Conforme a lo que podemos enterarnos fácilmente a través de los medios digitales, pareciera que en el reciente proceso electoral la mayoría de los votantes colimenses ratificó su confianza en el partido gobernante del país, sobre todo, en el proyecto de nación que ha impulsado desde el inicio de su mandato el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En la jornada electoral de 2018, AMLO obtuvo el 58 % de los votos colimenses emitidos; mientras que en el pasado 2 de junio, Claudia Sheinbaum se llevó el 53.9 %.
Ya con esto, y sabiendo de antemano que el Gobierno de Sheinbaum puede no ser sino solo una prolongación del Gobierno que ya tenemos, pareciera que los colimenses no solo están conformes con la vida (y la muerte) que han sufrido hasta hoy a causa de la indolencia oficial, sino que están, además, insensiblemente dispuestos a sufrir pasivamente más de lo mismo en los próximos seis años.
Pero esto, que atentaría contra el verdadero bienestar de todas nuestras familias, no tendría sentido. Leí alguna vez que el sociólogo filipino Walden Bello sostuvo en una de sus obras que:
“La conducta del votante no siempre está determinada por la racionalidad, sino que, sobre todo en tiempos de crisis, está con frecuencia motivada por miedos y esperanzas irracionales”.
Y es esto precisamente, es decir, “miedos” y “esperanzas irracionales”, lo que yo sostengo que forzó el sufragio en cascada de miles de colimenses a favor del proyecto de Morena.
Para apuntalar esto que digo, veamos algunos datos que pudieran ayudarnos a estimular un poco la razón, cuando menos, en esto que pareciera una irracionalidad total e insalvable.
Dejando por hoy a un lado la terrible situación de inseguridad y violencia homicida imparable que ya cargamos, y tomando en cuenta las ingentes cantidades de dinero de las ayudas monetarias que se dice que se reparten por todo el estado, veamos qué tanto ha mejorado en la realidad la situación de pobreza y marginación que han vivido las familias colimenses.
El 15 de febrero de 2023, un medio local publicó una nota que nos puede servir para aclarar la situación que refiero, tomando en cuenta que, para entonces, ya se cumplían cuatro años de reparto de ayudas monetarias del Bienestar en todo el estado.
La nota dice así:
“De acuerdo a los datos difundidos por la Secretaría del Bienestar del Gobierno Federal, la población en situación de pobreza se ha incrementado en el último año en el estado de Colima. […] se incrementaron hasta 55 % los colimenses que viven en situación de pobreza extrema y 11.5 % en pobreza. Lo anterior, a pesar de la importante cantidad de recursos que destina el Gobierno Federal a la atención de grupos vulnerables como adultos mayores y personas con discapacidad” (Diario de Colima).
Y luego el medio precisó así: “… en el transcurso de un año, la población en condiciones de pobreza extrema aumentó más del 55 %; en términos absolutos, 7 mil 648 personas pasaron a formar parte de este rubro. En tanto que la población en situación de pobreza moderada se ubicó en 197 mil 300 personas en 2023, mientras que en 2022 fue de 182 mil 393 personas, es decir, hubo un incremento de 14 mil 907 o un 8 % en este apartado. Mientras que en situación de pobreza, el informe de 2023 de la Secretaría del Bienestar refiere que se encuentran 218 mil 600 colimenses, 11.5 % o 22 mil 555 personas más que las 196 mil 45 personas registradas en 2022. La población vulnerable por carencia social también presenta un aumento, al pasar de 241 mil 228 personas en 2022, a 272 mil 400 en 2023. Lo que implica que 31 mil 172 personas se incorporaron a esta condición”.
Estos datos estadísticos que el ciudadano común no lograba dimensionar por no entender cabalmente la interpretación de los mismos, los sufría ya en carne propia a pesar de las supuestas ayudas monetarias que recibía.
No entendía, y creo que aún no entiende, que tener más dinero no significa tener en realidad más bienestar. Como dijera en su canción el maestro Luis Alcaraz, compositor y director de orquesta mexicano: “[…] el dinero no es la vida, es tan solo vanidad.”
Y mientras los colimenses se empobrecían aún más, creyendo lo contrario por el dinero que llegaba a sus manos para adormecer sus conciencias, la violencia homicida desbordada fomentaba el miedo a la población, mientras que la campaña electoral de la Dra. Sheinbaum hacía lo suyo apareciendo como “#EsClaudia” hasta en la sopa que se comía.
Pero la estocada final de esta nefasta faena vino meses previos a la elección. Amparados en la veda electoral, el Gobierno federal puso en manos de los futuros electores una cantidad de dinero suficiente como para deslumbrarlos en medio de la pobreza que ya se les había fomentado.
Y el resultado de esta maquinación fue la cascada de votos que cosecharon el pasado 2 de junio. Sin embargo, nada cambió para los colimenses que mencionan las estadísticas.
Como dije: más dinero, pero más pobreza.
Y para que el pobre no despierte del letargo embrutecedor, luego de la estocada de castigo viene el premio de consolación; otra vez la teoría del “condicionamiento clásico” descubierta por el fisiólogo ruso Iván Pávlov.
Un medio local publicó así una de sus notas el 2 de julio pasado: “Pagará el Gobierno federal en Colima 523.7 mdp”; los beneficiados: “81 mil 160 son derechohabientes de la pensión de Adulto Mayor y 9 mil 652 de la pensión por discapacidad; además de 2 mil 175 del programa de apoyo a Madres Trabajadoras” (Diario de Colima).
Por su parte, la juventud, entre los que abundó también el voto para Morena, igualmente tendrá lo suyo; los beneficiarios serán:
“21 mil 406 becarios y becarias de educación básica; 24 mil 132 estudiantes de educación Media Superior y 1 mil 223 jóvenes beneficiarios de la Beca Jóvenes construyendo el Futuro”.
He aquí develado, pues, el misterio del triunfo arrollador de Morena: apoyo oficial y campaña adelantada; miedo a perder la vida y los apoyos monetarios; esperanzas irracionales y “condicionamiento clásico”. Hasta parece que estamos en los mejores tiempos del PRI.
Y es verdad que el dinero es un pan, pero dentro va la navaja; es decir, la pobreza. Conforme a los datos arriba dichos, cada adulto mayor recibió 6 mil pesos bimestrales, o sea, 3 mil al mes; esto es 750 pesos a la semana o 107.14 pesos por día; lo que significa 35.7 pesos para cada comida y ya ni hablar de las medicinas.
¿Ahora ya entendemos por qué el dinero de las ayudas monetarias no resuelve la pobreza? La lección es la misma: organicémonos para mejorar esta situación. Ojalá que así sea.
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