Están por terminar, o han terminado ya, tanto las clausuras del ciclo escolar 2023-2024 como la entrega de documentos a niños y jóvenes que terminan sus diferentes niveles educativos.
En todas y cada una de las ceremonias realizadas, la satisfacción y la felicidad de los padres de familia fueron más que evidentes. Todo eso, o cualquier gasto, lo justifican con tal de ver al hijo culminando una de las etapas de su vida.
Según Inegi, de cada 100 niños que inician la primaria, sólo 28 pueden terminar una carrera profesional; el resto, 72, no termina la primaria o se queda en cualquier nivel de la secundaria, de la prepa o la universidad.
A los niños, adolescentes y adultos que han terminado un nivel les llueven felicitaciones, abrazos, obsequios y muchas otras manifestaciones de cariño por el logro obtenido por sus padres y familiares, compañeros de escuela, maestros y directivos. Todo ello bien merecido.
Esta experiencia formará parte de los recuerdos que los motiven y den satisfacción y seguridad toda su vida. Serán inolvidables e irrepetibles para cada individuo. Sin embargo, todo el mundo sabe, y principalmente los padres de familia, que todo esto es temporal y que, si bien es cierto, el niño o el adolescente ha avanzado, aún le faltan otros niveles.
Después de los gastos de las clausuras, ahora hay que afrontar los gastos del nuevo ingreso al siguiente nivel, lo que implica otro nuevo viacrucis: hay que ahorrar y “estirar” hasta el último peso para comprar uniformes, libros, gastos de inscripción y un sinfín de gastos más.
Entiendo que para la clase media dicha situación no le afecta en el mismo grado, y mucho menos les afecta a los poderosos, pero hablo de las clases pobres que viven al día, con un salario miserable que apenas les alcanza para malcomer y malvestir; son ellos los que tienen que afrontar ineludiblemente estos gastos si quieren que sus hijos puedan seguir estudiando.
Ningún padre piensa o quiere que su hijo se quede sin estudiar. Eso implicaría que, a futuro, cuando se incorpore al mercado laboral, sólo podrá conseguir empleos muy mal pagados o que su hijo se exponga y aumente la probabilidad de caer en los vicios que hay en la sociedad o ser presa fácil de los grupos delincuenciales.
De no ser así, será una carga que dependa totalmente del ingreso de sus padres, y eso, a la larga, es un inconveniente y una desgracia, pues, por fuerza, los padres de familia envejecen y terminan por no poder trabajar.
Los niños y los jóvenes, imbuidos por la propaganda de la sociedad, tienen todas las ilusiones y el deseo de estudiar para ser solventes o poderosos económicamente. Creen que al estudiar podrán cumplir todos sus sueños.
Desafortunadamente, los sueños y la realidad no coinciden. Las estadísticas del Inegi dicen que de cada 100 niños que inician la primaria, sólo 28 pueden terminar una carrera profesional; el resto, 72, no termina la primaria o se queda en cualquier nivel de la secundaria, de la prepa o la universidad.
Por poner un ejemplo, en el Edomex, en el nivel medio superior, había 658 mil 668 estudiantes, pero la tasa de deserción en este estado es del 11.7 %, lo cual significa, en números absolutos, que 77 mil 065 estudiantes no pudieron terminar este nivel de estudios.
¿Qué factores provocan lo anterior en este estado? Según Irma García, investigadora en educación de la UAEMex, son: el joven tiene que ponerse a trabajar por la ausencia o falta de alguno de los padres, debe aportar con gastos en su hogar; falta de orientación de los adolescentes o jóvenes que les impide formarse un plan de vida que les motive y permita continuar.
Un bajo rendimiento académico es motivado por las dificultades de diferente índole y se refleja en la falta de comprensión de sus unidades de aprendizaje, desinterés por realizar sus tareas y, por lo tanto, la reprobación y el abandono escolar.
Mención aparte son: “las deficiencias académicas presentadas desde la educación básica, es un reflejo del deterioro en el sistema educativo del país que no solamente ha sido afectado ahora en la pandemia, sino desde hace varios años atrás.
Hay una falta de rigurosidad, una mínima coordinación entre los subsistemas educativos, así como de formación didáctica de docentes y, por supuesto, algo muy importante que se vio muy detallado en los últimos dos años: la falta de infraestructura y equipamiento en las aulas”.
Así pues, con una situación económica familiar deplorable, con problemas académicos por falta de motivación y aprendizaje sumados a una infraestructura escolar deficiente, qué de extraño tiene que muchos niños y jóvenes, a pesar de la euforia y alegría que acaban de experimentar, se vean enfrentados a una cruda y cruel realidad que, aunque no lo quieran, les impide continuar sus estudios, aun cuando muchos de ellos pudieran ser muy buenos técnicos o grandes profesionistas.
Esta es la verdadera realidad y no las cuentas alegres que nos cuenta la 4T, que nos habla de un mundo feliz, feliz.
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