El hambre sigue conquistando la mesa de los más pobres del mundo. En México, por ejemplo, 6 de cada 10 hogares no tienen garantizada la alimentación de sus familias, esto quiere decir que nos hemos posicionado como el país donde el 59.1 por ciento de su población sufre algún grado la carencia alimentaria.
Pero es necesario aclarar que el incremento en este rubro no se da por sí solo, sino que está concatenado al incremento de muchos aspectos más, como la pobreza, los bajos salarios, la inflación que se traduce en el aumento de los precios no solo de la canasta básica, sino de muchos más como el fertilizante que gravemente ha afectado la producción de las mercancías. No podemos perder de vista que todo esto tiene una sola causa: la injusta distribución de la riqueza.
Las consecuencias de esta causa principal han golpeado, desde siempre, al sector más vulnerable: el de los trabajadores, el de aquellos que dependen solo de su fuerza de trabajo mal pagada y que son, a pesar de que sostienen las economías nacionales, quienes no ven ni pueden disfrutar del fruto de toda la explotación moderna a la que se ven sometidos, tan es así que la afirmación de que se les pagaba solo lo necesario para comer ha quedado ya completamente rebasa, pues ahora ni para eso les alcanza.
Es así como se puede hablar del fenómeno de la desnutrición que es, evidentemente, consecuencia de la mala alimentación entre los mexicanos. En este aspecto los especialistas suelen clasificar su análisis y hablar de tres niveles de desnutrición: leve, moderada y severa. Lo grave del caso es que en los tres niveles hubo un aumento notorio que debe ser no solo conocido, sino analizado a fondo.
Según datos de México Social, que hace un análisis con datos del Coneval con un comparativo de 2020 a 2021, en México la población que sufre de desnutrición leve tuvo un incremento del 25.5 por ciento, al pasar de 30 mil 976 casos a 38 mil 882; en la desnutrición moderada el incremento fue del 22.6 por ciento pasando de 5 mil 692, a 6 mil 979; y la desnutrición severa incrementó de 3 mil 133 casos a 3 mil, 795, un 21.12 por ciento.
Pero como mencioné antes, este no es un fenómeno aislado, pues en México, alimentar a las familias se vuelve cada vez más difícil; por un lado el precio de la canasta básica se ha seguido elevando mes con mes, pues la inflación alcanzó ya el 7.99 por ciento (hay datos que indican que este año crecerá hasta en un 10 por ciento). Los datos de la Universidad de Guadalajara indicaron que el kilo de tortilla pasó de 15 a 22 pesos, el pan de caja de 34.15 a 43.10 pesos; el huevo de 36 a 46 pesos; la carne de res de 178 a 209 pesos; el jitomate de 22.60 a 34.50 pesos, por mencionar algunos.
Por otro lado, el raquítico incremento del salario mínimo comparado con la inflación no da tregua ni respiro a los mexicanos para sobrevivir. Las familias mexicanas que en promedio cuentan con cuatro integrantes, necesitan mensualmente mínimo 11 mil 500 pesos, solo para cubrir los gastos de alimentación, pero si a esto le agregamos gastos como servicios de luz, agua, internet, gas, teléfono, renta, entre otros, el monto suele ascender hasta 22 mil pesos aproximadamente; todo esto contra los 5 mil 255 pesos que en promedio gana el trabajador mexicano mensualmente.
Así que, ¿Cómo le hace el trabajador para cubrir todos los gastos que tiene? La respuesta es clara, simplemente no puede hacerlo, pues por más que intente estirar el dinero que tiene, nunca va a ser suficiente.
En un país que se rige bajo la norma de que una ayuda mensual de 3 mil pesos logrará cambiar la situación, en un país que predica que la soberanía y la integridad física de sus habitantes se mantendrá intacta con abrazos, en un país en el que los pobres son el último y no el primero de sus intereses, las cosas no cambiarán.
No bastan los buenos deseos, ni la palabrería para hacer una cambio. Se necesitan acciones y propuestas concretas que marquen el rumbo para tener un mejor país, uno más próspero económica, científica y tecnológicamente hablando, se necesita, un gobierno del pueblo.
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