Las condiciones laborales de la clase trabajadora en nuestro país, bajo el régimen de la Cuarta Transformación, no han mejorado, muy por el contrario, han sufrido un retroceso tanto en el aspecto económico, salarial, prestaciones y en la legislación laboral. Y esto no se explica, en lo sustancial, por la pandemia de la covid-19, como se lo han querido hacer creer, sino por la política pro-patronal de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Veamos algunos datos que nos muestran la situación grave en que se desenvuelve la clase trabajadora: Son alrededor de 33 millones de trabajadores cuyo salario no les alcanza para adquirir su canasta básica, y que, en consecuencia se encuentran dentro de la llamada pobreza laboral; 34.5 millones no están afiliados al IMSS, lo que los lleva a carecer de seguridad social y de muchas prestaciones; 31.6 millones de mexicanos trabajan en la llamada informalidad; el 13 por ciento de los trabajadores gana apenas el salario mínimo. Así las cosas.
En cuanto a la legislación laboral hay retrocesos, solo un ejemplo: “En una iniciativa impulsada por Morena, la Cámara de Diputados aprobó en lo general y en lo particular, con 227 votos a favor ,7 abstenciones y 210 en contra, reformas a las leyes generales de Títulos y Operaciones de Crédito, de Organizaciones y Actividades Auxiliares de Crédito, y de la Ley de Defensa al Usuario de servicios Financieros, con el objeto de regular los créditos de nómina con cobranza delegada. Ello abre paso para que los Bancos puedan cobrar prestamos de nómina a los patrones en caso de que el trabajador tenga un adeudo” (El Sol de México, 17 de marzo). Esto es, cuando un trabajador tenga un adeudo, por ejemplo, con la tienda Elektra, propiedad de Raúl Salinas Pliego, éste podrá pedir al patrón con el que labora el trabajador deudor, se le descuente el adeudo en la nómina. Volvemos a las tiendas de raya de la época porfirista. Si alguien duda todavía sobre la política anti-obrera que sigue la 4T, esta reforma es un ejemplo contundente.
La clase obrera y los trabajadores en general son los que crean la riqueza sin la cual es imposible concebir la existencia de la sociedad. Echemos un rápido vistazo a nuestro alrededor y veremos que todos los bienes y artículos que usamos han salido de las manos del trabajador: la bombilla con que nos iluminamos, la silla en la que descansamos, el cuaderno que utiliza nuestro hijo, la casa en que nos guarecemos, la ropa que vestimos, el alimento con que renovamos nuestras energías, todo, prácticamente todo, ha salido de las manos del trabajador.
Sin embargo, de esa riqueza, creada en el proceso de producción, al trabajador no le toca nada. Ocupa la base de la pirámide social; es decir, carga con todo el peso y ocupa el fondo en lo que se refiere a las condiciones sociales de existencia.
Pasó el primero de mayo, Día del Trabajo; se hicieron los acostumbrados desfiles con los mismos discursos conciliadores, dichos por líderes, bajo un formato ya preestablecido, que no reflejan el verdadero sentir de la clase trabajadora.
El Día del Trabajo debió ser una fecha de protesta enérgica, en la que cientos de miles de trabajadores hubieran salido a las calles a protestar, exigiendo con energía el respeto a sus derechos laborales, su derecho a una mejor vida, y más aún, una fecha en la que se tome consciencia política de su situación como clase explotada, y se decida, como un solo hombre, a cambiar el modelo económico que le oprime y hace que tengan una vida de parias.
Los trabajadores del mundo y de México deben volver a retomar el espíritu con que fue impulsado, en 1889, la jornada Día del Trabajo por la Segunda Internacional que dirigió el gran maestro de la clase obrera, Federico Engels.
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