MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hambre y pandemia

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El coronavirus es una pandemia mundial. Y sus consecuencias también: el hambre azota con más fuerza al mundo entero, sobre todo a los desamparados de siempre. Los analistas políticos más serios y los epidemiólogos más autorizados reconocen que es discutible la medida que aplican la mayoría de los países para limitar la difusión del virus y que consiste en encerrar en sus casas, por tiempo indefinido, a toda la población.

Es discutible, dicen, por cuatro razones: 1) Lo que hay que evitar es la libre circulación de las personas enfermas y de aquellas que sean portadoras inconscientes del virus, para lo cual es necesaria la aplicación masiva de pruebas de laboratorio y el aislamiento inmediato de los que sean detectados como contagiados. ¿Por qué sólo de los contagiados? ¡Porque las personas que no poseen el virus no lo pueden propagar, aunque se reúnan en número de 10, 20 o mil! ¿Por qué el gobierno aísla también a los no contagiados? Porque no quiere instrumentar un sistema de aplicación de pruebas para toda la población, es decir, porque no quiere gastar el erario en salvar la vida de sus gobernados y por eso, bajo un nombre pomposo (QuédateEnCasa), prohíbe la salida de la población a las calles. 2) Así las cosas, el gobierno no se hace responsable del nivel de contagio en su país, sino que responsabiliza de manera directa a la población bajo el mismo argumento de que si salen pueden ser contagiados y contagiar. El gobierno se limpia las manos y pone en acción la campaña mediática para culpar a los desobedientes que se atreven a salir de sus casas. 3) Estas medidas draconianas son una clara violación a la Constitución, que nos da derecho de circular libremente por el país. 4) El enclaustramiento forzoso en el país cerró miles de fuentes de trabajo y ocasionó la pérdida de millones de empleos cada día. Es decir, la pobreza crece de manera más rápida. Los científicos económicos aseguran que la crisis en el mundo ya se veía venir, dados los problemas económicos del capitalismo, pero el nuevo virus les dio un pretexto para el despido ilegal. Estamos mal y vamos a lo peor.

Como todo mundo sabe, el Coronavirus nació en China a mediados de diciembre, aunque algunos analistas muy serios sostienen que el virus fue creado por EE.UU. quien lo sembró en el gigante asiático. Como un virus nuevo ante el cuerpo humano y debido a su rápida propagación, de inmediato se alertó a todo el mundo para que nos preparáramos para una pandemia que azotaría a todos los países. Algunos hicieron caso. Otros, como México, no hicieron nada y se burlaron del virus. En China, por ejemplo, el gobierno construyó, en 10 días, dos hospitales gigantes que hicieron frente a la infección. Los chinos han derrotado la propagación y han frenado la muerte de sus ciudadanos por el virus. En Rusia, ante el aviso mundial de pandemia y con menos de cinco casos confirmados el gobierno de Vladimir Putin encerró a todos sus ciudadanos y puso en cuarentena obligada a los que acaban de hacer un viaje internacional y controló el problema. Rusia es de los pocos países que tiene un número mínimo de muertos por el Coronavirus; México, con un mes en la pandemia, dobla a Rusia en número de fallecidos. Corea del Sur no encerró a sus ciudadanos ni frenó sus actividades productivas o electorales: cuando apenas tenían a cuatro ciudadanos infectados, el gobierno inició un gigantesco despliegue de pruebas para toda la población en las calles, en el transporte público y en todos lados; ahora, las personas infectadas usarán brazaletes electrónicos para supervisar que hagan su cuarentena obligatoria. Corea es otro país que ya libró la crisis más fuerte de la pandemia. Finalmente, Cuba, que no sólo combate exitosamente al virus en su propia tierra, sino que es capaz de hacer lo que nadie más hace en este planeta: envía a médicos voluntarios a varios países para ayudar al combate del Coronavirus. La solidaridad cubana es agradecida por España, Italia y otros países.

En contraste, los imperialistas del mundo no pueden frenar la pandemia: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España y Estados Unidos, en donde cientos de miles están ya infectados y cientos mueren todos los días. Nueva York, el centro financiero mundial y emblema del capitalismo más desarrollado, llena los hospitales con los contagiados, los sobrepasan y hay mantas blancas de muerte en sus pasillos, llora a quienes no se pueden salvar y los saca en camiones para escombros y los entierra en fosas comunes, como cuando hay guerra y ya no es tiempo de hacer funerales y contar a los muertos. Es el desastre mundial del capital. Donald Trump, presidente de EE.UU., se burlaba en público del virus...hace unos días; después, tuvo que reconocer que él "sabía que podía ser horrible". Y miren: los ciudadanos de su país lloran, sufren y mueren gracias a la idiotez de su presidente.

La ineptitud de nuestros presidentes es más grave que el Coronavirus: nos lleva al hambre o a la muerte. En México, muy a destiempo y sin un plan sanitario y económico, el Gobierno de la "Cuarta Transformación" que encabeza López Obrador ordenó la famosa SanaDistancia y el QuédateEnCasa. En varios países, el mismo llamado obligó a estructurar medidas para ayudar a la población: se impidieron los despidos, se impulsaron los salarios normales, se suspendieron los pagos de luz, predial, agua y los intereses bancarios, o se ofrecieron apoyos para los desempleados. En México todavía no ha sucedido eso. López Obrador, abanderando la demagogia y la ignorancia morenista, hace pocos días decía que saliéramos a la calle. ¡Tuvo que retractarse!

Resulta que la orden del enclaustramiento obligado ha cerrado empresas, fábricas, hoteles, restaurantes, playas, plazas comerciales, cines, antros, pequeños negocios de todo tipo, escuelas, etc. Y ya comenzó el desempleo masivo. ¿Y los comerciantes ambulantes, los transportistas, los de los cientos de miles de changarros, etc.? Ellos también sufren porque la gente procura no salir a la calle. Millones se quedan sin trabajo, sin dinero, sin comida. El hambre aumenta en México. Por lo menos 85 millones de mexicanos, de acuerdo con los estudios más serios, hoy padecen más hambre. El hambre genera revueltas violentas que destrozan a los opresores o provoca revoluciones. Ante este panorama, Antorcha sólo exige una cosa sencilla y de sentido común: un programa nacional de distribución de alimentos y víveres para toda la población que carece de un ingreso fijo.

¿Podrá México hacer que el Gobierno entienda que esto es lo que requieren las circunstancias? Si millones de mexicanos nos unimos y luchamos por ello, lo podremos hacer. ¿Y aquí en Puebla? ¿Qué hace Barbosa? Es un tema muy interesante que trataremos en los próximos días.

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