MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Marxismo y ecologismo

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En días pasados se presentó en la Cámara de Diputados el libro "Marxismo y ecologismo" de las autoras Citlali Aguirre Salcedo y Jenny Victoria Acosta Vázquez. La dupla de autoras está bien pensada y bien avenida porque combinan conocimientos. La maestra Jenny es maestra en filosofía y es conocedora de la parte política del marxismo relativo al materialismo histórico; por su parte, la doctora Citlalli Aguirre es especialista en los temas relativos a la restauración ambiental; su doctorado lo estudió en Suecia. Es, pues, una dupla afortunada que logró sintetizar correctamente ideas importantes que mencionaré enseguida.

El problema ecológico, la situación de la crisis ambiental, aunque las autoras ahora señalan que debe de tratarse con mayor rigor y hablarse de emergencia ambiental, es un tema del que tenemos que ocuparnos. Ahora el problema es cómo, porque lo primero que reflexionan las autoras es que la naturaleza puede vivir sin los seres humanos, pero los seres humanos no podemos vivir sin la naturaleza. Entonces, ponen de relieve que el ser humano, al ponerse por encima de la naturaleza como el eje principal -como seres pensantes- y la naturaleza como secundario, descuida su esencia y daña a la naturaleza destruyéndose a sí mismo.

Engels escribió que el hombre es la conciencia de la naturaleza y las autoras, al citar a Engels en el "Papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, señalan que el hombre, en su actuar productivo, al principio, de manera inconsciente, con la tala de bosques para obtener zonas de cultivo, no sabía que con eso estaba generando un cambio climático con efecto negativo y que los bosques de la antigua Grecia se convertirían en terrenos áridos. El hombre provoca cambios que afectan a la naturaleza, en principio sin quererlo; luego, en una etapa cada vez más consciente del uso, digamos, de la mente humana, con el conocimiento científico, deberíamos lograr hacer que la naturaleza y las necesidades sociales entren en un equilibrio virtuoso; sin embargo, resulta que aun teniendo todas las capacidades científicas a la disposición del ser humano: miles de doctores en ciencias, conocedores de todas las áreas técnicas, etcétera, resulta que a pesar de tantos conocimientos, estamos como estamos en materia ambiental. A qué se debe, entonces, que, habiendo tanta ciencia, teniendo la capacidad de dividir un electrón, de hacer operaciones en el cerebro sin meter las manos, etcétera, no sea el ser humano consciente del problema ecológico. El problema no es la superioridad del hombre sobre la naturaleza ni que sea un problema que rebase al hombre, no es falta de voluntad y conciencia a secas: el problema de fondo es que no se ha visto con los lentes adecuados y lo que necesitamos es poner justamente el acento en el método de análisis para poder entonces usar una teoría que transforme la realidad.

La tesis 11 de Marx sobre Feuerbach, dice “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” y, por lo tanto, lo que quiere decir esta tesis es que la forma en la que los filósofos han analizado los problemas sociales, los problemas de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, explican la realidad, pero no la transforman, hace falta entonces cambiar la forma de analizar la realidad y esa forma es la que proponen Marx, Engels y Lenin: el materialismo histórico y dialéctico, la dialéctica materialista. La filosofía materialista dialéctica sí permite entender la realidad para transformarla. Lenin, señaló que la teoría debe estar al servicio de la revolución, al servicio de la práctica, al servicio del cambio. Para entender el problema de fondo de la cuestión ecológica hay que comprender, justamente, la esencia del sistema mismo. Plantean las autoras que, si queremos resolver el problema ecológico mundial que nos está afectando, tenemos que cambiar al sistema capitalista de producción, esa es la conclusión.

En el sistema capitalista, desde que la producción se destina al mercado, la mercancía se vuelve ajena a su creador y las leyes del mercado conllevan, como dijo Marx, al gran contraste: una producción científica al interior de la fábrica, pero, en materia de distribución de la riqueza, se aplica la ley del más fuerte y todo esto conlleva, pese a la producción científica al interior de la fábrica, a la anarquía de la producción y es el afán de lucro el que nos lleva al desequilibrio medioambiental, pues importan más los objetivos comerciales para obtener la máxima ganancia, que el medio ambiente. Además, se instrumenta la tesis del corto plazo de Keynes: en el largo plazo todos vamos a estar muertos, por ende, pongámosle atención al día de hoy y no nos preocupemos por el mañana, así razona el capital.

Producir para vender y vender para enriquecerse: esa es la visión capitalista y todo está al servicio de ese principio, por lo tanto, la contaminación, el uso excesivo de los recursos naturales no renovables, etcétera, tienen como causa el excesivo interés de acumular, de ganancia y, por lo tanto, todo el desequilibrio no se va a componer haciéndole llamados a los grandes capitales para que no contaminen o para que dejen de usar energías sucias y pasen a usar energías limpias ni haciendo modificaciones en las leyes para sancionar más a los contaminadores.

Las desigualdades económicas se corresponden con las desigualdades de quienes más contaminan. De acuerdo a la Oxfam el 1 % más rico de México contamina más que el 80 % del país (Forbes, 21/11/2023). Efectivamente: los más ricos contaminan más.

A manera de ejemplo, no tiene desperdicio el análisis que hacen las autoras de los recursos dedicados a la agricultura: los fertilizantes y el uso de los nitrogenados, que le permiten a los productores sembrar en tierras que ya no tienen capacidad productiva, pero a un costo medioambiental sumamente alto.

Finalmente, las autoras refieren a la existencia de muchos movimientos de diversa índole que tienden a hablar del uso sustentable de las mercancías, o de la lucha por la cuestión orgánica o de la lucha por la defensa de los animales silvestres, etc., que son loables; sin embargo, fragmentan a la lucha social y dejan intacta las causas que generan el deterioro ambiental. Luchan por logros parciales, pero dejan intacta la causa de fondo: al sistema capitalista. Por ello, los trabajadores del mundo debemos educarnos, organizarnos, tomar el poder político y construir una sociedad con nuevas bases en las que no sea el interés egoísta la línea de mando. Cambiando el sistema económico podrá construirse, sobre bases científicas, una sociedad más justa y mejor para toda la humanidad en concordancia con el medio ambiente. Este libro aporta justamente esta visión y, por ende, lo recomiendo ampliamente y felicito a las autoras por su obra.

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