durante estos días hemos visto notas de abuelitos pidiendo dinero en los semáforos para lograr algún ingreso, también hemos visto videos de asilos pidiendo la buena voluntad de la ciudadanía, el desgarrador video que circula en la famosa plataforma de "Tik Tok” en el cual un anciano es abandonado al borde de una carretera por ser positivo a la covid o el caso en Yucatán del señor Santiago, de 84 años, quien es ciego de un ojo y el otro tiene glaucoma, y sin embargo, arriesga su vida para salir a las calles ofreciendo su trabajo de jardinería a cambio de comida o algún pago monetario. Las políticas gubernamentales para atacar esta pandemia han sido erróneas, la crisis económica se siente por todos los flancos, afectando con mayor voracidad a los más vulnerables y es evidente que el programa de 65 y más no cumplirá más que una meta electorera. Nuestros adultos mayores seguirán en el olvido y la indefensión si no se busca un gobierno humanista y equitativo, un gobierno en el cual se vele por las necesidades de los más desprotegidos. México necesita un gobierno que cambie el significado de ser adulto.
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