Los mexicanos nos encontramos en un momento de suma importancia nacional; hace semanas, Estados Unidos nos metió en la lista de sus enemigos junto a China, Rusia e Irán, y ante esta declaración el gobierno de México se mantiene callado y sin hacer alusión a la gravedad del problema.
Lo mismo sucedió cuando se acusó a los cárteles mexicanos de ser terroristas y dañar a la población estadounidense con el fentanilo, justificando de esa manera una “invasión suave” para combatirlos.
Estados Unidos no sólo ha señalado a México como enemigo; también ha ido creando las condiciones para justificar una intervención con la que, en el fondo, busca el territorio pero sin su pueblo.
Tal parece que la tendencia es justificar de una u otra manera la intervención abierta al país. No nos hagamos ilusiones, esa intervención no es para el beneficio del pueblo mexicano; tenemos que tener claro que lo que en el fondo buscan son los recursos naturales que aún tiene el país. Digámoslo de otra manera: muy probablemente quieran el territorio mexicano, pero sin mexicanos.
La pregunta es: ¿realmente México tiene fuerza para hacerle frente a una embestida de esta magnitud?
Hagamos una retrospección muy ligera para encontrar una respuesta. Con el paso de los años se ha dejado de cultivar en los niños y en los jóvenes ese amor a la patria, ese espíritu de defender la soberanía ante invasiones extranjeras. Se ha normalizado que se adopten tradiciones gringas y se desplacen las mexicanas, por ejemplo, el día de Halloween, la Navidad y Santa Claus; de esa forma, el pueblo mexicano se ha ido acostumbrando poco a poco a la injerencia extranjera.
Eso, por un lado. Por otro, quien tiene la tarea de prepararse para defender a la nación, o sea, el Ejército Mexicano, está en las calles cuidando la seguridad de los civiles (esa no es su función), coordinando obras como el Tren Maya o vendiendo Gas del Bienestar; es decir, se le han dado otras tareas muy diferentes a las que en verdad le corresponden.
En esa realidad es en la que nos encontramos y, lejos de que se trabaje para resarcir, se hace una omisión y un silencio total. De sobra conocemos ejemplos en los que Estados Unidos ha intervenido “con fines de ayudar” y ¿cómo han quedado esos países? En una completa devastación.
No podemos esperar que México sea la excepción y que de aquí se vayan en cuanto terminen “su misión”, eso sería un error.
Entonces, es necesario que se vuelva a sembrar la semilla del nacionalismo en la población, y una forma de hacerlo es rescatando y difundiendo la cultura, hacer que sientan ese arraigo por sus raíces y por sus orígenes; que poco a poco sientan que es un deber de todos los mexicanos defender la soberanía y el territorio ante cualquier invasión o intervención.
Desde niños, todos deberían sentir la necesidad de abrazar las tradiciones y las costumbres de su país, para que a la par desarrollen ese deseo de preservarlas y defenderlas como sucedió en épocas pasadas.
El pueblo mexicano es un pueblo que sabe luchar y lo ha demostrado, pero ahora se encuentra adormecido por tanto bombardeo del imperialismo que ha perdido ese deseo de defender lo que es suyo y ha sido enseñado a acostumbrarse a las calamidades y a los maltratos.
Es necesario que las autoridades, principalmente, se tomen en serio las declaraciones y las pretensiones de invasión, por muy leves que sean. Sería un error que nos tomaran por sorpresa y que lo poco o mucho que se pudiera hacer no se hiciera por descuido y por omisión, a menos que estén de acuerdo en dejar al pueblo solo y a su suerte.
El país es rico en recursos naturales y no sería nada sorprendente que quisieran implementar la misma técnica que se está aplicando con el pueblo palestino, que ya tiene décadas de ser desplazado y, a últimas fechas, exterminado de todas las maneras posibles.
Hay que tener claro que es el imperialismo, que buscando su supervivencia va aprovechándose del petróleo, el agua, el gas, las tierras raras, de todos los recursos naturales que le permitan seguir produciendo y seguirse expandiendo.
Es tarea de todos nosotros estar alerta y que no nos sorprendan ajenos, que nos encuentren como ese pueblo que sabe defender su tierra y que lo ha demostrado muchas veces a lo largo de la historia.
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