Si bien es cierto que, en nuestro país, cada primero de mayo, desde 1913, se conmemora el 1º de mayo, este acto de protesta, a mi consideración, ha dejado de lado las razones esenciales que llevaron a su surgimiento, y no es culpa de los trabajadores, que han sido víctimas de los supuestos líderes sindicales que dicen representarlos, de los gobiernos que dicen apoyarlos pero en los hechos implementan políticas que favorecen a los empresarios y de sus propias condiciones materiales, pues es muchos casos deben trabajar jornadas extenuantes, pasar horas en el transporte para llegara a sus centros de trabajo, mal comer, mal descansar, mal curarse, mal recrearse y una larga lista de males que padece como consecuencia de la precariedad económica a la que está sometido, arrebatándole toda intención de educarse, politizarse y luchar por cambiar el sistema político económico que lo tiene sometido como una simple bestia de trabajo más para el enriquecimiento de unos cuantos: los dueños del capital.
Cabe recordar que el 1º de mayo surgió como una manifestación de la unión del proletariado mundial, aunque la pseudoizquierda lo ha olvidado, o finge hacerlo porque a sus intereses así conviene, cuando mucho, hay algunos pocos que se remontan a la masacre de los obreros de Chicago ejecutados por el capital estadounidense en 1886 (quienes pedían la reducción de la jornada laboral a 8 horas), pero su verdadero origen y objetivo viene de mucho más atrás. En septiembre de 1864, Carlos Marx y Federico Engels encabezan la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (conocida como la Primera
Internacional), donde se proclama que el gran deber de las clases trabajadoras es la conquista del poder político y se convoca a la emancipación de la clase obrera bajo la consigna ¡proletarios de todos los países, uníos!
En julio de 1889, en París Francia, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional planeó y acordó la realización de una gran manifestación internacional de todos los trabajadores en todos los países del mundo, para exigir de manera simultánea la reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias, entre otros reclamos obreros.
A partir de 1890 los obreros de todos los países realizan cada 1º de mayo “una jornada de lucha combativa donde pasan revista de sus fuerzas organizadas, con movilizaciones multitudinarias exigiendo respeto a sus derechos laborales, solución a sus principales demandas políticas y sociales, además de promover la unidad y solidaridad internacional de la clase obrera en el mundo”, o por lo menos eso debería suceder, sin embargo, el propio sistema de ha encargado de ir minando la lucha de la clase trabajadora al grado de que no sea un peligro para sus intereses mediante el sometimiento férreo.
Hoy en día, la necesidad de esa lucha colectiva y fraterna es más necesaria que nunca, la realidad obliga a los trabajadores a organizarse porque es la única salida viable que les queda, como bien lo señalaron Marx y Engels desde la Primera Internacional. Si vemos la situación que atraviesa la clase obrera, por lo menos en nuestro país, nos daremos cuenta que los jóvenes obreros se ven obligados por la precariedad a trabajar más de 48 horas a la semana, con salarios bajos y sin el pago de “horas extra” (organización
Youthbuild-México), lo que lleva al desmoronamiento de las garantías legales para los trabajadores frente a la precarización del trabajo, más empleo informal, desfiguración del contrato laboral y omisión de responsabilidades patronales.
Hay que mencionar que 32.2 millones de mexicanos labora en la informalidad económica, sin contratos ni respaldo legal, con salarios de sobrevivencia, a pesar de los“aumentos al salario” anunciados con bombo y platillo por el gobierno de Morena, que son evaporados por la inflación, y el 45.4 millones de mexicanos está en pobreza laboral con ingresos insuficientes para comprar la canasta básica.
Por otra parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que la fuerza de trabajo se ha incrementado en un 25% entre el 2000 y 2019. Para 2021 el número de empleados era de 3.471 millones, frente a 2.766 en el año 2000. Los asalariados, 1.150 millones en 2000, pasaron a 1.753 millones en 2019. “La fuerza de trabajo hoy, es mayor que en cualquier otro momento de la historia”.
De estos datos se desprende que el trabajador industrial ha crecido en número, a los que se debe añadir el proletariado de las agroindustrias, trabajadores por cuenta propia y desempleados. La relevancia de estos datos radica en que el conjunto de los derechos sociales tiene a la lucha obrera como un factor clave de éxito, así lo revela el estudio de Pippa Norris: Driving Democracy, Do Power-Sharing Institutions Work?
Dicho estudio señala que: los trabajadores industriales han sido agentes clave de la democratización y, en todo caso, son aún más importantes que las clases medias urbanas. Cuando los trabajadores industriales movilizan la oposición masiva contra una dictadura, es muy probable que siga la democratización y sea derrotada la dictadura.
La diferencia, entonces, está en la medida y forma de participación de la clase obrera, especialmente industrial, donde se concentra el proletariado. Su disciplina laboral, su organización independiente de los intereses de las clases dominantes, sus redes de solidaridad, son parte de los factores de éxito en sus luchas, explica el documento. Así como lo vislumbraron Marx y Engels, el proletariado, es decir, la clase obrera, el campesinado medio y pobre y otros sectores explotados, son quienes tienen la posibilidad
real de cambiar al mundo. Una tarea que sigue pendiente y está en manos del pueblo trabajador. Si hoy más que nunca hay una mayor clase trabajadora, eso implica que hoy más que nunca en la historia hay una brutal explotación y enriquecimiento de unos cuantos bolsillos, que son los de los dueños del capital, ante este panorama sólo queda un camino, el que dijo Marx: ¡proletarios de todos los países, uníos!
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