El domingo 19 de abril, he visto un triste video narrado por Javier Castro, reportero de Univisión. Se ve a la gente de Nueva York (¡sí!, ¡Nueva York, la ciudad más rica del mundo!, con más de tres billones de dólares en riqueza privada global), formada en una kilométrica fila para conseguir algunos alimentos proporcionados por una fundación caritativa católica. Y no debemos olvidar que la cantidad de defunciones en Nueva York, por el Coronavirus, está llegando a los 20 mil, de unos 38 mil en todo Estados Unidos. ¿Y el gobierno? Pues hace lo posible, pero el sistema de salud está desarticulado. Incluso para hacerse de cubre bocas tienen que esperar que llegue la compra que hicieron en China. Nuestros paisanos en ese estado viven días angustiosos, pues aparte de perder su trabajo, pueden perder la vida, por contagio o por hambre.
¿Por qué hay pobreza, abandono y muerte en la culta, posmoderna y riquísima Nueva York y en diversos estados del país más poderoso del mundo? Porque igual que sucede en todos los países capitalistas, la riqueza se concentra en muy pocas manos. Todo mundo busca sacar provecho, todos quieren hacerse ricos o incrementar sus riquezas a costa de los demás. Es el resultado de la imposibilidad para planear la producción y la distribución de la riqueza. Como sucede en el mar, también en la sociedad capitalista los tiburones se comen a los peces pequeños.
México no es ajeno a esta situación porque también es una nación capitalista. También aquí sufrimos el desprecio y el abandono en que las clases poderosas tienen a las clases trabajadoras. No les interesa que el pueblo se alimente bien, que se eduque con calidad, ni que tenga buenos servicios médicos ni buenos hogares, nada de eso es de interés para los poderosos. Esta alabada democracia capitalista, donde supuestamente se vive un gobierno del pueblo, es una entelequia, una fantasía. Se dice democracia, porque los políticos del sistema acuden casi atropellándose en los tiempos electorales para ganar (comprar) votos del pueblo. Nada más.
El resultado de ese abandono, de ese desinterés hacia la seguridad y el mejoramiento del pueblo, se observa claramente en muy diversas situaciones. Por ejemplo, la delincuencia es el pan de cada día, ¿y cuántos gobernantes están ocupados en resolver el problema? Ninguno. Hasta nos hemos dado cuenta que desde la presidencia de la república se codean con los malos. El problema de la vivienda popular, ¿qué gobernante se preocupa? Nadie, te dicen que si no tienes casa es porque no sabes trabajar. ¿Y los servicios públicos? Va un solo ejemplo: El Inegi informó en marzo de 2018, que más de 44 millones de mexicanos no tienen dotación diaria de agua, y poco más de 10 millones de plano tienen que buscarle en ríos y arroyos...¿Y el presidente que en su campaña impresionaba con el lema de "Primero los pobres"? No está en sus planes dotar de servicios públicos, porque dice que eso propicia la corrupción. Nada de dinero para obras públicas.
En estas condiciones de pueblo abandonado, nos cayó un moderno "jinete del apocalipsis": el virus llamado Covid-19. Es un gravísimo problema de salud pública, porque desde el primer año de gobierno, el "Presidente de los pobres" (nótese la ironía, por favor), nos recetó un fuerte recorte al presupuesto de salud pública (2,500 millones de pesos), despidió a miles de médicos (10 mil, entre médicos y enfermeras), desapareció el Seguro Popular...Bueno, como chivo en cristalería, vino a exterminar al endeble, pero funcional, sistema de salud pública.
¿Cómo enfrentar la pandemia actual? Pues con la gracia de Dios (literal), como lo dice el presidente. La orden es quedarse en casa, pero como ya se ha denunciado por todos los medios posibles, eso no es factible para millones de mexicanos pobres, quienes no pueden resguardarse porque eso es encontrarse con el fantasma horrible del hambre. Así que ni modo, a aventurarse a salir. Hay que consolarse con una de las últimas declaraciones del presidente, el 18 de abril:
"Yo sé que se sufre y se padece, cuánta gente humilde que se busca la vida diaria está pasando por un mal momento, pero no es en vano porque hay que cuidarnos. Lo más importante es la vida." ¡Eso dice el presidente! ¡Dice que hay que cuidarnos, pero no nos dice cómo le vamos a hacer si no tenemos comida para los días de encierro! ¡Tal vez cree que todos tenemos una despensa llena para aguantar el tiempo que sea necesario!¡Tal vez hasta piense que esta es la mejor oportunidad para que la familia "conviva" y sea feliz!
Se le ha pedido que active un plan para llevarle alimentos (despensas) a los pobres, y que proteja el empleo y la economía nacional, pero nada de eso, su compromiso es entregar dinero en tarjetas a poco más de 20 millones de mexicanos. Los demás no cuentan. El presidente prácticamente nos ha abandonado. No podemos contar con él. Tampoco con el gobernador, quien afirma que ya está entregando despensas, nada más que es solo para quienes son de su partido político.
Vean como en los momentos difíciles para la clase trabajadora, es cuando sale a relucir el cobre; es ahí cuando nos damos cuenta que igual que en Estados Unidos, los pobres de México están solos; no será el presidente ni ningún gobernante salido de las filas de los ricos, quien venga a salvarnos.
Pero esa no debe ser la suerte de los trabajadores. Ahora se ve con claridad la importancia de estar organizados; es el momento en que todos aquellos que ya sienten la presión por falta de alimentos, se decidan a luchar. No tengan duda en que la única organización del pueblo que siempre ha estado a su lado es Antorcha. Ahora no será la excepción: súmense a las acciones de protesta que ya se están realizando en diversos estados de la república. Puebla no será la excepción...Sólo la lucha del pueblo salvará al pueblo.
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