El valor de los habitantes del municipio de Acatlán, Puebla está al alza, como cada tres años en periodo de elecciones. Los políticos que aspiran a los puestos de presidente municipal, diputado local o federal, empiezan a ver para abajo, a los pedregales, el polvo, lodazales caminar por las calles y barrios abandonados, a saludar, tomarse un refresco con los líderes naturales, repartir baratijas entre la gente humilde y tomarse la foto para volar en las redes y conquistar la aceptación como futuro candidato y lograr el puesto ambicionado. Muchos ciudadanos aprovechan este soborno, a cambio del atraso material y espiritual, siempre progresivo, de sus ciudades, pueb rancherías, barrios familias e individuos. Esta conducta de políticos fugaces, que llegan al poder sólo para enriquecerse y del pueblo sin altura de miras, es la dupla, que explica, en parte, del atraso y pobreza de nuestras ciudades y pueblos. Las pruebas están a la vista, por ejemplo, de todos los acatecos: dedique unos minutos y repase como la vida les ha sonreído a todos los presidentes municipales que han sido y en cambio escudriñe con lupa, que hizo en cada periodo el gobernante en turno, qué obras de utilidad pública para el servicio de agua, luz, drenaje, comunicación, salud, educación y recreación o mejor aún de industria que les den empleo a los habitantes. A los presidentes favorecidos se les ve y viven mucho mejor y el municipio de Acatlán, se le ve cada día peor.
Contra esta conducta, los antorchistas hemos luchado 46 años y damos nuestro voto, no a cambio de dádivas, sino de obras que trasciendan en la vida material y espiritual de nuestras ciudades y pueblos. La mixteca es testigo de que el Movimiento Antorchista ha hecho muchas obras a pesar de que en muchos pueblos nunca hemos gobernado y donde sí, el progreso ha trascendido en el bienestar material y espiritual de nuestros pueblos y sin figurarse de regiones y estados. Nuestra vida ha sido una lucha constante y permanente por alcanzar ese preciado objetivo. Hemos dado y daremos nuestro voto a los candidatos que ofrezcan un plan de desarrollo para nuestros pueblos; por fortuna, unos han correspondido fielmente a sus promesas y otros, aprovechándose de nuestra paciencia, se han pasado por el arco del triunfo todos los compromisos morales e incluso por escrito y nos han vacilado, nos han dado atole con el dedo y a veces el puro dedo.
Por desgracia y mal ejemplo, es el caso de la señora presidenta municipal de Acatlán, María del Carmen Nava Martínez. Aprovechándose de la esperanza y el sentimiento de nuestros compañeros de mejorar sus comunidades a cambio del apoyo a su triunfo electoral en las pasadas elecciones, prometió y firmó sus compromisos de realizar varias obras de necesidad vital incuestionable, como la pavimentación del camino de herradura que comunica a San Vicente Boquerón, presidencia auxiliar más importante del municipio, con la cabecera municipal; la dotación del servicio de agua y energía eléctrica y alumbrado a la unidad deportiva, la rehabilitación de sus de sus edificio administrativo, de San Vicente Boquerón; la rehabilitación de los edificios y el aumento de participaciones miserables que recibe presidencia auxiliar; la dotación de terrenos y construcción del jardín de niños "Heriberto M. Aja” y del bachillerato "Coronel Joaquín Osorio&rdquo, en el barrio de San Miguel de la cabecera; la firma del convenio y suministro del gasto corriente y el pago de salarios del personal del Centro Comunitario de Prevención y Participación Ciudadana. Eso es lo que pedimos, entre otras cosas convenidas a cambio de nuestro apoyo, reclamamos obras materiales y de recreación para los pueblos y nada más.
A estas fechas, a pesar de las múltiples gestiones fallidas de nuestros compañeros para encontrarla en sus oficinas y de una o dos que hizo el esfuerzo de recibir muy poco, o dicho más francamente, nada ha resuelto en firme. Así como la mayoría de las presidentes que han llegado a gobernar nuestro municipio, la señora presidenta se ha servido de su puesto y mantiene en el olvido a la cabecera municipal, presidencias auxiliares, inspectorías y barrios del municipio y desconoce a quienes prometió las obras y beneficios para sus comunidades y aborrece a quienes se atreven a reclamarle lo prometido. Los antorchistas conscientes de esta actitud que se repite cada trienio, a pesar del riesgo y peligros de la pandemia que nos amenaza, hemos decidido salir a las calles y medios de comunicación para exigir, en primer lugar, la realización de las obras necesarias y convenidas con el municipio y, en segundo, llamar a todos los habitantes de la cabecera municipal, inspectorías, a las presidencias auxiliares, y habitantes en general, a que elevemos nuestra exigencia para comprometer nuestro voto, que exijamos a cada candidato, jilguero, chapulín o ganso que solicite nuestro voto, se comprometa con la realización de un proyecto preciso de mejora integral, material y espiritual de nuestros pueblos. Cada barrio en lugar de estar peor como ha sucedido debe sentir, palpar, ver una mejoría de su municipio en cada ejercicio transcurrido.
Compañero campesino, colono, estudiante, profesionista, artista, artesano, empleado, trabajador informal, plomero, carpintero, taxista exige el desarrollo de tu pueblo, comunidad, barrio, calle, casa, organízate con todos los de tu calle, barrio o comunidad y den su voto, solo a cambio de un compromiso de desarrollo integral para tu pueblo. Ante la urgencia de tu voto, no es tan difícil que te lo den, pues el dedo con atole no es nada, especialmente de quién miente cotidianamente; en cambio su realización es prácticamente imposible que lo logres, si no estás organizado y dispuesto a salir en la calle. Los antorchistas hemos constatado a lo largo de 46 años de lucha, que es más fácil sacarle la caca al águila del peso, que un compromiso a un funcionario verde, amarillo, azul y peor, morado, de nuestros tiempos; pero el remedio está en la educación y organización de nuestro pueblo. Los antorchistas nada hemos logrado sin saber esgrimir nuestro derecho, por el pago constante y siempre ascendente de nuestras impuestos y contribuciones y sin el cobijo a organizarnos que nos da nuestra Carta Magna. Hoy es más difícil lograr obras porque nuestro dictador las ha negado en sus mañaneras pisoteando un día y otro también los derechos constitucionales; pero nos corta vereda para llegar más pronto a la conciencia política del pueblo que vale más, que miles de obras, que vendrán después.
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