Del 5 al 13 de abril, Tecomatlán, Puebla —conocida como la Atenas de la Mixteca— se convertirá nuevamente en la capital cultural de los pobres de México. Aquí se celebrará la XXI Espartaqueada Cultural Nacional, el evento artístico no gubernamental más importante del país, donde miles de artistas populares demostrarán que el arte no tiene por qué ser exclusivo de las élites, como en el modo de producción capitalista, sino que es parte fundamental para la transformación de la conciencia y la elevación espiritual del pueblo trabajador.
En un país donde millones deben elegir entre comer o disfrutar del arte y la cultura, la Espartaqueada representa un faro de esperanza.
En México, el acceso a la cultura sigue siendo un privilegio de clase. Es bien sabido que, en muchos países como México, la mayoría de los museos, teatros, festivales y conciertos gratuitos o subsidiados se concentran en las capitales o las grandes urbes, dejando de lado a la población que vive en la periferia o en los municipios de los estados más pobres del país.
Por ejemplo, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México se ofrecen exposiciones, funciones de bailes folklóricos, ópera y concierto, pero sólo los domingos, y en ocasiones especiales, la entrada es gratuita.
Sin embargo, la población que vive relativamente lejos de allí, como Ecatepec, Chalco o Nezahualcóyotl, necesitaría gastar hasta 200 pesos para ir y regresar, sobre todo si asisten en familia. Esto representa casi un día de salario mínimo.
Los números no mienten: el 42.6 % de los capitalinos y el 48.9 % de los mexiquenses viven en pobreza por ingresos, haciendo imposible costear la asistencia a esos eventos.
En caso de que quisieran asistir algún otro día, el costo es simplemente inalcanzable para los más pobres, pues al transporte se le agregaría el costo de la entrada, que es de entre 300 a mil 500 pesos.
Otro ejemplo es el de Campeche, que cuenta con apenas doce museos, la mayoría concentrados en la capital y Ciudad del Carmen. Para un campesino de Hopelchén o Calakmul, visitar un recinto cultural significa invertir entre 240 y 300 pesos en transporte, dinero que muchas familias necesitan para comer. Esta es la cruda realidad que el Movimiento Antorchista Nacional (MAN) busca transformar desde hace cuarenta años.
Frente a este panorama, las Espartaqueadas Culturales representan mucho más que un concurso: son parte de la revolución de conciencias y de la transformación del hombre que promueve el antorchismo a nivel nacional.
A diferencia de los eventos culturales tradicionales donde el pueblo es mero espectador, aquí los marginados se convierten en creadores. Son los hijos de obreros, campesinos y amas de casa quienes declaman poesía, ejecutan danzas folklóricas y cantan, demostrando que también los pobres de México tienen talento artístico y son capaces de disfrutar del arte.
La delegación campechana que participará este año puede ser modesta en número, pero es gigante en significado. Cada bailarín, cada declamador, cada músico que suba al escenario en Tecomatlán llevará consigo la voz de quienes han sido silenciados por un sistema que comercializa la cultura.
Su participación no es sólo una muestra artística, sino un acto político que cuestiona las estructuras que reservan el arte para unos cuantos.
Lo que hace único al modelo antorchista es su visión integral: no se conforma con llevar cultura a los marginados, sino que los convierte en protagonistas de su propio desarrollo cultural. En colonias populares y comunidades rurales, el MAN ha creado una red de talleres y grupos artísticos que rompen con la lógica capitalista del arte como mercancía.
La XXI Espartaqueada será un termómetro de este movimiento cultural alternativo. Durante ocho días, se evaluarán avances y desafíos, pero sobre todo se demostrará que es posible otro modelo: uno donde la cultura sea un derecho ejercido por todos, no un privilegio de algunos.
En un país donde millones deben elegir entre comer o disfrutar del arte y la cultura, este evento representa un faro de esperanza.
Con las Espartaqueadas Culturales estamos logrando redimir al arte de las etiquetas de negocio y enajenación que le ha grabado el sistema capitalista, sistema que todo lo convierte en mercancía, a la que solamente tienen acceso los más ricos.
Con esta actividad cultural antorchista, tanto amateur como profesional, totalmente ajena al interés de la ganancia y el negocio, ya estamos liberando al arte de esas cadenas doradas que le impone el capitalismo.
Por todo esto, saludo con entusiasmo a la Espartaqueada Cultural Nacional 2025, e invito a todos, compañeros y amigos, a que nos acompañen del 5 al 13 de abril a Tecomatlán.
Esta es la invitación: a presenciar no sólo un festival artístico, sino el germen de una nueva sociedad donde la cultura sea tan libre y abundante como el aire que respiramos.
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