Hechos tan lamentables como el ocurrido en el Hospital General de Las Américas en Ecatepec, Estado de México, donde los familiares de los enfermos de covid-19, desesperados por no recibir información, irrumpieron violentamente y encontraron pilas de cadáveres amontonados en el patio, según los reportes en redes que de inmediato se hicieron virales. Se hubieran evitado si las autoridades hubieran hecho caso a las protestas del personal sanitario.
¿Por qué protestaban los médicos, enfermeros y demás personal? Obviamente por la fragrante injusticia cometida por las autoridades de salud del país. Protestan, así lo expresaron, porque los mandan a la guerra sin fusil, sin la protección indispensable para cumplir la meritoria tarea que cae sobre sus hombros, sin los protocolos, equipos y medicamentos para sanar a las víctimas de los contagios. Es grave la omisión de las autoridades, que incluso de jactaron, el mismo Hugo López-Gatell lo hizo, "tenían todo perfectamente planeado desde fines de enero". Es una omisión que a la luz de los acontecimientos raya en lo criminal.
¿Cuánto ha costado al país la omisión, lentitud e ineficiencia de las autoridades de salud, para atender las protestas? Hasta el día de hoy el saldo es el siguiente: 3 mil 313 miembros del personal de salud contagiados. La cantidad corresponde al 15 por ciento de los 22 mil 88 casos confirmados en todo el país, según declaración de la doctora Magdalena Madero, jefa de Nefrología del instituto Nacional de Cardiología, en la entrevista radiofónica con Carlos Loret de Mola. Si calculamos que la tasa de letalidad por el nuevo coronavirus en México es del 9.43 por ciento, la más alta de América según la Universidad Johns Hopkins de EE.UU., estaremos hablando de 312 fallecimientos por su negligencia.
Detrás de la protesta del personal de salud se encuentra, sin lugar a dudas el legítimo uso de las garantías constitucionales que amparan a todos los mexicanos. Sintiéndose agredidos en sus derechos, porque se pone en peligro su vida, con toda la razón del mundo médicos y enfermeras pasaron a la denuncia pública. Denuncia que resulta sumamente meritoria dado que, se sabe, están amenazados por sus jefes para que no den ninguna información a la prensa sobre el número de pacientes infectados, la cantidad de defunciones y de las escaseces que sufren para realizar sus actividades. Y no es cualquier amenaza, es el despido y la cárcel. Ya los médicos del Hospital San José de Especialidades en Puebla, dependiente del IMSS, solicitaron urgentemente la intervención del Sindicato, porque las autoridades del nosocomio los amenazaron con rescindirles el contrato, por haberse atrevido a realizar las denuncias.
Los médicos y enfermeras nos dan una clase de civismo y muestran el camino a todos los que hemos resultado afectados por las medidas de la 4T. Mientras soportemos en silencio las arbitrariedades estamos dando pie a que se multipliquen sobre nosotros mismos u otros sectores de la población, lo correcto es unirnos con nuestros hermanos de desgracia y arrostrar los peligros. Recordemos el dicho popular: el valiente dura hasta que el cobarde quiere.
La protesta médica ha desnudado la forma de gobernar de la 4T. Primero el despido injustificado y alevoso de miles de trabajadores de la salud, al principio del sexenio, bajo el pretexto de que había corrupción. Luego el recorte de presupuesto a todas las instituciones de salud para lograr la austeridad republicana. A continuación, el desmantelamiento de un sistema de salud que, pese a sus muchas fallas, poco a poco se había ido consolidando y tenía una amplia cobertura, nos referimos al Sistema del Seguro Popular y al componente médico del programa Prospera. El desabasto crónico de medicinas, por su ensayo de las compras consolidadas, que generó multitud de quejas de los padres y familiares de niños con cáncer y otras afecciones. Y ahora la tacañería criminal, las improvisaciones con que se enfrenta la pandemia del covid-19, y el régimen de terror a que tiene sometido al personal sanitario. Son una demostración palmaria de que la 4T no escucha, no quiere atender, en resumen, no sabe gobernar y nos conducen al desastre.
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