MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La promesa rota de la clase trabajadora

image

La historia de la sociedad humana, como alguna vez lo mencionó Marx, está grabada con la sangre y el sudor de la lucha de clases. Este primero de mayo, mientras el mundo conmemora ritualmente el Día del Trabajo, enfrentamos una verdad incómoda: las promesas de la “Cuarta Transformación” (4T) de progreso siguen incumplidas. 

En México, la 4T juró elevar a los marginados; sin embargo, la explotación supura como una herida abierta. El proletariado, aquellos cuyo trabajo mueve los engranajes de la industria, sigue languideciendo en las sombras de la privación.

La clase trabajadora, como insistió Marx, no es sólo combustible para el capital: es la arquitecta de la riqueza social.

La burguesía acapara los medios de producción, mientras los trabajadores intercambian sus vidas por salarios que apenas les permiten subsistir.

Piensen en los obreros que trabajan en el área automotriz, sus manos callosas por ensamblar automóviles destinados a mercados extranjeros, mientras sus hijos carecen de acceso a salud pública. O en los campesinos, cosechando granos de café o de maíz bajo un sol abrasador, su paga robada por intermediarios que desvían ganancias a cuentas de otros. Estos no son casos aislados; son la norma.

La clase trabajadora surgió de las cenizas del feudalismo solo para ser encadenada con nuevos grilletes. La Comuna de París de 1871 —un destello fugaz del poder proletario— demostró que la acción colectiva podía fracturar el orden capitalista.

Sin embargo, las batallas de hoy se libran en dos frentes: económico y político. En lo económico, las demandas de salarios dignos (el salario mínimo en México se estanca en 248 pesos diarios), seguridad laboral (más de cuatro mil muertes ocupacionales reportadas en 2022) y atención médica resuenan con urgencia desesperada.

En lo político, la lucha depende de desmantelar estructuras que silencian las voces obreras, una tarea lejos de concretarse.

El sueño posrevolucionario de democracia en México se ha agriado bajo un régimen oligárquico. Seis partidos políticos, supuestamente diversos, bailan al ritmo de titanes corporativos.

Los trabajadores, excluidos financieramente de contiendas electorales, ven sus intereses traicionados por los mismos sindicatos que deberían protegerlos. Ahí están los “sindicatos charros”, que coluden con patrones para sofocar huelgas y firmar “contratos de protección” que anulan derechos laborales.

El Día del Trabajo, nacido de la exigencia por una jornada de ocho horas, es ahora una pantomima vacía; desfiles marchan frente a fábricas cerradas y sueños truncados.

Las estadísticas pintan un retrato condenatorio: el 56 % de los trabajadores mexicanos labora en la informalidad —sin contratos, sin prestaciones, sin seguridad—. Del 44 % restante, el 35 % gana menos del umbral de pobreza. 

¿Afiliación sindical? Un mísero 12.5 %, el más bajo entre países de la OCDE. Mientras, las ganancias corporativas se disparan: Grupo México, gigante minero, reportó utilidades de 4 mil 200 millones de dólares en 2023, mientras sus obreros inhalaban polvo tóxico en minas inseguras.

Las tan promocionadas reformas laborales de la 4T, incluyendo las enmiendas constitucionales de 2019 para democratizar sindicatos, yacen en la inercia burocrática.

Pero la resignación no es opción. La clase trabajadora, como insistió Marx, no es solo combustible para el capital: es la arquitecta de la riqueza social. Para reclamar este legado, el proletariado mexicano debe forjar un nuevo vehículo político, libre de marionetas oligárquicas. Imaginen un partido que canalice la democracia radical de la Comuna de París: consejos obreros redactando leyes, huelgas transformadas en asambleas generales, artistas y maestros aliados con obreros fabriles. Esto no es fantasía utópica; es necesidad histórica.

El camino es arduo; la burguesía no cederá el poder sin violencia (basta recordar la represión de Atenco en 2006). Pero conforme las crisis del capital se profundizan, el poder de negociación del proletariado crece.

La solidaridad debe afilarse. Los sindicatos, purgados del cáncer charro, deben federarse en un frente nacional.

Este 1 de mayo, honremos a los mártires de Haymarket no con desfiles, sino con insurgencia. El momento es urgente; la lucha es eterna. ¡Trabajadores de México: uníos! No tienen nada que perder, excepto sus cadenas.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más