La primera y la segunda guerra mundial fue una guerra entre imperialismos. Alemania llegó tarde a la repartición de la tierra, como dice Schiller, pues apenas en el año de 1871 se unificó en una nación de la mano de Otto Von Bismark. Para esos entonces, España, Inglaterra, Portugal, Holanda, Francia, etc., ya eran grandes potencias coloniales y se perfilaban al desarrollo capitalista con gran velocidad.
Alemania entra a la primera guerra mundial para hacerse con más territorio y así expandir sus mercados de mercancías y capitales. El inicio de la guerra da pie a una serie de cambios geopolíticos fundamentales, como es el caso del triunfo de la revolución burguesa en Rusia, con Aleksandr Fiódorovich Kerenski a la cabeza en febrero de 1917 y el triunfo del proletariado ruso encabezado por Vladimir Ilich Lenin en octubre de 1917.
Rusia tuvo que firmar la “asquerosa paz” de Brest-Litovsk a lo cual dice Lenin: "Se me reprocha presentar un ultimátum. Si lo he hecho ha sido únicamente porque me hallo en el límite extremo. Los que hablan de la guerra civil inminente en Europa se burlan del mundo... Stalin se equivoca al decir que podemos no firmar. Hay que firmar. Si no firmáis, pronunciáis una condena de muerte para la República de los Soviets de aquí a tres semanas. Las condiciones alemanas no afectan a la existencia del Gobierno obrero y campesino... Por lo tanto, hay que aceptarlas. Si más tarde hubiera un nuevo ultimátum, la situación no sería ya la misma." Rusia cedió territorio a cambio de salvaguardar el futuro de la República de los Sóviets.
Con ese respiro, Lenin pudo avanzar y reorganizar sus fuerzas para poder, poco a poco, combatir al enemigo. Estados Unidos, que reconoció el gobierno de Kerenski, se negó a hacerlo con el gobierno soviético y, mientras que al gobierno de Kerenski le prestó dinero, al de Lenin le cobró ese dinero que, al negarse a pagarlo, como se dijo, se les negó el reconocimiento como nación.
Estados Unidos, encabezado por Woodrow Wilson, reaccionario enemigo del comunismo fue el padre de la Guerra Fría, apoyando a los Blancos, opositores del poder soviético, alentó a los “aliados” a enviar ejércitos a Rusia, según para combatir a los alemanes, pero en realidad para frenar al comunismo o prestar ayuda a sus enemigos.
El avance del Ejército Rojo contribuyó también a frenar a los alemanes y a los aliados (incluidos los norteamericanos). Se firma la paz en Versalles, Francia y se ponen restricciones severas al crecimiento militar de Alemania y no se reconoce a la Unión Soviética por Estados Unidos sino hasta 1933, después de la llegada de Adolfo Hitler al poder, pues los Estados Unidos leyeron la amenaza del nuevo imperialismo nazista y vieron que la Unión Soviética podría ser un factor decisivo para frenarlo.
Hitler pretendía lograr que el imperialismo alemán se hiciera con el control del mundo. Para ello se “justificaron” ideológicamente usando el “Lebensraum” o “espacio vital”, es decir, mediante la expansión de su territorio, mediante la invasión de otros países, para su supervivencia y mediante el principio racial basado en los planteamientos de Nietzsche del superhombre, que especificaban la necesidad de acabar con las razas inferiores exterminándolas o esclavizándolas.
Como ya hemos dicho, Hitler irrespetó los Tratados de Versalles en 1935, que básicamente le impedían crecer en materia de armas, buques y número de soldados. ¿Qué hicieron los ingleses, los franceses, los norteamericanos, los “Aliados”? Nada, en absoluto, pues desde el principio no vieron en el nazismo una amenaza, pues estaba a favor de la propiedad privada y de la explotación del hombre por el hombre; sin embargo, vieron en el comunismo nacido en 1917 con la revolución proletaria, una amenaza en potencia, pues promovía los valores de la solidaridad, de la propiedad colectiva en contraposición a la propiedad privada, pero ello afectaba los intereses de los grandes capitales y, por lo mismo, decidieron combatir al comunismo o facilitar las condiciones para que Hitler acabara con el comunismo para después negociar con él.
Stalin pidió a los aliados, una vez sí y otra también, que abrieran el segundo frente para debilitar a los alemanes, pero no lo hicieron sino hasta el 6 de junio de 1944, ya que los rusos habían ganado la batalla de Stalingrado en febrero de 1943 y avanzaban hacia Berlín. La apertura del segundo frente no tenía como propósito, como se ha dicho, frenar a los alemanes sino a los comunistas en una posible expansión hacia Europa. Como dijimos recientemente, el día 9 de mayo de 1945 el Ejército Rojo entra a Berlín y los alemanes, poco después, se rindieron ante los rusos. 27 millones de vidas se perdieron en Rusia y el propósito original de los “Aliados” de que los alemanes acabaran con el sistema soviético fracasó.
El triunfo soviético era visto por el presidente reaccionario y anticomunista Truman (quién sustituyó a Roosevelt, más negociador y avezado en la diplomacia internacional), como un peligro y aunque Japón, después de la derrota de Alemania, estaba sólo y no le quedaban muchas opciones de triunfo, los norteamericanos lanzaron las dos únicas bombas atómicas que se han usado en la historia de la humanidad contra civiles, para mandarle un mensaje, no a Japón, sino un mensaje a los soviéticos y a todo el mundo. Ese mensaje era: nosotros, los Estados Unidos, somos el imperialismo triunfador con nuestros aliados Inglaterra y Francia; de aquí en delante, tenemos un obstáculo a vencer: la amenaza soviética, el comunismo. Es así como la Guerra (sucia) Fría inicia desde la Primera Guerra Mundial, pero cobra fuerza en la postguerra, a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Propaganda anticomunista, espionaje, sanciones económicas, apoyo a grupos disidentes mediante las organizaciones no gubernamentales, uso de la ciencia con fines propagandistas, desarrollo de la carrera armamentista nuclear, entre muchas otras acciones, fueron elementos decisivos para contribuir a la caída del régimen socialista en la Unión Soviética. Hay que mencionar que el sistema socialista se burocratizó, desvió el rumbo leninista e, incluso, fue infiltrado con Gorbachov, quien traicionó los ideales leninistas y destruyó al socialismo.
Sin el régimen socialista en el panorama mundial, entonces, avanzaban los monopolios norteamericanos, el capitalismo gringo, en otras palabras, el imperialismo, la fase superior del capitalismo ya sin obstáculos. Anunciaban un mundo mejor que nunca llegó. Y aunque ideológicamente combatían al nazismo en sus películas; aunque se decían demócratas, como imperialistas que son, como capitalistas con el afán de conquistar al mundo entero, son los herederos de la idea de Hitler de hacerse con el mundo. Pensaban que ni Rusia ni China serían contrapeso en este proceso; sin embargo, se dieron cuenta de que sus cálculos no estaban bien hechos. Por un lado, China, país gobernado por el Partido Comunista, inteligentemente instrumentó una política que le permitió desarrollar la tecnología y al propio tiempo trabajar en los principios socialistas. Por su parte, Rusia, con Vladimir Putin a la cabeza, se rehízo como una nación poderosa y capitalista, pero con una visión no imperialista. Surge, así, la idea del mundo multipolar, se crean los BRICS y nace un nuevo contrapeso a los Estados Unidos.
Los norteamericanos y sus aliados, para detener a los rusos soviéticos y después a los rusos de la federación, incumplieron el acuerdo de que la OTAN no debía expandirse más allá de ciertos límites, sin embargo, se hizo un cinturón alrededor de Rusia como barrera para imponer el poderío norteamericano y de sus aliados. El colmo de ese descaro fue querer incluir a Ucrania como miembro de la OTAN, a 15 minutos balísticos de Rusia. Definitivamente la Federación Rusa leyó el mensaje norteamericano, que es un signo de continuidad de la Guerra Fría, para apoderarse del mundo, usó al pueblo ucraniano para sus propios fines. Pese a todos los intentos de Rusia para evitar un conflicto, los norteamericanos no le dejaron otra opción que defenderse y así inició la operación militar especial, pues si Ucrania estaba en conflicto con otro país NO podía entrar a la OTAN, por ende, esa fue la estrategia de Rusia para frenar el intento de Norteamérica de apoderarse de Rusia.
Hoy, con la llegada de Trump al poder, no queda duda de que, para arreglar el conflicto de Ucrania no hay que reunirse con el comediante Zelensky, sino con sus jefes, es decir, los gringos, antes encabezados por un octogenario distraído y ahora por un magnate. La guerra ha de terminar cuando los norteamericanos le bajen dos rayitas a sus pretensiones expansionistas imperialistas, pero como eso no va a suceder, la tensión va a continuar.
La Guerra (sucia) Fría sigue y los malos de las películas norteamericana y la propaganda mostrará como los malos a Rusia y a China, a Putin y a Xi Jinping. El resultado será: o una catástrofe mundial pues la ambición capitalista puede llevarlos al “todo o nada”; o bien, una recomposición del mundo con el nacimiento de un mundo nuevo, el mundo multipolar, antesala de una sociedad más justa y mejor para todos. Solo los pueblos del mundo podrán parar las ambiciones capitalistas si se unen, se organizan y luchan por un mundo multipolar y mejor. A eso llamamos a los mexicanos, a frenar la intentona norteamericana de hacerse con el mundo.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario