De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), se denomina establishment al “grupo de personas que ejerce el poder en un país, en una organización o en un ámbito determinado”. Establishment, también llamado grupo de poder, poder establecido, clase dominante, hace referencia a un cerrado grupo social que selecciona a sus propios miembros, con un proceso de selección por herencia, méritos o elecciones, y puede ser utilizado para describir estructuras específicas de élite arraigadas en algunas instituciones.
Los que pertenecen al establishment son y forman parte del gobierno, de las cúpulas empresariales, de los medios de comunicación, de las elites políticas; y toman las decisiones en materia de economía, justicia, salud, educación, seguridad y siempre en beneficio de ellos.
En México y en casi todo el mundo, esta desigual lucha se ha dado desde sus orígenes; podemos decir que nació a la par que el sistema esclavista. Primero, se impusieron por la fuerza, después mediante una latente y constante amenaza de castigar o infringir algún daño, y al final dogmatizando.
Ha sido una lucha constante que ha pasado por diversas etapas y distintas formas, pero que siempre ha tenido un solo objetivo, para unos; no perder su status, ostentarse en el poder eternamente, vivir con privilegios e impedir que la clase oprimida aspire, aunque sea con el pensamiento, a una vida digna y honrosa, para otros, para los más, dejar de cargar, o por lo menos aliviar la onerosa carga de este privilegiado y reducido grupo que dando por sentado que es dueño de todo el mundo vive, goza y disfruta de todo lo habido y por haber a expensas del trabajo y la salud de todos los demás.
Estas diferentes fuerzas de poder, que hoy controlan nuestra existencia con una serie de acciones para encauzar nuestros gustos, pensamientos y acciones, coaccionando y controlando todos los aspectos de nuestra vida, desde lo que escuchamos en la radio, leemos en los diarios, así como el contenido de lo que vemos en los televisores, también deciden como nos vestimos, imponen las modas y su tiempo de duración, en qué nos transportamos, en qué gastamos nuestro dinero y con quien nos endeudamos, qué comemos, en que tiendas departamentales compramos nuestros artículos y hasta cómo educarnos a los adultos a los jóvenes y a nuestros niños. Si, por absurdo que parezca, el control del establishment es absoluto sobre las minorías, que en realidad es la mayoría.
Hoy, el ciudadano promedio es un perfecto autómata, según datos del INEGI, el mexicano promedio duerme menos de 6 horas al día, se levanta a las 5 de la mañana para desplazarse a sus centros laborales, e invierte en ese traslado alrededor de una hora. Desayuna en un puesto ambulante cualquier fritanga, e ingresa a su centro laboral donde permanecerá hasta 10 horas con un intermedio para consumir algún alimento que apenas le dará algo de energía. Después utilizará otra hora para regresar a su domicilio, donde tendrá, si es mujer, que revisar tareas, lavar trastes, preparar la cena y la comida del día de mañana y, si es hombre, apoyar en lo que pueda. De su magro salario, tendrá que disponer para pagar la renta, o la mensualidad de la casa, la luz, el agua, el internet, la televisión de paga, los alimentos que se consumirán durante la semana o la quincena según sea el caso, ropa y calzado, los pagos de refrendo del empeño, así como la gran trampa de las tiendas de abonos chiquitos, para pagar poquito y que son uno de los mayores lastres para la economía de la clase asalariada.
A todo esto, habrá que agregar la delincuencia organizada, que puede despojar de sus pertenencias, un día sí y otro también, a los millones de trabajadores que utilizan cualquier medio para acudir a ganarse su sustento y el de su familia. Y, por si fuera poco, gastar grandes cantidades en el máximo distractor y enajenador actual, el celular.
El día domingo, el narcótico perfecto, el infaltable partido de futbol, las luchas y el resumen deportivo que pasan en horario estelar, acompañado de comida chatarra y cervezas, será la puntilla que dará el estoque final, al mísero pago por aportar a la economía de este país, lo único que tiene el trabajador, su mano de obra. Los más consientes, saldrán a pasear con su familia, algunos, los menos, harán ejercicio o visitarán algún museo, casi nadie leerá un libro y muchos escucharán que es nuestro destino y que más nos vale poner la otra mejilla.
El mexicano no tiene conciencia cabal, de lo manipulado que se encuentra, gracias al bombardeo constante de la publicidad, que pagada por los grandes consorcios, no dudan ni tantito en invertir enormes cantidades de dinero y recursos pagando propaganda para atraer a los compradores, que ávidos de sentirse gente bien gastará hasta lo que todavía no ha ganado. Comprará el celular más grande, la pantalla de televisión con más leds, el carro que se estaciona solo, sarcásticamente, entregará buena parte de su vida, a la tienda que como slogan dice que es parte de tu vida. Y a todo esto, sin un momento de reposo, con un cansancio casi endémico, el trabajador, el joven estudiante y el niño ya dogmatizados, no tendrán momento de reposo porque su presente y su futuro ya están empeñados, su vida entera ya no les pertenece, su felicidad y alegría es efímera, dura lo que tarda en salir el nuevo celular, el nuevo modelo de coche, la nueva sartén multi usos que nada se le pega y que se tarda una vida en pagar. Esperará con frenesí, el Buen Fin, que es bueno y mucho, pero solo para las empresas coludidas en semejante engaño y que solo sirve para despojar a los incautos de lo que ya no tienen.
Así, controlado, ni cuenta se ha dado, que los programas educativos, están desarrollados para que sus hijos no piensen, no reflexionen y no utilicen el raciocinio lógico matemático, y todo esto, con la finalidad de crear únicamente seres obedientes al sistema, que no alcen la voz, que no discutan ni objeten nada de lo que la oligarquía decida.
En México, hoy mismo, los libros de texto gratuitos han sido manipulados desde el poder, para reescribir la historia, con el único fin de dogmatizar a las nuevas generaciones (Buzos de la Noticia No. 1016) en este documentado artículo, su autor, Trinidad González, advierte sobre el uso y abuso, así como de las grandes consecuencias que tal acción acarreará sobre las nuevas generaciones.
A pesar de todas las condiciones en contra y por eso mismo, es impostergable, que la clase trabajadora cobre conciencia de esta y otras circunstancias más, que por espacio no es posible citar, pero que al igual de las arriba comentadas, son las creadoras de la pobreza emocional, cultural y económica de toda una nación y que, a semejanza de las tiendas de raya de la época de la Revolución Mexicana, que le quitaban al trabajador su paga, alegando una y mil, trapacerías, así, hoy perdemos nuestro salario a manos de los que perversamente planean quitarnos nuestro escaso ingreso a cambio de cuenta cosa se les ocurra.
Dejar en manos de unos cuantos, la decisión de cómo hemos de vivir, vestir, calzar, que comer y que pensar, es lo que nos ha llevado al límite del precipicio.
Debemos de tomar las riendas de nuestra vida y hacernos responsables, tomando las decisiones adecuadas. Para ello debemos analizar el esquema actual y modificarlo, pero de manera pensante, de manera científica, utilizando las únicas herramientas capaces de poder interpretar la problemática y ofrecer una ruta digna, pacífica y asertiva, me refiero a el materialismo histórico y a la dialéctica, que son y serán, sin duda, los formadores de una nueva generación y tendrá que ser la clase trabajadora, los desmañanados, los mal alimentados, los que duermen en el transporte rumbo a la chamba para poder reponer el sueño, los que regresan por las noches agotados, los que viven en multi familiares, o en casas de cartón los que tendrán que hacer el cambio.
Nadie lo hará por ellos; pensar que el establishment hará algún cambio que sea en beneficio de la clase obrera, es iluso, por decirlo de manera amable.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario