En conferencia mañanera, de la que debía avergonzarse tanto por la falta de originalidad, como por lo burdo de los temas tratados, como por las respuestas que da a las interrogantes, hechas con la intención de que el interrogado aparezca como una estadista fuera de serie, el gobernador poblano Miguel Barbosa Huerta, cual Júpiter Tonante, palabras más palabras menos, expresó que buscaría a los dirigentes antorchistas para dialogar con ellos, aclarando que, eso sí, no entregaría directamente ningún recurso para la realización de ninguna obra a la dirección estatal del Movimiento Antorchista. Tratamos el asunto por las lecciones que nos deja, pero creo necesario recordar que esto sucedió hace algunos ayeres, tantos que seguramente provocaron ya en la en la mente de los lectores o de los radioescuchas un olvido total, tanto por el tiempo transcurrido, como por lo intrascendente de la declaración, así que es muy posible que nadie tenga presente semejante tontería.
Seguramente el gobernador Barbosa, creyéndose Maquiavelo de huarache, pensó que el Comité Estatal del Movimiento Antorchista estaba muriéndose de la necesidad de diálogo con él, por lo que cual tabla salvadora se aferrarían a esa declaración y presurosos solicitarían audiencia para la realización del diálogo. Si esa fue su idea se equivocó de medio a medio. Conociendo a los de su ralea, el Movimiento Antorchista hizo caso omiso de la declaración, tal como lo aconsejaba la prudencia. Espero que el tiempo demostrará lo falso y ruin de dicha declaración, y lo correcto de la actitud de la dirigencia antorchista. La propuesta era falsa de principio, porque nunca hubo de nuestra parte, solicitud de audiencia sobre la que fundara su oferta el gobernador; sólo sería posible otra interpretación si dicha propuesta procediera de un político ecuánime, atento, respetuoso y amigo de la concertación y el diálogo, cualidades que están muy alejadas del gobernador Barbosa. Por tanto, era una trampa que la ingenuidad política pudiera hacernos pagar muy caro, dejarnos en ridículo y exhibirnos como unos tontos al creer en declaraciones de un tipo falso e inescrupuloso.
Su actitud ruin quedó manifiesta al proponer un diálogo, usando aseveraciones falsas, repitiendo calumnias que nadie nunca se ha tomado la molestia de probar, como condiciones para el diálogo, por lo que, de origen, hacían totalmente inimaginable la propuesta. Conociendo de sobra la actitud prepotente, ofensiva y soez de Barbosa Huerta en particular, y de los gobernantes morenistas en general, nunca, ni de broma, aceptaríamos una conferencia donde imperarían las groserías y las calumnias para someter al más débil, y en la que el clima de respeto y atención estarían muy lejos de ser norma de conducta del gobernante, por lo que sería imposible concertar ese diálogo. Aunque se diera esa remota posibilidad, no hubiéramos doblado la cerviz en caso de recibir el chaparral de ofensas que, abusando del lugar y el poder, el gobernador Barbosa intentaría dejar caer sobre nosotros. La respuesta no se haría esperar y la intentona de acercamiento se convertiría en elemento para prolongar el distanciamiento y profundizar más el ahondamiento de la diferencia entre gobierno y organización.
En segundo lugar, tampoco existió ninguna posibilidad de conferenciar, porque el invitar al diálogo lanzando ofensas y calumniando al invitado, dando por sentado acusaciones que nadie ni el gobernador han podido demostrar, es una ruindad, digna de personalidades contrahechas moralmente, por lo que su uso es una manera deshonesta de atacar, y fingir aparecer, a los ojos de la opinión pública, como un gobernador recto y dialogante. Además, la razón única para acudir a la hipotética reunión planteada, sería la necesidad de resolver por parte del Gobierno del estado, las obras para los pueblos, colonias y municipios que representamos. Así, en caso de haberse efectuado el diálogo, esos ataques disfrazados de condiciones, servirían para amarrar de pies y manos a la dirigencia antorchista, al momento de plantear las demandas de los poblanos pobres, pues las peticiones se aprovecharían como impulso para llevarnos a enfrentar una terrible campaña que se organizaría para acusarnos de estar solicitando recursos para el enriquecimiento personal de los líderes.
Vistas así las cosas, el tiempo ha demostrado que la actitud de la dirigencia antorchista, asumida ante las declaraciones de Barbosa fue correcta, y ha exhibido a Miguel Barbosa Huerta como un gobernador falso, ruin, calumniador, enemigo del progreso y amigo de la manipulación, la mentira y la calumnia. Sus declaraciones buscaban exhibirnos como unos ambiciosos e ingenuos, pero el que quedó exhibido como un mentiroso incorregible fue el gobernador Barbosa; además, al afirmar que desea el diálogo, a sabiendas de que es imposible, tanto por la total disparidad de visiones y de actitudes ante los problemas políticos, como por el hecho de buscarlo anticipando condiciones ofensivas precisamente para provocar su suspensión, le agregan virtudes tales como las de falso, calumniador y represor. Esta caracterización de la personalidad del gobernador es necesario que la conozca la opinión pública, para que sepa la clase de gobernante que con nuestro voto ascendimos al poder, y porque es necesario también que se den cuenta que las protestas públicas no son producto de la intransigencia antorchista, sino de la política de cerrazón, autoritarismo e ineficiencia, rasgos distintivos de la administración barbosista.
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