MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Pobreza alimentaria en el edén

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Definitivamente, vivimos en un país con inmensos problemas económicos por el mal reparto de la riqueza social, que hasta el día de hoy ningún político en turno se ha propuesto transformar de forma seria, a través de un proyecto nacional que les permita a los mexicanos acceder a los mínimos puntos de bienestar social, como una buena vivienda, servicios básicos, educación, actividades culturales y deportivas, salud, etcétera. Pero lo que definitivamente ha cruzado la raya es la pobreza alimentaria en la que viven millones de familias en el país.

Hoy vemos cómo unas cuantas familias son dueñas de minas; otras de grandes extensiones de tierra y algunas ya privatizaron recursos naturales como bosques, lagos y hasta pedazos de mar.

En este mismo sentido, unas notas llamaron mi atención: “Casi un tercio de la población en México sufre de inseguridad alimentaria moderada o severa. Esto significa que unos 35 millones de mexicanos y mexicanas llevan un día o más sin comer, no saben si podrán comer hoy o sacrificarán la cantidad o calidad de sus alimentos. Aún más preocupante es que gran parte de esta cifra son niños y niñas cuyo desarrollo y bienestar (actual y futuro) pueden verse severamente afectados” (Priscila Carolina Ibarra Carlos, graduada en 2022 como ingeniera en industrias alimentarias del Tecnológico de Monterrey, TecScience).

Y la pregunta es ¿por qué hay tantas familias en nuestro país que no tienen para llevarse un trozo de pan a la boca? ¿Acaso hay mexicanos de primera y de segunda? ¿Por qué un padre de familia debe trabajar hasta dos o más turnos para intentar llevar la canasta básica de alimentos a su hogar? ¿Y las promesas de campaña “primero los pobres”? ¿Dónde quedaron? 

Terrible realidad que ni las mejores campañas de gobierno han podido ocultar. Lo real es real, la gente no tiene dinero para comer.

Hace algunos años se hablaba de tres clases sociales: ricos, clase media y pobres. Ahora, para disfrazar la pobreza, la dividieron en pobreza extrema, pobreza moderada y pobreza multidimensional, que a su vez se divide en pobreza laboral, pobreza alimentaria y pobreza patrimonial.

Así, para que la palabra no se escuche tan ruda, que pueda lastimar el oído de la inmensa población que de tanto escucharla pudiera reflexionarla, analizarla y plantearse un cambio social en el país que les permita acceder a la enorme riqueza que posee México, pero que lamentablemente se concentra en unas cuantas manos, prefirieron suavizarla con nombres diversos.

Hoy vemos cómo unas cuantas familias son dueñas incluso de minas de oro, plata, zinc, uranio; otras lo son de grandes extensiones de tierra; algunas ya privatizaron recursos naturales como bosques, lagos y hasta pedazos de mar (como lo que está pasando en Cancún, donde las mejores playas están privatizadas por empresas hoteleras, muchas de ellas ni siquiera mexicanas).

Unos cuantos se dan el lujo de tirar comidas completas a la basura porque “no les apetece en el momento”, o que tienen tantos trajes que llenan guardarropas más grandes que la de una pequeña casa de obreros. El otro lado de la moneda lo viven millones de familias que todos los días luchan por llevarse un pan a la boca.

La inmensa mayoría de los mexicanos no acepta la clasificación de la pobreza anteriormente descrita, que lo único que hace es dividir a los mexicanos. Algunos comentan: “Yo sólo soy pobre porque no tengo una vivienda propia”; otros dicen “Soy pobre porque vivo en una colonia de pobres donde las calles no están pavimentadas y no contamos con drenaje”.

Una compañera expresó “Mi problema es que no encuentro un trabajo”, y así, sucesivamente, podríamos encontrar familias enteras que no reconocen que pertenecen a la clase pobre, ya que desconocen el significado de las clases sociales.

Muchos mexicanos sólo dicen con rudas palabras: “Estamos jodidos, porque no alcanza ni para comer”. Ciertamente, aunque los tipos de pobreza los clasificó el gobierno para confundir a los millones de pobres de este país, el mal es uno solo: la injusta repartición de la riqueza nacional. “Divide y vencerás” debería llamarse a este maquiavélico plan de hacer divisiones entre los pobres.

Mientras tanto, ¿qué pasa en el edén? En estos días me encontré con un artículo del diario de mayor circulación en Tabasco que decía “A cocinar, pero ¡sin huevos!”. El encabezado me hizo reír (así somos los pobres, que vemos nuestras desgracias con sarcasmo):

“El huevo, el alimento más básico de los mexicanos ha experimentado un alarmante incremento de precio, alcanzando hasta los 100 pesos en supermercados de Villahermosa”.

Por otra parte, escuché que la cajera del supermercado dijo, con típicas palabras, “El problema para los tabasqueños está de huevos”. Mientras grandes carcajadas a su alrededor resonaron, una anciana se persignaba, comentando: “¡Ay, Dios mío! Que bajen ya los precios”.

El problema no es para menos, los huevos son el producto elemental en la canasta de los pobres, pero en estos momentos, como decía mi abuelita, a amarrarse el cinturón y a comer burritos de sal.

El sufrimiento de los tabasqueños parece no terminar. Ocupamos el primer lugar en desempleo: la mayoría de “chocos” no cuenta con un empleo formal; dígase lo que se diga de la bonanza de la refinería Dos Bocas, las encuestas nacionales (no las tabasqueñas) nos ubican en ese lugar.

Pero, “aún hay más”, el miedo se ha apoderado de las familias tabasqueñas por la gran inseguridad que se vive en la ciudad, donde por cierto, también ya estamos en primer lugar de percepción de inseguridad de parte de la población a nivel nacional, resultando que efectivamente ya superamos a Sinaloa (otro primer lugar).

Y a todo esto se le suma la pobreza alimentaria, miles de familias que hoy sólo realizarán una comida, o si tienen suerte, dos. Aquí ya no hablamos de meriendas, de colaciones, de cenas. Así estamos.

Es urgente que la clase obrera se concientice y luche, unida y firmemente organizada, para transformar este bendito país, donde hay inmensas riquezas que, bien trabajadas y equitativamente distribuidas, nos permitirían sacar a este país del bache en que se encuentra. Ánimo compañeros, ¡sí se puede!

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