Con un recital de piano en el que sonaron las notas de Chopin, Rajmáninov, Manuel M. Ponce y Liszt, el joven guerrerense Cristian Alan Romero Méndez inauguró el primer día de actividades de la XXI Espartaqueada Cultural, organizada por el Movimiento Antorchista Nacional.
Para millones de mexicanos, ir a un concierto o a una obra de teatro sigue siendo un sueño lejano, casi tan lejano como la promesa de un país más justo.
Este magno evento, que se celebra del 5 al 13 de abril, reúne a más de 25 mil artistas de todo el país y se ha consolidado como la muestra de arte popular más grande de México.
Pese a estos esfuerzos, sin embargo, lo cierto es que en nuestro país el acceso al arte y la cultura sigue siendo un privilegio para unos cuantos.
Según datos del Inegi, a través del Módulo sobre Eventos Culturales Seleccionados (Modecult), en 2022 sólo el 19 % de las personas en los tres primeros deciles de ingreso asisten regularmente a eventos culturales como conciertos, teatro o exposiciones.
En contraste, ese porcentaje sube al 53 % entre quienes tienen los ingresos más altos. La desigualdad también se refleja en el acceso a la belleza, la sensibilidad y el pensamiento crítico.
Las razones son muchas y conocidas: falta de dinero, la distancia entre las comunidades y los centros culturales, e incluso la escasa difusión de actividades artísticas en zonas marginadas.
Para millones de mexicanos, ir a un concierto o a una obra de teatro sigue siendo un sueño lejano, casi tan lejano como la promesa de un país más justo. Y esa brecha cultural no sólo afecta el desarrollo individual, sino que refuerza los círculos de pobreza y exclusión.
Frente a esta realidad, vale la pena reconocer el trabajo del Movimiento Antorchista. Desde hace décadas, sin apoyo gubernamental y sin fines de lucro, hemos promovido el arte en las comunidades más humildes del país.
A través de festivales, talleres y concursos, el Movimiento Antorchista logra algo que parecería imposible: acercar la danza, la música, el teatro y la poesía a quienes normalmente estarían fuera del alcance de estas experiencias.
En Tecomatlán, Puebla, cada dos años miles de artistas, hijos del pueblo, se dan cita en la Espartaqueada Cultural. No hay alfombras rojas ni reflectores, pero sí mucho talento, esfuerzo y amor por el arte.
Lejos del circuito cultural elitista, este tipo de encuentros permite que personas de bajos recursos descubran nuevas formas de expresión, compartan sus propias visiones del mundo y reafirmen su identidad.
“Creemos que el arte no debe ser un lujo, sino un derecho del pueblo”, dijo en el evento de inauguración nuestro querido maestro Aquiles Córdova Morán. Y es consecuente: con su trabajo incansable, por más de 50 años de su vida, ha construido, con la ayuda de millones de antorchistas, el foro más emblemático donde el pueblo canta, baila, declama y argumenta, pues el arte no sólo entretiene: también forma, educa y transforma. Nos conecta con otros, nos permite pensar, soñar y resistir.
En un país donde muchas veces no se tiene ni lo básico, el acceso al arte parecería una frivolidad. Pero es todo lo contrario: es una necesidad profunda que puede abrir caminos donde antes sólo había carencias.
Mientras el Estado reduce los presupuestos culturales y se desentiende de su obligación de garantizar el acceso universal a la cultura, Antorcha, y su XXI Espartaqueada Cultural Nacional 2025, llenan ese vacío con organización, conciencia y esperanza.
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