Muchas veces hemos escuchado la respuesta del presidente cuando se le pregunta sobre la marcha de la economía nacional, y esa respuesta es invariablemente: ¡Vamos requetebién! Y quien se atreva a dudarlo es un fifí y un conservador. A riesgo de recibir esas y otras descalificaciones, aunque lo más seguro es que ni se entere de lo que aquí mencionamos, llamo a mis lectores a profundizar un poco en este tema tan polémico.
Para que la gran mayoría esté de acuerdo en que la economía de un país funciona bien, todos debemos percibir que recibimos los satisfactores indispensables para nuestra vida, y que los recibimos en la cantidad y calidad apropiada, es decir que los habitantes de ese país han alcanzado un nivel adecuado de bienestar. Prácticamente deberíamos vivir todos como clase media y tener empleo seguro y bien pagado, vivienda cómoda y agradable con todos los servicios básicos (agua entubada, energía eléctrica, drenaje, calles pavimentadas, alumbrado público); acceso a servicios educativos y de salud de buen nivel; espacios para la práctica cotidiana del deporte, acceso a actividades artísticas, espectáculos recreativos y de esparcimiento, vacaciones pagadas (recursos y tiempo para efectuarlas). Naturalmente deben existir, como complemento de lo anterior, seguridad económica y sanitaria para los ancianos y paz y tranquilidad social para todos.
Este es el sueño de la inmensa mayoría de la humanidad, un sueño cuya realización es derecho inalienable de todo ser humano, pero que en la actualidad goza una pequeña minoría en todos los países, pues en todos existe además de los muy ricos la clase media.
En una sociedad cuyo eje central es el monopolio de los medios de producción en manos de una minoría, este sueño se puede alcanzar cuando la economía funciona de manera que proporcione empleos suficientes y bien pagados. Como sucede en los países de la península escandinava y algunos del centro de Europa, donde se ha formado una gran clase media. La encontramos en los países avanzados o también llamados industrializados: EUA, Francia, Alemania, Japón, Inglaterra, Italia, España y Canadá, pero no tan grande. Igualmente la hallamos en los países subdesarrollados como México y todos los latinoamericanos, pero exigua y en constante disminución. (La excepción es China, como muchos lo saben, pues perteneciendo a esta categoría se ha dedicado a fabricar clase media en cientos de millones). ¿Qué gobernante en su sano juicio puede incomodarse cuando esas clases medias protestan porque ya no tienen los mismos satisfactores que años atrás? Pues López Obrador se indigna y los descalifica todos los días ¿Quién puede decir que sea un delito que la clase baja aspire a ese nivel de bienestar? AMLO, que prometió que en su administración los primeros favorecidos serían los pobres, en la práctica se ha evidenciado enemigo jurado de que los pobres se unan, se organicen y luchen por mejorar su situación, por eso calumnia, amenaza y pretende aniquilar al Movimiento Antorchista.
Retomando el hilo de nuestro asunto, para que exista una clase media mayoritaria la economía debe proveer empleos suficientes y bien pagados. Pero no se le darán al primero que pase, no se obtienen gratis esos empleos, se requiere que la mano de obra sea productiva lo cual conlleva dos condiciones: su capacitación y adecuado vigor físico.
Hemos explicitado lo que debería hacer el gobierno de la esperanza. Examinemos lo que hizo.
En lugar de crear empleos les quitó el trabajo a muchos servidores públicos, canceló obras importantes ocasionando el desempleo de cientos de miles de trabajadores. Eliminó servicios importantes para mujeres trabajadoras como las guarderías, los refugios para víctimas de maltrato, los comedores comunitarios. Deliberadamente dejó de financiar obra pública, eliminó el ramo 23 para dotar de servicios básicos a la población: en su gobierno ya no hay construcción de drenajes, electrificaciones, sistemas de agua potable, alumbrado público. Hay mucha información que puede consultar quien tenga duda sobre la aseveración de que López Obrador destruyó fuentes de trabajo en lugar de crear nuevas. Y con ello perjudicó asimismo a pequeños y medianos empresarios.
¿Y en el terreno educativo? Todos sabemos que redujo los presupuestos de las universidades, de los centros de investigación, del gasto corriente de las escuelas de nivel medio y superior, en una palabra empeoró su funcionamiento bajo el manido argumento de que había corrupción y despilfarro. ¿Y los servicios de salud? Eliminó el Seguro Popular que tenía una amplia cobertura para la clase media y baja sin seguridad social. Anuló partidas importantes por considerarlas lujos inaceptables dejando en el desamparo a los enfermos y miles de sus familiares. Canceló el componente médico de Prospera que garantizaba servicios de salud y apoyos alimenticios para millones de niños y adolescentes.
Muchas explicaciones y razones puede aducir el presidente, y jurar que lo hace con la mejor intención. Lo cierto es que en el terreno económico sólo cuentan los resultados; lo que la gente percibe y alimenta su estado de ánimo y su actitud está en relación directa con lo que recibe y observa, y eso no se cambia con palabrería.
Igualmente pueden argumentar que aumentó el número de los beneficiados del "bienestar": los mayores de 68 y los discapacitados que reciben cada bimestre 2 mil 620 y 2 mil 550, respectivamente. Los jóvenes de las becas Benito Juárez con 1 mil 600 bimestrales, o los del programa Escribiendo el futuro con 2 mil 400 mensuales. Programas todos que se publicitaron con carácter universal, pero que no llegan a millones de los supuestos favorecidos. Sí, es cierto, tienen más dinero, eso indiscutiblemente es plausible, salieron de una situación peor pues ahora tienen para comprar. Pero ¿eso es todo lo que necesitan, sólo a eso aspiran?
Así se entiende por qué crece el descontento popular y la sensación de haber sido engañados, utilizados y traicionados por su presidente. Todo esto antes de que nos azotara el flagelo de la pandemia. Los problemas económicos son complejos y crudos, por eso nadie debe dejarse llevar de la desesperación.
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