Al principio parecía un simple error, los millones de fieles seguidores se cuestionaban poco algunos actos contradictorios del ungido presidente de México. ¿Por qué parecía tan cercano el gobierno a los hombres más ricos del país? ¿No era el gobierno de los pobres el que había llegado al poder? “Posiblemente –se respondían los fanáticos seguidores de el salvador– es una estrategia que no alcanzamos a comprender, el mesías ve más allá que nosotros y aunque no parezca lógico lo que sucede, deben existir razones que justifiquen lo aparentemente irracional”.
Pasado algún tiempo, sonaron las trompetas de combate, la corrupción se encontraba amenazada de muerte, el redentor no se tomaba las cosas a la ligera y donde ponía el ojo ponía la bala, los corruptos tenían los días contados. Los fieles vieron cercano el principio del fin del conservadurismo; finalmente en México, después de siglos, se haría justicia, nos libraríamos de un sopapo de toda la putrefacción del sistema porque la palabra del señor era ley y no había que dudar de la eficacia de su estrategia.
Las cosas, lamentablemente para los fieles, no resultaron como esperaban. Escándalos de corrupción en la propia familia del mesías, hermanos recibiendo sobres, primos estafando al Estado, hijos con mansiones millonarias. “Calma, calma –pensaron los discípulos– esto debe tener una explicación. Recuerden que no por nada es «el único», él no puede ser responsable de los actos de sus familiares, si Jesús tenía a su lado a Judas, es normal que entre los que le rodean haya también pecadores”.
La situación se complicaba, los atentados a la lógica y al sentido común eran cada vez más constantes, los seguidores, sin embargo, no perdían el talante: “no parece racional, pero si el hijo es millonario seguramente es porque su changarro de chocolates es realmente inigualable, no olviden que el mesías hace milagros y no es una locura que haya empezado a hacerlos precisamente en la chocolatería del primogénito”.
Así pasaron algunos meses, los actos de corrupción seguían incrementándose en las propias narices del redentor; los pobres veían que lo único que aumentaba era su pobreza y en lo único que habían progresado desde la llegada del nuevo gobierno era en el arte de no morirse de hambre. Sin embargo, la simpatía, si no crecía, al menos se mantenía. El nuevo programa mañanero estaba cumpliendo su objetivo, la estrategia funcionaba: “Panem et circenses”.
El país se pintaba con los colores del surrealismo, la lógica en cada mañanera era víctima de atentados que harían sonrojar a un Nerón o a un Calígula. Los gritos de la realidad comenzaban a oírse, apenas como ligeros susurros, en los oídos de la fanaticada. ¿Cómo justificar que, en el año más crítico de la historia moderna de México, Carlos Slim, el hombre más rico del país, haya incrementado su fortuna alcanzando los 81,2 mil millones de dólares? ¿Por qué Germán Larrea y Salinas Pliego –el segundo y tercer hombre más rico de México–, alcanzaron incrementos similares superando 38 y 12 mil millones de dólares respectivamente? ¿Cómo era posible que, precisamente, en el gobierno de los pobres, ocho de los 10 más grandes multimillonarios de México incrementaran su fortuna el último año, en un 28 por ciento, mientras la población en condición de pobreza pasaba de 51.9 millones a 55.7 millones el mismo año?
La situación se tornaba complicada, la izquierda que había llegado con la consigna de revolución detrás de el salvador, no encontraba ya argumentos; algunos, avergonzados, se bajaron del barco: “no era lo que esperaba” –decían los ideólogos en las universidades– “fue un gran error” –clamaban actores y artistas–. Sólo cuando fueron por ellos se dieron cuenta que habían dado un mal paso y en el camino habían arrastrado a miles con ellos.
Cuando todo parecía perdido, cuando ya no había otra alternativa que declarar que “sí ,somos el gobierno de los ricos”, cuando incluso los más enajenados empezaban a desempolvar la inteligencia, el mesías, con su visión única, encontró una nueva salida: “hermanos– les explicó– sé que esto parece una farsa, algunos empiezan a dudar, la fe parece que ya no es suficiente, pero déjenme explicarme: es cierto que yo hablé del gobierno de los desamparados, es cierto que mi gobierno era la revolución de los pobres, pero, no se olviden que, también los ricos y los criminales tienen sentimientos, ellos son pobres de espíritu y yo los salvaré.” En otras palabras, los fieles se conformaron con esta nueva salida: “se ayuda también a los de arriba, yo les puedo decir que no hay un rico de México que en el tiempo que llevamos gobernando haya perdido dinero, y a las pruebas me remito. Al contrario, les ha ido bien”
La crisis se sentía hasta debajo de los ojos, los hijos del pueblo, aquellos que más fervientemente defendían a su presidente ya no sabían cómo justificar estas salidas irracionales y absurdas. Poco a poco empezaban a reconocer que fueron estafados, el sentido del ridículo, que se apodera de uno después de ser víctima de un fraude y que tarda en reconocerse por la inevitable vergüenza que acarrea, aparecía en los rostros y en las palabras del pueblo. Los más tercos, aquellos que se negaban a reconocer el embuste, no tanto por la traición de que fueron víctimas, sino por no sentir la humillación del error, discutían en las universidades y en las redes, defendían a ultranza al salvador, aunque ya no creyeran en él, es que, en su defensa, iba en juego su dignidad.
Finalmente, el último acto de esta farsa sería ya muy difícil de justificar, el mesías ponía las cosas realmente difíciles para sus cada vez menos convencidos discípulos. Al evidenciarse que, realmente, el nuevo gobierno, detrás de toda la fachada, palabrería y moralidad baratas, escondía intereses de clase. Cuando ya no pudo esconderse que la revolución de 2018 fue, realmente, la revolución de los ricos; al quedar desenmascarado el salvador como un enviado realmente pérfido de la burguesía nacional, nuestra política pasó de lo surrealista a lo absurdo. Los fanáticos, un poco enfurecidos, preguntaban ¿Por qué, señor, los ricos son más ricos que antes? ¿Por qué, señor, los pobres son más pobres y miserables que antes? La respuesta sería sorprendente: “los ricos son más ricos porque tal vez, aquello que dijimos repudiar no era tan malo, los pobres son más pobres porque tal vez, sólo tal vez, el modelo neoliberal no es del todo malo”. Mientras tanto, y para cerrar con bombo y platillo esta farsa de la que apenas llegamos al segundo acto, el partido conservador, el enemigo del pueblo, el pérfido PRIAN declaraba: “nos equivocamos, sí es el neoliberalismo el verdadero enemigo, ahora cambiaremos de estrategia”.
¿Habrá alguien todavía que pueda creer en las palabras del presidente? ¿Serán sus fanáticos tan intencionalmente ciegos que lleven esta farsa hasta sus últimas consecuencias? Eso lo veremos en las siguientes elecciones a gobernador, muy seguramente será así pero, para todos aquellos que han recapacitado y para los que supieron ver la tragedia antes de su llegada, la tarea, en esta comedia de los errores, es criticar, desenmascarar y demostrar que en México, después de este gobierno, sólo habrá un ganador y nada más que un perdedor, el mismo de siempre; los ricos saldrán fortalecidos y los pobres, aquellos que hoy todavía defienden a su verdugo, saldrán mucho peor de como entraron. La “revolución de los ricos” está en marcha y sólo la crítica y la conciencia de las masas podrá revertir el daño que hoy resiente en sus entrañas el pueblo de México.
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