MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El desarrollo objetivo de la historia y el necesario cambio social

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A los pobres (como adjetivo de una característica económica, no como calificativo en su connotación de lástima), sea cual sea la actividad a que nos dediquemos, el grado de conocimientos que poseamos o las condiciones en que nos desenvolvamos en un momento dado, nos identifica la condición de ser hermanos de las mismas condiciones concretas de existencia; de las mismas o similares carencias. Aún con diferencias que nos hacen vivir la vida de una determinada manera, ajena totalmente a nuestros deseos y sueños particulares, pertenecemos a una determinada clase social: la de los desposeídos de la riqueza social. Esto es así desde la sociedad antigua, que comienza con las primeras civilizaciones y la descomposición de la comunidad primitiva como fruto del desarrollo económico y social, y que coincide con la etapa conocida como histórica por el registro escrito de los acontecimientos y hechos.

La redención real y definitiva de los pobres no puede estar en otro lado sino en el cambio estructural de la economía y en la superación de una sociedad dividida en clases.

Ello se debe, primero, a la posición que ocupamos en el proceso de producción de la riqueza social o de medios de vida necesarios para la existencia de la sociedad, es decir:

  • De acuerdo con la propiedad o no propiedad que cada uno de nosotros tiene respecto a los medios de producción, instrumentos y condiciones indispensables para poder transformar la naturaleza en objetos útiles, pues quien no los posee sólo cuenta con su fuerza de trabajo para poder venderla y subsistir en esta economía de mercado.

  • Por el papel que desempeñamos en este proceso de producción, es decir, si somos trabajadores directos, trabajadores indirectos o no trabajadores (patrones).

  • Por último, la forma en que percibimos la parte de riqueza social que se nos asigna: en forma de ganancia o de salario. 

Estas son características reales a las que está sujeto cada individuo de la sociedad y que han estado presentes a lo largo de la historia.

Es útil saber esto por las implicaciones prácticas y concretas que acarrea en el terreno de lo social y lo político pues, querámoslo o no, las condiciones económicas determinan las condiciones de vida diaria de los seres humanos, actuales y futuros pero la política, lo jurídico, lo ideológico y lo social en general influyen poderosamente, a su vez, sobre aquellas, en particular cuando se alcanza un punto determinado del desarrollo social.

Esta caracterización de los grupos sociales existentes no es arbitraria ni caprichosa, no fue inventada por alguien, sino que es totalmente objetiva. La sociedad dividida en clases tiene una existencia real, tangible y comprobable por cada individuo al reflexionar sobre las características de su propia vida material; es decir, es el resultado del descubrimiento hecho por investigaciones científicas serias.

Para comprenderlo cabalmente es importante conocer y reconocer la veracidad de la premisa filosófica comprobada exhaustivamente por el desarrollo de las ciencias particulares y la técnica, la cual demuestra que el mundo, el ser, la materia, el universo, tiene una existencia independiente de la conciencia del hombre; tiene una existencia objetiva cuya unidad reside precisamente en su materialidad y, por tanto, todo cuanto existe es materia o producto de esta, incluida la propia conciencia del hombre como producto de la materia altamente organizada que es el cerebro humano.

La sociedad, así entendida, tiene también una existencia objetiva y real y, por tanto, está sujeta, como el resto de la naturaleza, a leyes objetivas de desarrollo, es decir, a leyes que operan independientemente de los deseos y caprichos de los seres humanos, aunque cada uno de estos miembros de la sociedad esté dotado de conciencia.

Los miembros de la sociedad influyen en el devenir histórico y en el desarrollo de la sociedad, aunque es necesario precisar que tales conciencias e ideas están determinadas, precisamente, cuando menos en última instancia, por el desarrollo y desenvolvimiento de la sociedad en su conjunto, que tiene como base la operación de esas leyes objetivas antedichas.

Este reconocimiento, esta conciencia de la realidad, llevará a los pobres, desde mi punto de vista, más temprano que tarde, a la convicción de que tanto la vida política como social son la envoltura, la superestructura, la forma necesaria que tiene como fondo, como contenido, a la estructura económica.

Tal estructura cuenta con una dinámica no del todo independiente pero sí objetiva y determinante del todo social. Por lo tanto, la redención de los pobres, su liberación real y definitiva no puede estar en otro lado sino en el salto cualitativo de esa estructura económica; en el cambio real de este fondo, es decir, en una superación de esa sociedad que funciona con base en la división de clases.

Esa división es propia de una sociedad decadente que ha dejado de ser funcional para sostener el desarrollo necesario para la existencia de la vida social por tener a la humanidad sumida en catástrofes perfectamente evitables bajo otro régimen necesariamente superior y mejor organizado; acorde con el avance económico y científico-tecnológico, como el hambre, las guerras y las enfermedades o los desastres naturales como el cambio climático y otros síntomas que acusan el cáncer que corroe a la sociedad de nuestra época. 

Pero ese cambio también necesariamente debe estar precedido, debido a las características objetivas del desarrollo social, por el cambio de clase en el poder para transformarlo en lo político, ideológico, lo jurídico y económico, con base en los intereses de ese pueblo. Y esa es una tarea a desarrollar por el pueblo mismo, pues nadie lo hará en su lugar.

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