Se nos atosiga todo el tiempo con noticias positivas de Yucatán, se dice que es el estado más seguro del país, que tiene de las menores tasas de homicidios; que la "tranquilidad" del yucateco promedio es proverbial; que se han generado más empleos en el estado durante los cuatro años del actual gobierno que en los ocho años anteriores; que la atracción de inversiones está a todo lo que da y...en fin, al más puro estilo del profesor Pangloss, "nada puede estar mejor".
Pero el conocimiento de la realidad o de un elemento integrante de la misma, no se logra con el análisis y posterior ensalzamiento de unos cuantos aspectos de ella. Para que la realidad pueda conocerse a un nivel aceptable, es obligado que el analista de la misma se represente ante sí cuando menos los aspectos esenciales del fenómeno: su trabazón interna; sus contradicciones, su evolución; su conexión con otros elementos; hasta dónde depende de su entorno; de qué manera se presenta ante nuestros ojos, etcétera.
Hoy día, es una práctica recurrente en la clase política mexicana hacer un análisis anticientífico, y en muchos casos francamente mentirosos, para presentarnos la realidad del país, estado o municipio en el que vivimos, edulcorada, maquillada de acuerdo a los intereses de quien la trate de "explicar" a las masas. Es común escuchar en los discursos de la gran mayoría de funcionarios públicos ideas vagas, adormecedoras, datos a modo para manipular a la opinión pública. Se habla de cosas que pueden ser del gusto de los oyentes: "generación de empleos", "atracción de inversiones", "mejoría de servicios de salud", "mayor seguridad"; así como generalidades que nada dicen pero se escuchan bonito: "juntos, sociedad y gobierno", "mejoría de los niveles de bienestar", "sigamos trabajando por una sociedad más próspera", "el gobierno está poniendo su parte, ahora le toca a ustedes poner la suya...", "aquí estoy, regresando a cumplir con ustedes –dicen, al tiempo que anuncian la entrega de ridículos apoyos que por ser tan pequeños y tan desconectados de otros que los complementen y hagan efectivos, poco o nada impactan en la vida de la gente-. Basta un somero análisis para descubrir lo endeble de tales afirmaciones y del regocijo manipulador con que se comunican a la gente: ¿de qué calidad son los empleos que se crean? ¿Qué salarios ofrecerán a sus ocupantes? ¿Son permanentes, con contratos a largo plazo? ¿Otorgan a sus "beneficiarios" seguro contra accidentes, pago de horas extra, vacaciones, indemnizaciones justas? ¿A qué costo están viniendo las bienhechoras inversiones? Al responder cualquiera de estos cuestionamientos y más, quedará claro que no hay razón para hacer alharaca, cuando menos no por parte de las mayorías.
En mi modesta opinión, si queremos conocer realmente la situación económico-social de Yucatán, hay que dejar de festejar con bombo y platillo algunas ligeras ventajas que se tienen sobre otras entidades federativas y conocer objetivamente qué situación guardan las cosas. Sólo así se podrá realmente detectar qué se está haciendo mal y corregirlo, pues de no hacerlo, las reales o supuestas ventajas que tengamos se pueden acabar. Tenemos que partir de que como miembros de una nación muy grande, con un solo sistema de gobierno y el mismo modelo económico en todo su territorio, no podemos ser ajenos a los problemas de la patria toda; las lacras que se ven en el territorio nacional, algunas más disimuladas que otras, pero todas, están presentes ya en el Mayab. El desempleo y la llamada "informalidad" que le es aneja se palpan todos los días en las poblaciones de norte a sur y de oriente a poniente; los centros históricos de las poblaciones grandes y hasta en las de regular tamaño están llenas de vendedores ambulantes; los 185 mil yucatecos que el Indemaya reconoce están laborando en los Estados Unidos –que, por cierto, representan un porcentaje altísimo, casi el 10 por ciento de la población yucateca- ¿acaso llegaron allá sólo por gusto? ¿Qué no les ofreció esta su tierra natal que tuvieron que emigrar? La inseguridad, si bien no ha adquirido los niveles catastróficos que se ven en otras entidades, también se ve todos los días y a todas horas: asaltos a mano armada, asesinatos, violencia entre pandillas y de pandillas con los cuerpos de seguridad; se habla de que no han llegado los cárteles, sobre lo cual los mandos policíacos pueden estar en lo cierto, pero lo que no se puede negar es que con cárteles o sin ellos la droga circula como agua por todos lados, en muchos casos -dice el pueblo- con la connivencia de la policía; el Inegi dice que tenemos la más alta tasa de suicidios en el país.
Con lo dicho basta para darse cuenta de que la informalidad, la emigración, la inseguridad, y el narcotráfico, son problemas graves y que se han asentado firmemente en la sociedad yucateca. Y podemos decir más: dichos problemas y muchos más que padecemos son hijos de la pobreza, de la terrible injusticia que se reconoce por órganos oficiales que dicen que casi el cincuenta por ciento de la población yucateca vive en esta condición. Y esta terrible situación de pobreza vivida por un millón de yucatecos, nace también del modelo económico que favorece a unos cuantos y deja en el desamparo a la mayoría.
Sería bueno que el gobierno yucateco reconociera todos estos problemas y su raíz, y empezara a trabajar con verdadero ahínco para cortar de tajo esa madre apocalíptica que es la pobreza. Los reclamos populares para que se dé más vivienda a los pobres, más sanitarios para combatir el fecalismo al aire libre, regularización de terrenos para miles de familias de zonas urbanas, caminos sacacosechas e inversión en la modernización de la agricultura de los pequeños productores, mejoramiento de infraestructura escolar, contratación de maestros que laboran sin pago, entre otros muchos, deben ser atendidos pronto. Debe dejarse de privilegiar las grandes inversiones de lujo que benefician sobre todo al empresariado e invertir en mejoras para las clases populares, si queremos que la pobreza deje de alimentar a los grandes problemas antedichos. De no hacerlo, no nos espante que más pronto que tarde, el mismo caos agudizado que se vive en otras entidades federativas, se presente con su desastrosa fuerza en esta esta bella tierra. Entonces, ya no habrá de qué presumir.
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