A riesgo de parecer repetitivo, hoy quiero dirigir estas líneas en nombre de los que no tienen voz, de ese pueblo humilde que, hasta el día de hoy, nada o muy poco ha recibido ayuda gubernamental después de la tragedia.
Guerrero es más que las zonas turísticas y hoteleras; en estricto sentido es primero el pueblo trabajador quien mantiene de pie todos los días esas zonas. Todo se paralizaría, pero no tienen los poderosos medios de comunicación; por ello poco se escucha su grito de auxilio.
Después de más de una semana de que el poderoso huracán “Otis” devastara Acapulco y municipios aledaños, aún hay cientos de miles de damnificados, sin techo, sin alimentos, un total desastre, como lo han mostrado los diversos medios de comunicación y redes sociales.
De inmediato se mostró al mundo una total desorganización para enfrentar el problema: siguen sin recoger los miles de toneladas de basura, animales muertos, chatarra, árboles caídos, encharcamientos, hay escasez de agua, carencia de alimentos, falta de electricidad, poca gasolina, falta de servicios, insuficiente maquinaria pesada para arreglar las calles.
Inevitablemente esto traerá terribles consecuencias: enfermedades infecciosas, robos e inseguridad. La devastación del fenómeno y las consecuencias desde el primer día se pudieron medir y cuantificar, entonces ¿por qué tanta incapacidad de las autoridades de los tres niveles gobierno para enfrentar el problema, con prontitud, prioridad y organizadamente?
Con todo el dinero en las arcas del gobierno para comprar alimentos perecederos y no perecederos en los supermercados no se pudo resolver la escasez de alimentos con prontitud en la cantidad suficiente.
Tenían a su disposición el transporte en todas sus dependencias para transportar los alimentos que se necesitan en cada calle y hogar, sumándole que en el mercado hay todos los enseres para instalar cientos de cocinas provisionales en algunos espacios en las comunidades, colonias y barrios. Con ello se habría brindado alimentos a todos los que hasta el día de hoy andan en busca de una despensa.
Asimismo, hay un sinnúmero de purificadoras en la región para brindar el vital líquido a quien lo necesite en cantidad suficiente; están llenos los mercados de ropa y calzado, cantidad suficiente para llevar lo necesario a los que se quedaron literalmente desnudos. Pero desgraciadamente, esto no fue así.
Se demostró una total insensibilidad, un show mediático politiquero, total incapacidad, una insensibilidad, una podrida burocracia y un centralismo gubernamental que convirtió todo en inoperable; en un cuello de botella que no permitió que fluyera rápidamente el poco apoyo que llega.
Una vez más mucho ruido y pocas nueces, y en esta ocasión como en todas las anteriores, los pobres no son primero.
Uno de los graves errores gubernamentales es que no se está sumando y organizando a la sociedad civil, organizaciones sociales, partidos políticos, asociaciones religiosas, sector empresarial y ciudadanía en general para hacer una fuerza única que permita limpiar y restaurar los servicios.
Todo lo quiere hacer el gobierno, por medio del Ejército, con acciones insuficientes. Podrían encontrarse opiniones de que no es momento de andar buscando culpables, pero la responsabilidad es del gobierno y los funcionarios que siempre han cacareado.
Con el gobierno actual, es el cantar de todos los días que están para salvaguardar los intereses del pueblo y en los hechos cuando este requiere del verdadero apoyo, aquel, por incapacidad, trabas burocráticas, intereses políticos electorales, no actúa con la rapidez y eficiencia. Es en estos momentos cuando se conoce la esencia de los verdaderos gobiernos.
Debían implementarse acciones inmediatas para enfrentar el desastre, brindando todo lo necesario a los sectores más afectados y desprotegidos, con alimento, vestido, calzado en albergues temporales. Después, de forma inmediata y con toda la fuerza de Estado, controlar y poner vigilancia para evitar el desorden, la inseguridad, el saqueo, el robo.
Pero por la falta de acciones prontas y eficientes, no se pudo hacer la diferencia ante los actos de saqueo obligados por el hambre y los actos vandálicos de rapiña y robo descarado organizado por delincuentes.
Hay una gran diferencia entre el plan emergente por contingencia, con otros planes a corto, mediano y largo plazo que el gobierno o iniciativa privada emprendan para levantar a Guerrero.
Hace unas horas se acaba de anunciar un plan a mediano plazo con bombo y platillo para levantar la región afectada por “Otis”. Esperamos que no sea demagogia barata y mentiras, que cada una de estas medidas beneficie en primer lugar a los más humildes, los que perdieron todo, empezando por los que perdieron seres queridos o vivienda.
Ojalá por medio del desarrollo urbano se realice una mejor planeación en las zonas de riesgo y se dejen libres los cauces de arroyos y ríos para evitar futuras tragedias.
Por ahora, la única salida que nos queda es apoyar de diferentes formas a todos los guerrerenses afectados, con una actitud solidaria, desprendida y fraterna, como siempre le hemos hecho en otros momentos difíciles que ha padecido nuestro pueblo, aplicando el de “hoy por ti mañana por mí”.
Coincido en que los hoy damnificados y afectados se volverán a levantar; de eso no tenemos la menor duda. Desgraciadamente, todos estaban en el mismo barco que salió afectado, pero todos en diferentes y desventajosas condiciones materiales y económicas.
A la clase empresarial le será menos difícil levantarse, pero a los humildes trabajadores que iban al día viviendo con su salario y que durante años se habían hecho de su casita y muebles les será muy difícil levantarse.
Desgraciadamente, en esta sociedad dividida en clases de explotados y explotadores, los primeros siempre llevarán la de perder, el sufrimiento, la carencia, el hambre, la insalubridad, el mayor riesgo.
No cabe duda de que el fenómeno natural fue incomparable por su fuerza destructiva, pero las condiciones deplorables de vivienda en zonas marginadas de riesgo provocaron que los efectos fueran más devastadores y mortales.
La desigualdad social y económica en que vivimos los mexicanos provocada por un sector empresarial voraz y abusivo que se quiere llevar todo a sus bolsillos, apoyada por un gobierno servil, incapaz y sin rumbo, deja en la vil pobreza a millones de mexicanos y este fenómeno natural nos vino a dar una lección.
La lección es que si no resolvemos esa desigualdad tan aguda que afecta a millones, no nos debe sorprender que en momentos de crisis social, el pueblo hambriento e indignado se levante y arrebate todo lo que se le ha negado, pero que él ha construido y elaborado con sus manos.
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