MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Trump, la 4T y la desigualdad

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El regreso de Donald Trump al poder ha revitalizado las dinámicas del imperialismo estadounidense, con políticas que buscan reafirmar la hegemonía de Estados Unidos bajo un modelo agresivo de acumulación capitalista. Este escenario no sólo evidencia las contradicciones del capitalismo global, sino que también pone en tela de juicio el papel de gobiernos como el de la Cuarta Transformación (4T) en México, que, lejos de confrontar estas prácticas, parece ceder continuamente ante los designios de su vecino del norte.

El capitalismo, con su lógica de concentración de riqueza, ha generado desigualdades profundas tanto en países del sur global como en las propias potencias que lo lideran.

La administración de Andrés Manuel López Obrador se ha mostrado complaciente con las políticas estadounidenses, adoptando posturas que benefician más a los intereses de Washington que a los del pueblo mexicano. En lugar de representar una alternativa soberana y crítica al capitalismo imperialista, la 4T ha optado por ser un engranaje más de un sistema que perpetúa desigualdades tanto a nivel nacional como global.

El capitalismo, con su lógica de concentración de riqueza, ha generado desigualdades profundas tanto en países del sur global como en las propias potencias que lo lideran.

En Estados Unidos, el 10 % más rico de la población controla el 70 % de la riqueza, mientras más de 37 millones de personas viven en condiciones de pobreza, según el censo de 2022. Este modelo, diseñado para beneficiar a una minoría, no es diferente del que la 4T reproduce en México, donde la pobreza afecta a más de 50 millones de personas, según el Coneval.

A pesar de las promesas de transformación, el gobierno de López Obrador ha mantenido políticas económicas que no cuestionan la raíz del problema: un sistema capitalista que prioriza el comercio exterior y los intereses empresariales sobre las necesidades de la población.

El aumento en el gasto social ha sido insuficiente para contrarrestar las desigualdades estructurales, mientras que la dependencia de las remesas y las exportaciones a Estados Unidos refuerza la subordinación económica.

Donald Trump, con su retórica proteccionista y nacionalista, representa la continuación de un modelo imperialista que busca expandir la influencia de Estados Unidos en el mundo. Sus políticas exteriores, como la renegociación del T-MEC, han sido diseñadas para maximizar los beneficios para su país, a costa de los socios comerciales como México.

Sin embargo, estas prácticas no sólo afectan a nivel internacional. En Estados Unidos, sus representantes han sido incapaces de resolver las contradicciones internas del capitalismo. Trump, por ejemplo, en su administración favoreció a las grandes corporaciones mediante recortes fiscales en 2017, mientras millones de estadounidenses enfrentan salarios estancados, creciente deuda estudiantil y un sistema de salud inaccesible para muchos.

En lugar de cuestionar las imposiciones del imperialismo norteamericano, el gobierno de la 4T ha adoptado una actitud servil. Un claro ejemplo es su papel como guardián de las fronteras estadounidenses, implementando políticas migratorias que convierten a México en un muro de contención para los migrantes centroamericanos.

Estas acciones no sólo traicionan principios de solidaridad y derechos humanos, sino que demuestran la incapacidad de la 4T para enfrentarse a las presiones de Washington.

Además, la relación comercial entre ambos países continúa reproduciendo una dependencia económica que limita la soberanía de México. Mientras López Obrador habla de una “transformación” histórica, su gobierno se alinea con los intereses del norte en temas clave como energía, seguridad y comercio. 

Este doble discurso no sólo socava la credibilidad del proyecto político de la 4T, sino que refuerza la idea de que no hay un verdadero compromiso con el cambio estructural.

El regreso de Donald Trump y su agenda imperialista son un recordatorio de las contradicciones del capitalismo, que perpetúa las desigualdades tanto dentro de las potencias como en sus países subordinados.

Sin embargo, el verdadero problema no radica sólo en el imperialismo estadounidense, sino también en la complicidad de gobiernos como el de la 4T, que prefieren someterse a los designios de Washington en lugar de defender los intereses de su pueblo.

Es momento de reconocer que ni Trump ni la 4T representan una alternativa real a las contradicciones del capitalismo. Sólo un cambio estructural profundo, que cuestione las bases mismas del sistema económico actual, podrá ofrecer un camino hacia la justicia y la equidad para todos.

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