"En la ciencia no existen caminos fáciles y sólo puede triunfar y conquistar sus cimas luminosas el que no se arredra ni se cansa de trepar por sus senderos pedregosos”.
Marx
“Si en la vida hemos escogido la posición desde la cual podemos trabajar más por la humanidad, ninguna carga nos puede doblegar, porque son sacrificios en beneficio de todos; entonces no experimentaremos una pequeña, limitada y egoísta alegría, sino que nuestra felicidad pertenecerá a millones, nuestros hechos se vivirán calladamente, pero siempre por el trabajo, y sobre nuestras cenizas se verterán las ardientes lágrimas de la gente noble”, fueron las últimas palabras de un ensayo escrito por el joven Marx para los exámenes escolares en El Gimnasium Real Frederick William III en Tréveris, Alemania, en agosto de 1835. Tales palabras serían llevadas a sus últimas consecuencias.
Hoy se cumplen 138 años desde que nos dejara, como dijo Engels: “el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre”.
La influencia que tuvo Maros los terrenos, es algo que no está a discusión. x para el mundo entero en todEn este escrito no me referiré a ello, sino a recordar qué hizo que el nombre de Marx sea el más citado de todos los tiempos, tanto por enemigos como por sus seguidores. Lenin, interviniendo en el III Congreso de la Juventud Comunista de Rusia, el 2 de octubre de 1920, decía, refiriéndose a Marx: "si vosotros formulaseis la cuestión de por qué la doctrina de Marx ha podido apoderarse de millones y decenas de millones de corazones de la clase más revolucionaria, recibiríais una sola respuesta: eso ha sucedido porque Marx se basaba en los fundamentos sólidos del saber humano acumulado en la época del capitalismo; porque, habiendo estudiado las leyes del desarrollo social, Marx comprendió la ineluctabilidad del desarrollo del capitalismo".
Pero ese “saber humano acumulado” no fue producto sólo de la genialidad de Marx, sino al enorme trabajo al que se sometió, pues estudió durante toda su vida, en todo momento. Desde muy joven se sabe que Marx no sólo reflexionaba sobre lo leído, sino además, anotaba sus propias opiniones, extrayendo de los libros ideas sobre los diferentes temas que constituían el centro de su interés. Esto puede constatarse en una carta donde Marx le describió a su padre el método de estudio que puso en práctica en la Universidad de Bonn: "Me he acostumbrado a hacer extractos de todos los libros que leo, por ejemplo, del ´Laocoonte´ de Lessing, del Erwin de Solger, de la ´Historia del arte´ de Winkelmann, de la ´Historia alemana´ de Luden, haciendo las correspondientes notas. Al mismo tiempo, he traducido ´Germania´ de Tácito y los ´Cantos fúnebres´ de Ovidio, además, he comenzado a estudiar por mi cuenta, es decir, sirviéndome únicamente de las gramáticas, el italiano y el inglés, en lo cual, hasta ahora, he adelantado muy poco. He leído el ´Derecho criminal´ de Klein y sus Anales, y todas las novedades literarias, pero esto de pasada (¡ojo, sólo de pasada!)".
Tal era el método de Marx para hacerse del conocimiento de su tiempo. Una vez creada esa costumbre, Marx la siguió, en todo el transcurso de su vida, perfeccionándola e intensificándola en todos los sentidos. Esa capacidad de trabajo, Paul Lafargue la recuerda de la siguiente manera: "A pesar de que solía acostarse muy tarde, ya entre las ocho y las nueve de la mañana se hallaba siempre en pie; después de beber su taza de café negro, repasaba los periódicos y a continuación se dirigía a su habitación de trabajo donde se pasaba hasta las dos y las tres de la madrugada... En su juventud era frecuente en Marx quedarse trabajando toda la noche. El trabajo se convirtió en una verdadera pasión para Marx y tanto lo absorbía, que muy a menudo se olvidaba de comer. Con frecuencia había que llamarlo varias veces hasta que, al fin, bajaba al comedor; y apenas acababa el último bocado, volvía de nuevo a su habitación".
Pero Marx distaba mucho de ser tan sólo un hombre de ciencia, de esos que exponen sus hipótesis y descubrimientos, en gruesos volúmenes para el mundo científico solamente. La ciencia no era un mero adorno para él. Él pensaba quitarle a la ciencia el papel de herramienta para seguir explotando a los trabajadores, como el propio Lafargue menciona: "Marx consideraba que el sabio que no quiera ver rebajado su nivel, nunca debe interrumpir su participación activa en la vida social, no debe quedarse encerrado siempre en su gabinete o laboratorio, como un ratón dentro del queso, sin intervenir en la vida, en la lucha social y política de sus contemporáneos. La ciencia no es un placer egoísta; los afortunados que puedan consagrarse a las actividades científicas deben, en primer lugar, poner sus conocimientos al servicio de la humanidad. Trabajar para todos fue una de sus expresiones más favoritas".
Cada una de sus conquistas teóricas, todos sus grandiosos descubrimientos los llevaba Marx, ante todo, a las masas, al proletariado; concedía a la propaganda, tanto oral como escrita, una importancia de primer orden. "Marx consideraba -escribía Engels- a la ciencia como una poderosa palanca de la Historia, como una fuerza revolucionaria en el más alto sentido de la palabra. Y él la utilizaba precisamente como tal fuerza, y a este objetivo iban dirigidos los conocimientos que poseía, porque él era, efectivamente, como él mismo se llamaba, un revolucionario. La lucha por emancipar a la clase obrera, a los asalariados, de las cadenas del moderno sistema económico de producción capitalista, fue su verdadera pasión y no hubo combatiente más activo que él".
Desde su juventud fue un excelente propagandista, siendo director de gacetas, fue un gran organizador, siendo junto con Engels, el fundador de la Internacional. Recuerdan sus contemporáneos que sus intervenciones, así como sus informes y conferencias, abundaban siempre en ejemplos, comprensibles para los más obreros. Marx no toleraba la vulgarización teórica ni las formulaciones simplonas; transmitía a las masas sus conocimientos, su teoría revolucionaria, con el compromiso de entregarles lo mejor, cuya preparación le exigía siempre, a sí mismo, un profundo trabajo.
Cuentan sus contemporáneos que "una vez, en 1846, en una reunión especial convocada en Bruselas con el fin de discutir el trabajo de propaganda para la lucha revolucionaria, Marx, polemizando con el utopista Weitling, declaró lleno de cólera: ¡la ignorancia jamás ha ayudado a nadie! La clase obrera conseguirá la victoria, únicamente, si sabe organizar su lucha apoyándose en el conocimiento exacto de las leyes del desarrollo social. Sólo la fusión del movimiento obrero con la ciencia y la teoría revolucionaria, puede asegurar el éxito de la gran causa de emancipar a los trabajadores de la opresión y explotación”.
“Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria”, escribiría Lenin años más tarde. Marx tenía muy presente esto, por eso, a pesar de la angustiosa situación material en la que se encontraba toda su familia ?y si se toma en cuenta, además, el inmenso trabajo que realizaba como jefe y organizador del partido revolucionario y su lucha constante contra las corrientes pequeño-burguesas oportunistas, lo cual le quitaba bastantes energías y tiempo?, lo hizo, estudió y resumió más de mil 500 libros para terminar El Capital, finalizando con ello, como dijo Engels, su mayor obra: él mismo.
Y es verdad, mucho se dice sobre sus grandes obras teóricas, pero Marx, y quizá sin proponérselo, había creado una obra mayor, y era su ejemplo de humanismo, de entrega desinteresada al trabajo con el firme compromiso de darle a los trabajadores una luz que iluminara su camino hacia su liberación.
En estos tiempos en que la derecha tiene aires de victoria y la izquierda que olvidó a Marx sigue usurpada por grupúsculos oportunistas, retomar las ideas de Marx es de vital importancia, pero eso exige de nosotros mucho esfuerzo para hacerlas nuestras y usarlas para lo que fueron creadas, como una herramienta para la lucha.
A la juventud estudiosa y a todos aquellos que quieran hacer del mundo uno más habitable para todos, nos urge tomar el ejemplo del Prometeo de Tréveris y emular su capacidad de trabajo sin escatimar tiempo, redoblar esfuerzos; que cuando reneguemos del estudio y el trabajo recordemos la vida de Marx, que cuando a pesar de las condiciones para muchos favorables no queramos estudiar, recordemos a Marx, que cuando nos parezcan desfavorables dichas condiciones y aunque lo fueran, recordemos a Marx. Urge, pues, emular la capacidad de trabajo del gran Marx para educarnos y, a su vez eduquemos y organicemos a los millones de trabajadores que esperan que con ellos vayamos a luchar, con la plena seguridad de que no hay mejor recompensa que la felicidad de millones de seres humanos. Sólo así estaremos demostrando que Marx no ha muerto.
Sobre Marx podrán seguir lanzando toneladas de libros para intentar refutarlo, millones de litros de pinturas para vandalizar su tumba; lanzarle injurias “los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas”, lo mismo la derecha que la izquierda oportunista, pero nadie, absolutamente nadie, podrá enterrar la verdad que contienen sus ideas, hoy más vigentes que en su tiempo.
El esfuerzo de ese joven de 17 años, convertido en el maestro del proletariado mundial, valió la pena, eligió la mejor profesión a la que puede dedicarse un hombre asumiendo todas las consecuencias que con ella venían, servirle a los demás. Así, Marx, seguirá “venerado, querido, llorado, por millones de obreros de la causa revolucionaria, diseminados por toda Europa y América, desde las minas de Siberia hasta California”.
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